La guerra del cine
Ahora que a Almod¨®var le van a dar el Oscar y la gente del cine se apunta a todas la causas may¨²sculas d¨¦jenme que presente algunas reservas sobre sus otras causas con menos may¨²sculas. El problema radica en la posible ¨®smosis de legitimidades entre unas y otras.
La Academia elabora un informe en el que se constata cierta inquietud por la situaci¨®n y r¨¢pidamente Marisa Paredes, actores, productores y sus adl¨¢teres se pasean por los balcones m¨¢s privilegiados de los medios de comunicaci¨®n en prime time y a cinco columnas y consiguen una r¨¢pida entrevista con la ministra. Incluso la prensa econ¨®mica se hace eco de la "dram¨¢tica situaci¨®n" del sector. As¨ª, ?es tan trascendente que el cine espa?ol est¨¦ en crisis? Si hablamos primero de econom¨ªa hay que decir que desde el punto de vista estrictamente econ¨®mico, en t¨¦rminos de renta y ocupaci¨®n la importancia del sector del cine es bastante modesta. Seg¨²n reconoce el propio sector a pesar de sus espectaculares cifras de crecimiento, en 2000 el empleo directo (contando a fijos y eventuales) alcanzaba como m¨¢ximo los 6.000 ocupados y una cifra de negocio de unos 330 millones de euros. Para que el lector se haga una idea McDonald's ocupaba el a?o pasado en Espa?a a 16.000 trabajadores y facturaba m¨¢s de 506 millones de euros. Es decir, es casi tres veces m¨¢s grave en t¨¦rminos de ocupaci¨®n que desaparezca McDonald's que lo haga el cine espa?ol.
Hacer crecer el p¨²blico del cine espa?ol es un objetivo distinto que reducir el p¨²blico del cine americano
Partiendo de esta desdramatizaci¨®n de la situaci¨®n podemos comentar otras cuestiones. ?Est¨¢ el sector del cine espa?ol en crisis? Y esta pregunta me recuerda muchas otras que se repiten a?o tras a?o en algunas otras actividades como por ejemplo el turismo (que repite en el 2002 r¨¦cord de visitantes), la producci¨®n citr¨ªcola (que incrementa cada a?o el espacio cultivado), las librer¨ªas (que mantienen su participaci¨®n como canal de ventas de libros), el comercio minorista y otros.
Entre 1994 y el 2001 la producci¨®n anual de largometrajes ha crecido en un 140%, los espectadores en un 260% y la recaudaci¨®n en un 460%. No debe haber ninguna actividad m¨¢s en la econom¨ªa espa?ola con cifras de crecimiento tan deslumbrantes. Es cierto que durante el 2002 no se repiten los datos excepcionales de 2001 y han ca¨ªdo en 8 millones (de 25) el n¨²mero de espectadores y en 35 millones de euros (de 110) la recaudaci¨®n, pero esta circunstancia es debida al excepcional comportamiento de s¨®lo dos pel¨ªculas en el 2001; Los Otros y Torrente 2 que recaudaron casi 49 millones de euros (de 110) y captaron la atenci¨®n de 11 millones (de 25) de espectadores. Por tanto no podemos hablar de crisis, sin forzar su sentido, cuando nos referimos a comportamientos absolutamente circunstanciales de dos pel¨ªculas espa?olas sobre las 107 producidas y las 339 exhibidas en 2001. La cuota del cine espa?ol vuelve a sus niveles naturales, en la ¨²ltima d¨¦cada, que se ubican ligeramente por encima del 10%.
Es cierto que el cine muestra, en toda Europa, unas dificultades estructurales que parten de la propia naturaleza de la producci¨®n cinematogr¨¢fica; una industria con costes de producci¨®n por prototipo muy elevados, con mercados muy segmentados, incapaz de predecir la respuesta del p¨²blico, con unas rentabilidades medias cercanas al 0%. S¨®lo Hollywood ha conseguido resultados m¨¢s o menos satisfactorios a partir de la gesti¨®n de un star system, una producci¨®n rabiosamente orientada a la demanda, unas agresivas pol¨ªticas de exportaci¨®n que permiten la obtenci¨®n de beneficios sobre pel¨ªculas ya amortizadas en el amplio mercado dom¨¦stico y la participaci¨®n en los circuitos de distribuci¨®n y exhibici¨®n. Pero en la sorprendente obsesi¨®n lastimera por la cuota del cine espa?ol -?se imaginan que alguien contara cu¨¢ntos libros de autores extranjeros se venden por cada uno de autor espa?ol?- se esconde alguna mediocridad (de los creadores), bastante incompetencia (del sistema de promoci¨®n y distribuci¨®n del cine espa?ol) y se mezclan una serie de medias verdades (las pr¨¢cticas monopol¨ªsticas de la industria americana), la ofuscaci¨®n ante ciertas evidencias (la evidente competitividad de Hollywood en el plano creativo y en el comercial) y la confusi¨®n sobre los espacios de competencia entre el cine espa?ol y el americano.
