La enemiga
La muerte deb¨ªa ser menos temida, la vida m¨¢s despreciada, en nuestro tiempo, en el que la vida la mantienen m¨¢s personas que nunca. No es as¨ª. Los dem¨®grafos dicen que ya hay m¨¢s vivos que muertos en toda la historia de la especie humana. Sin embargo, a medida que la cultura crece, a su manera -irregular, cohibida, pagada, rechazada, err¨®nea, certera, insegura, retroactiva, futurista-, se pretende un mayor respeto a la vida humana. En religiones estancadas hay asesinos suicidas que no solamente desprecian la vida de otros, sino la suya propia. Creo que nuestro deseo de conservaci¨®n se debe en parte a la p¨¦rdida de las creencias en el m¨¢s all¨¢; en parte, a la prolongaci¨®n de la vida humana, que ha cambiado el equilibrio del ser, y que da una proporci¨®n distinta a los estadios vitales que significan algo m¨¢s ya que el dictado biol¨®gico de nacer, crecer, reproducirse y morir, reducidos a los que llamamos irracionales. Y, en parte, a una apenas confesada utop¨ªa de llegar a la vida eterna. Yo tengo una sensaci¨®n un poco m¨¢s pol¨ªtica: creo que la muerte es una dictadura contra la que hay que defenderse. Si la vida humana se caracteriza, a diferencia de la menos racional, por la modificaci¨®n de la naturaleza -volar, acabar con el fr¨ªo y el calor, comunicarse a distancia...-, no s¨¦ por qu¨¦ no hemos de estar contra esa forma repulsiva de "lo natural". M¨¢s pol¨ªtica a¨²n es la idea de que la vida se acorta artificialmente por la acci¨®n de unos contra otros; las zonas donde la media humana es de poco m¨¢s de treinta a?os son v¨ªctimas pol¨ªticas de los que alcanzan casi los ochenta porque han relegado a los otros. Ser¨ªa la raz¨®n econ¨®mica de todas estas guerras desde que desapareci¨® el equilibrio de dos imperios: ser¨¢ la forma de asegurar que nuestras vidas puedan seguir prolong¨¢ndose, aunque las de los otros disminuyan, como si este equilibrio inestable fuera preciso. Esta forma de ganar vida creando muerte no es s¨®lo geogr¨¢fica, sino tambi¨¦n interna: la hay en cada pa¨ªs. Y no queremos. Queremos que la vida de los otros no sea despreciable. Nunca hab¨ªa sido as¨ª. Se entend¨ªa que la vida de la jungla era eso: el m¨¢s fuerte se come al m¨¢s d¨¦bil porque debe ser as¨ª. Ya sabemos que no. Y que ahora somos asesinos.
(La enemiga es un t¨ªtulo de Dar¨ªo Nicodemi, italiano, teatro burgu¨¦s, finales del XIX, principios del XX: La enemiga era, claro, la muerte).
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