Espa?a auton¨®mica
"Con independencia de la sangrante experiencia del Pa¨ªs Vasco, el modelo auton¨®mico espa?ol ha permitido en 20 a?os transformar a uno de los Estados europeos m¨¢s unitarios en uno de los m¨¢s descentralizados", escrib¨ªa Andreu Miss¨¦ en EL PA?S ( El desaf¨ªo de la Espa?a de las autonom¨ªas, 1-3-2000). As¨ª se desprend¨ªa de la comparaci¨®n con el gasto de las respectivas Administraciones P¨²blicas de otros pa¨ªses altamente descentralizados. Aunque significativos, estos datos no son absolutamente determinantes -nos parece- pues ciertas competencias dotadas de magro presupuesto, se dejan o se pueden dejar sentir m¨¢s en el conjunto, que otras de gran presupuesto. As¨ª como el marco jur¨ªdico de las distintas competencias. Pero hay que admitir que esto ocurre en todas partes, y en algunas, no se permitir¨ªa ni por asomo que un estado federado o una autonom¨ªa llevara a cabo una pol¨ªtica exterior paralela a la del gobierno central, si va m¨¢s all¨¢ de acuerdos culturales. En las confederaciones s¨ª, pero ¨¦stas son entes fantasmag¨®ricos, como el Estado libre asociado a que aspira o dice aspirar Ibarretxe con el fin de no tener problemas con su permanencia en la UE.
No se discute la conveniencia de la descentralizaci¨®n; hasta un pa¨ªs tradicionalmente centralista, como Francia, ha iniciado t¨ªmidamente el proceso. Incluso las grandes multinacionales tuvieron que reparar en que la dimensi¨®n monol¨ªtica les restaba ventajas frente a empresas menores de la competencia. Pero en Espa?a, la descentralizaci¨®n no ha tra¨ªdo consigo el contento de los nacionalismos hist¨®ricos. Seg¨²n Eliseo Aja, el Senado tendr¨ªa que ser, y no es, la "C¨¢mara de participaci¨®n de las comunidades en las pol¨ªticas generales que les afectan". No hay en este pa¨ªs un instrumento de di¨¢logo entre las comunidades y el Estado ni entre s¨ª mismas. Bilateralismo y nada m¨¢s. Otros autores van, expl¨ªcitamente, m¨¢s lejos. As¨ª, Ferran Requejo: "El tema pendiente no es la descentralizaci¨®n, es c¨®mo articular una realidad que es nacionalmente plural. ?Sirve para eso la Constituci¨®n? En el desarrollo que se ha hecho, no". Miquel Caminal no cree en la posibilidad de un Estado de las autonom¨ªas con nacionalismos perif¨¦ricos y el nacionalismo de Estado. Este "vela por la uniformidad" y los otros siempre quieren m¨¢s. "Para desarrollar un Estado compuesto se necesita una cultural federal". (Ambos autores en EL PA?S, 4-1-2003).
Mucha tinta se ha vertido (desde el siglo XIX) en torno al "laberinto espa?ol"; y sigue verti¨¦ndose. Ahora el acento se pone en la estructura de este Estado al parecer indescifrable. No es, por otra parte, una discusi¨®n escol¨¢stica sobre el sexo de los ¨¢ngeles. Pero excepto en el Pa¨ªs Vasco, por razones obvias, los estamentos populares y no tan populares de la piel de toro no est¨¢n muy enterados de lo que se cuece. Se aproximan elecciones que en este punto pueden ser cruciales; preguntados los encuestados en la mism¨ªsima Catalu?a declaran que el acontecimiento catal¨¢n m¨¢s importante ocurrido all¨ª en los ¨²ltimos meses es el lanzamiento de objetos a Figo en el Camp Nou. ?Se puede ser buen cristiano sin creer en Dios? ?Se puede ser buen dem¨®crata sin hacer de la ense?anza objeto prioritario de la democracia? La estructura del Estado -de cualquier Estado- es un hecho que concierne a todos y s¨®lo desde la convicci¨®n de que la ciudadan¨ªa es incapaz de entender ser¨¢ leg¨ªtimo especular obviando este dato. Todo para el pueblo pero sin el pueblo. Adelante pues la historia tipo Am¨¦rico Castro o S¨¢nchez Albornoz. Y Ortega, aunque este no era un historiador. Y ya metidos en harina, ?se nos dice el papel que en las distintas versiones sobre la estructura del Estado juegan las grandes instituciones econ¨®micas? ?No anda en realidad entre bobos el juego? ?No se est¨¢ reduciendo a pulpa pol¨ªtica la pugna entre grandes intereses econ¨®micos?
Es una l¨¢stima que Santos Juli¨¢, a quien con tanto gusto leemos en EL PA?S, no abordara estos puntos en su art¨ªculo Las naciones frente al Estado (5-1-2003). Eso s¨ª, el autor arrumba tanta hojarasca acad¨¦mica con que se nos abruma y va directamente al grano; si se prefiere, a su grano. "Queramos o no, la cuesti¨®n central a la que nos enfrentamos en el inminente ciclo electoral es la de la vigencia de la Constituci¨®n y del Estado auton¨®mico". Los nacionalistas vascos "quieren la independencia, eso es todo". Los gallegos todav¨ªa recurren a subterfugios que desembocar¨¢n en el mismo fin. Los nacionalistas catalanes "son claramente secesionistas" en su versi¨®n de izquierda, mientras en la de derechas "apelan a una relaci¨®n, por as¨ª decir, a la carta". "Los populares, por su parte, lo tienen claro: Constituci¨®n y estatutos son logros definitivos e intocables. Todo lo que sea hablar de federalismo, confederalismo, asimetr¨ªa, hechos diferenciales, es un brindis al sol. Espa?a es naci¨®n una y plural, y en ella caben todos, y el que no quepa ser¨¢ por su culpa; con los nacionalistas no hay nada m¨¢s que negociar, si siquiera una triste reforma del Senado". Los socialistas quieren darle una direcci¨®n federal al Estado auton¨®mico, pero Maragall no saca a colaci¨®n la presencia de organismos intergubernamentales, sin los cuales no hay tal federalismo. En suma, las naciones sin Estado quieren tener Estado y no compartirlo con regiones contentas con sus respectivas autonom¨ªas. Revueltos en una C¨¢mara de representaci¨®n territorial en pie de igualdad con las regiones. A las naciones les parecer¨ªa "humillante".
De acuerdo con este crudo y pesimista diagn¨®stico, el tumor del paciente es terminal. Ni federalismo aut¨¦ntico ni mayor autonom¨ªa todo junto. ?Tan fuerte es el tir¨®n identitario o el deseo de sumarse al n¨²mero de las naciones independientes? ?No puede el Estado espa?ol organizarse como la Alemania de los l?nder? ?Hasta ah¨ª alcanza el residuo hist¨®rico, tal vez? ?Temor a que la Espa?a federal resulte ser otra ronda perpetua de conflictos? Podr¨ªamos extender la lista de interrogantes de ¨ªndole pol¨ªtica, social y econ¨®mica sin salir de las tinieblas. La interpretaci¨®n de Santos Juli¨¢ -nos parece- es m¨¢s v¨¢lida para decir lo que no es que para decir lo que es. (La hemos reproducido esquem¨¢ticamente y remitimos al art¨ªculo citado). ?No bastar¨ªa con que Barcelona compartiera capitalidad con Madrid para que todo fuera, e incluso pareciera, distinto? En un pa¨ªs medio, dos grandes ciudades en pugna desigual es factor suficiente para alterar todo el paisaje. En un mundo econ¨®mico que ya m¨¢s que alborea.
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