Una familia espa?ola en Bagdad
Catalina Fornell y el iraqu¨ª Mahdi Saleh han formado una familia mixta en Bagdad
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El ¨²ltimo inscrito en el censo de residentes de la Embajada de Espa?a en Irak es Bechir, un beb¨¦ regordete y tranquilo que permanece ajeno a todo el traj¨ªn de su alrededor. Bechir, de dos meses, es el hijo menor de Catalina Fornell y Mahdi Saleh, una espa?ola y un iraqu¨ª que hace un a?o cambiaron Valencia por Bagdad. Y aqu¨ª siguen a pesar de todas los tambores de guerra.
"Tal como dice el c¨®nsul, en esta casa vive la mitad de la colonia espa?ola en Bagdad", anuncia Catalina, de 38 a?os, al dar la bienvenida a la puerta de su vivienda en el barrio de Al Daura de la capital iraqu¨ª. No tanto, pero casi. Ella y sus dos hijos, el peque?o Bechir y una ni?a guap¨ªsima llamada Zoraya, suman tres de los diez espa?oles que viven en el pa¨ªs de los dos r¨ªos. Su marido ha preferido mantener la nacionalidad iraqu¨ª.
"Si fuera espa?ol, no hubiera podido comprar esto", explica, mientras muestra con orgullo el chalecito que est¨¢n terminando de arreglar. "Con lo que ganamos de vender nuestro apartamento en Burjassot y unos peque?os ahorros, hemos podido adquirir la casa, amueblarla y comprar todos los electrodom¨¦sticos", cuentan ilusionados. La decoraci¨®n, como la comida o la educaci¨®n de los ni?os, es una mezcla hispanoiraqu¨ª.
"Ya desde que naci¨® Zoraya le dije a Mahdi que le hablara en ¨¢rabe si quer¨ªa que la ni?a aprendiera su idioma", recuerda Caty. Hoy, Zoraya, de cuatro a?os, entiende ambas lenguas y lo mismo canta el Aserej¨¦ que el Ummi, ummi que le ense?an en la guarder¨ªa. En su habitaci¨®n, sendos mapas de Irak y Espa?a le recuerdan que tiene dos pa¨ªses, pero ella prefiere jugar con la casita donde guarda sus tesoros infantiles: barbies, pelotas y abalorios.
Mahdi, de 43 a?os y un h¨¦roe de la guerra con Ir¨¢n en la que result¨® gravemente herido, pudo gracias a ese accidente cursar la carrera que quiso. No imaginaba entonces hasta qu¨¦ punto elegir Filolog¨ªa Hisp¨¢nica cambiar¨ªa su vida. En 1991 fue a estudiar el doctorado a Valencia, donde m¨¢s tarde conocer¨ªa a Caty. Se casaron en 1997. Y all¨ª hubieran seguido si no se les hubiera presentado aqu¨ª la oportunidad de un trabajo mejor.
"Fue en el a?o 2000, durante una visita que hicimos a la familia de Mahdi", recuerda Caty. Dejaron varios cables tendidos y a finales del a?o siguiente supieron de una vacante de int¨¦rprete en la Embajada de Espa?a. No se lo pensaron. En Espa?a trabaj¨® en todo tipo de cosas, desde camarero en un chino a ordenanza de un banco. Caty asegura haberse adaptado bien. "Se encuentra casi de todo", afirma, "lo ¨²nico que a veces quiero preparar una comida espa?ola y me hacen falta, pongamos por caso, zanahorias y no es la ¨¦poca, pues no las venden. Entonces tengo que cambiar de men¨²". Su suegra, que vive cerca, le ha echado una mano.
Lo que m¨¢s da la impresi¨®n de a?orar de Valencia son lugares para salir a pasear. "Nos queremos retirar en Espa?a", declaran a d¨²o. Es seguro un deseo que compartir¨ªan el resto de los espa?oles de Irak, aunque ni Mercedes, casada con un palestino, ni Dativa, que vive en Faluja, quieren hablar con los periodistas.
Carmen Pazos, la cuarta espa?ola censada en la Embajada, espera ansiosa una ayuda econ¨®mica para poder retornar. Solicit¨® la repatriaci¨®n en 1998, despu¨¦s de una dif¨ªcil peripecia familiar. Dej¨® de tener contacto con la legaci¨®n diplom¨¢tica en 1985 y carec¨ªa de documentaci¨®n espa?ola porque, seg¨²n ella, se la arrebat¨® la polic¨ªa cuando se cas¨® con un iraqu¨ª en 1971. A sus 57 a?os, Carmen conf¨ªa en poder nacionalizar a su hija Nur, de 15 a?os.
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