No sin nosotros
Cuando se ve¨ªa venir lo de la guerra apareci¨® aquel manifiesto de intelectuales, firmado por algunos de los mejores de Estados Unidos, que advert¨ªa rotundo desde su t¨ªtulo: No en nuestro nombre. Ahora que aprietan las v¨ªsperas, se advierten dos posiciones en el ¨¢rea internacional. De un lado, los afiliados al fatalismo b¨¦lico, reclutados entre los poseedores de informaci¨®n privilegiada, que han interiorizado ya la decisi¨®n inexorable de la Administraci¨®n de Bush de hacer la guerra con la climatolog¨ªa favorable, es decir, en cuesti¨®n de semanas. De otro, los del frente de rechazo con el presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, y su ministro de Asuntos Exteriores, Dominique de Villepin, ou le refus de la fatalit¨¦, que en la ¨²ltima sesi¨®n del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tuvieron todav¨ªa de su parte a 12 de los 15 miembros que lo integran. Para los primeros, la suerte est¨¢ echada y, una vez descontada la guerra, se aplican con denuedo a garantizar el acompa?amiento de Washington.
Pero, mientras lo hacen, rechazan que su actitud pueda ser interpretada como la mera b¨²squeda de un puesto entre los inminentes vencedores y pretenden amedrentarnos a todos con la descripci¨®n de los males irreversibles, incluida la quiebra de las instituciones internacionales, que sobrevendr¨ªan de una acci¨®n unilateral de Estados Unidos. Preferir¨ªan que la verg¨¹enza de la unilateralidad descarnada se disimulara si fuera posible con alguna nueva resoluci¨®n del Consejo de Seguridad, pero en ¨²ltimo extremo est¨¢n decididos a suscribir una interpretaci¨®n de la 1.441 que amparara el desencadenamiento b¨¦lico previsto. El primero en esta l¨ªnea de respaldo irrestricto es el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, quien pareciera haber dado la vuelta al t¨ªtulo No en nuestro nombre del citado manifiesto de los intelectuales norteamericanos, que rehusaba cualquier responsabilidad en la contienda.
Su propuesta alternativa sobre la guerra se atiene al No sin nosotros, que reclama el derecho inalienable de acompa?amiento propio de los buenos vasallos. Parte del principio de que no es bueno que Estados Unidos se embarque solo en la intervenci¨®n militar proyectada en Irak. Pero, entonces, lo coherente con este Partido Popular del sin complejos ser¨ªa enviar a la pelea a nuestras mejores unidades militares. Porque quien haya escuchado o le¨ªdo los discursos de la ministra Ana Palacio en Nueva York convendr¨¢ en que para nada se compadecen con el escaqueo para consumo interno al que se aferran las declaraciones de los restantes ministros que reniegan de los ineludibles compromisos para la honrosa presencia de nuestras tropas en Irak junto al aliado de nuestras predilecciones.Era muy de ver el presidente Aznar entrevistado por su periodista de cabecera en el planeta azul de Antena 3TV, como ha escrito Sergi Pami¨¦s, intentando presentarse ante la audiencia como un Ecce Homo, atado a la columna de sus responsabilidades intransferibles, sobreponi¨¦ndose a sus leg¨ªtimos sentimientos, honrando sus compromisos de servicio, decidido a conducirnos a la tierra prometida de la libertad y la seguridad, empe?ado en derrotar costare lo que costare al drag¨®n terrorista de las siete cabezas. Pero todos sus argumentos redundaban en una simplificaci¨®n inaceptable y se inscrib¨ªan en un esquema binario a base de Jes¨²s o Barrab¨¢s, de Bush o Sadam Husein. Y ya dijo Ortega aquello de no es esto, no es esto.
Ten¨ªamos aprendido de la f¨ªsica elemental que las mismas causas pueden producir seg¨²n las condiciones de lugar y tiempo distintos efectos. Y de los anuncios de guerra pueden seguirse grandes apoyos electorales para Bush en Estados Unidos mientras aqu¨ª en la vieja y en la nueva Europa los l¨ªderes que le prestan apoyo quedan reducidos a la nada por su enfrentamiento a la opini¨®n de la ciudadan¨ªa. Se pronosticaban sublevaciones de la calle ¨¢rabe que podr¨ªan poner en dificultades a los gobiernos prooccidentales de los pa¨ªses de aquella zona y de improviso ha sido la calle europea la que se ha puesto en pie para decir "no a la guerra". Cuidado con los an¨¢lisis improvisados dispuestos a digerir la jornada del s¨¢bado en t¨¦rminos de ya pas¨® la ola. Porque las manifestaciones que recorrieron toda Europa cristalizan en otro sistema, el del espontane¨ªsmo de coste cero, posibilitado por las nuevas tecnolog¨ªas, sin tasa de encuadramiento alguna. Un sistema que ha permitido corporeizarse a la opini¨®n p¨²blica. Aceptemos que estas movilizaciones es imposible apuntarlas en el haber de organizaci¨®n alguna pero convengamos tambi¨¦n en que expresan un rechazo a los gobiernos cargado de consecuencias. Adem¨¢s pueden repetirse cada semana. Atentos.
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