Historia
Me llamo Mar¨ªa Izquierdo Rojo, y mis apellidos tienen que ver con mi ideolog¨ªa. Veo su figura fr¨¢gil y decidida, firme bajo la solitaria lluvia de la delicadeza. Me encuentro con Mar¨ªa en un avi¨®n, y le pregunto por el acuerdo del Parlamento europeo, que va a dedicarle una de sus entradas a Mariana Pineda, Mientras me cuenta sus reuniones, sus idas y venidas en los despachos de Estrasburgo para explicar la importancia de aquella espa?ola sacrificada por el absolutismo, vuelvo a la Granada de 1976, a aquellos a?os de frontera entre la dictadura y la democracia, en los que la incertidumbre general se alimentaba de seguridades y los viejos dogmas del franquismo se enfrentaban a un horizonte de ilusiones nuevas. La profesora Izquierdo Rojo hab¨ªa sido detenida en un golpe policial contra la UGT, y la Universidad reaccion¨®, y hubo encierros, apoyos p¨²blicos, manifestaciones, hasta que la pusieron en libertad, y yo me col¨¦ en su clase para asistir al dec¨ªamos ayer, al aqu¨ª estamos de los profesores y los estudiantes. La libertad de todos era una necesidad inevitable, un suma y sigue, una lluvia sobre mojado, igual que sus dos apellidos. Me llamo Mar¨ªa Izquierdo Rojo, y mis apellidos tienen que ver con mi ideolog¨ªa. La politizaci¨®n fue entonces una forma de vivir, de respirar, de escoger lecturas, amigos y bares, de comprar discos, elegir pel¨ªculas y preparar viajes, de comprender el abrazo de los amantes y de devolverle al futuro sus recuerdos, los acontecimientos silenciados de su historia particular. Una sociedad diferente se levantaba bajo los escombros del totalitarismo.
Hab¨ªa que descubrir un nuevo modo de pensar en Granada, en Andaluc¨ªa, en Espa?a. Solemos identificar nuestro pasado con las hogueras de la Inquisici¨®n, con el autoritarismo y la barbarie represora. Y, sin embargo, la memoria, ese parlamento cargado de despachos y reuniones personales, conserva muchas im¨¢genes distintas, episodios de dignidad pol¨ªtica, de palabras y silencios nobles. Palabras que sirvieron para redactar la primera constituci¨®n liberal de Europa, silencios que aceptaron la muerte antes que la traici¨®n. Mariana Pineda, envuelta en su bandera de la libertad y en su tragedia de mujer acosada, sufri¨® el garrote vil por no delatar, por no renunciar a la lealtad que merec¨ªan sus propios sentimientos. Su recuerdo es hoy la defensa de una memoria distinta, la imagen de una Espa?a que ha vivido en contra de las supersticiones y de la absoluci¨®n envenenada de los jefes de polic¨ªa y de los confesores. Est¨¢ bien que Mariana Pineda represente a Espa?a en el coraz¨®n de Europa, junto a la sonrisa juvenil de Federico Garc¨ªa Lorca, con toda la fuerza que hay en su historia real y en su leyenda literaria. Elegir el pasado es la mejor manera de definir el presente, y mientras Mar¨ªa me cuenta sus esfuerzos para que Europa recuerde a Mariana Pineda, mientras me da detalles de lo que va a ocurrir, mi memoria se pierde por el humo de 1976, en un aula de la Universidad de Granada, en la que muchos estudiantes nos reunimos para escuchar a esta mujer, fr¨¢gil y decidida, y para ampararnos en la bandera de sus apellidos. Me llamo Mar¨ªa Izquierdo Rojo. Dec¨ªamos ayer..., decimos hoy.
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