Comentando lo ¨²ltimo, hay que decir que hacer crecer el p¨²blico del cine espa?ol es un objetivo distinto que reducir el p¨²blico del cine americano. Como demuestran los estudios (V¨ªctor Fern¨¢ndez et al, 2002,: Cin¨¦filos, videoadictos y telespectadores. Fundaci¨®n Autor. SGAE) se trata de p¨²blicos diversos y que buscan productos distintos. Por ejemplo la Academia en su ¨²ltimo informe explica que la pel¨ªcula media espa?ola trata de un drama protagonizado por un hombre de entre 30 y 39 a?os (el personaje femenino medio tiene 10 a?os menos) y dirigido por otro hombre de la misma edad, que ha elaborado en solitario un gui¨®n original del que se han escrito despu¨¦s m¨¢s de cuatro versiones. Y mientras, 30 millones de espectadores (es decir la cuarta parte del total) van a ver pel¨ªculas como Spider-Man, La Edad de Hielo, Harry Potter, El regreso de Peter Pan, El Se?or de los Anillos etc. La industria espa?ola pr¨¢cticamente ignora uno de los segmentos m¨¢s determinantes del p¨²blico; como son los ni?os y adolescentes.
Respecto a las pr¨¢cticas monopol¨ªsticas de la industria americana, propongo presentar un documentado informe al Tribunal de la Competencia, que para eso est¨¢. Gastar m¨¢s en la promoci¨®n de las pel¨ªculas y salir con m¨¢s copias no son pr¨¢cticas delictivas y se trata de opciones que est¨¢n tambi¨¦n al alcance de distribuidoras, espa?olas o europeas.
Si hablamos de cultura es evidente que ser¨ªa una verdadera l¨¢stima que desapareciera el cine espa?ol (?? y el vasco, y el andaluz y el extreme?o), pero no tanto por la visi¨®n redentora de la cultura que algunos creadores nos quieren vender. La cultura, por desgracia, no nos curar¨¢ de nada y no existe ninguna experiencia hist¨®rica que demuestre lo contrario. La cultura es aquello que nos estremece los sentidos y que nos transporta a espacios de reflexi¨®n y comprensi¨®n del mundo m¨¢s all¨¢ del simple entretenimiento y es evidente que algunas pel¨ªculas lo consiguen -y muchas otras no, a pesar de ser espa?olas-. Aunque esto no tenga ninguna consecuencia social m¨¢s, la producci¨®n cinematogr¨¢fica ya merece ser protegida y estimulada... sin embargo no olvidemos que los principales beneficiarios de dicha pol¨ªtica, son los productores, actores, directores de cine, c¨¢maras y maquilladores que hacen esas pel¨ªculas. Y por tanto, sus discursos al respecto son discursos interesados. Quiero que los cineastas espa?oles construyan mis referentes ficcionales, pero dudo que sea leg¨ªtimo que me ubiquen su supuesta crisis en el primer plano de mi realidad social. Al final no sabr¨¦ distinguir lo aut¨¦ntico del decorado.
Y puestos a ser trascendentes, considero que en este capitalismo cultural (Rifkin) en el que nos adentramos, la producci¨®n simb¨®lica (entre ella el cine) deviene en el verdadero vector que va a definir la competitividad a medio y largo plazo de los territorios y en este contexto comparto la visi¨®n de que la actual pol¨ªtica cinematogr¨¢fica espa?ola es raqu¨ªtica en su dimensi¨®n, gallin¨¢cea en sus objetivos y desma?ada en la articulaci¨®n de sus instrumentos. Pero eso es otra historia. No a la guerra.
Pau Rausell K?ster es miembro del ¨¢rea de investigaci¨®n en Econom¨ªa Aplicada a la Cultura de la Universitat de Val¨¨ncia. econcult@uv.es
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