Juego de espejos rusos
Genio y figura, Vladimir Nabokov es y ser¨¢ por siempre un autor singular, ¨²nico, irrepetible, pero, al mismo tiempo, un escritor fecundante. Su peso en la narrativa norteamericana que decide divergir de la gran narrativa jud¨ªa de los a?os cuarenta es considerable, aunque su magisterio no s¨®lo no se agota ah¨ª, sino que, en mi opini¨®n, apunta al destino de la novela en el siglo XXI con no menor empuje que el de un Robert Musil, por citar otro nombre cuya influencia se proyecta decididamente hacia el futuro. En 1944, Nabokov, que ya publicara tres a?os antes su primera novela escrita directamente en ingl¨¦s, La verdadera vida de Sebastian Knight, decide sacar a la luz un estudio sobre Nikol¨¢i G¨®gol que los lectores acogen con sorpresa debido a lo no-can¨®nico -o como dijeron los puristas y los solemnes: irreverente- de su exposici¨®n. Su producci¨®n inglesa seguir¨¢ un camino imparable con Bend sinister en 1947 y Lolita en 1955 y de ah¨ª en adelante su importancia no dejar¨¢ de crecer.
NIKOL?I G?GOL
Vladimir Nabokov Traducci¨®n de Anna Renau Littera. Barcelona, 2002 208 p¨¢ginas. 17 euros
Genio y figura, Vladimir Nabokov se dedica a G¨®gol con la misma convicci¨®n con que se dedica a s¨ª mismo porque extrae de la obra de G¨®gol los elementos que fundan su propia escritura; no que se dedique el libro a s¨ª mismo, sino a sus convicciones art¨ªsticas a la par que establece un puente entre ambos. Para Nabokov, G¨®gol es un escritor genial cuyo vuelo, sin embargo, es corto en tiempo y en producci¨®n literaria. Reduce a tres sus obras maestras (El inspector del Gobierno, Almas Muertas y El capote), pero sostiene su excelsitud con argumentos irrebatibles.
Como primera medida, Nabokov deja ver la min¨²scula importancia de la historia o argumento en las novelas de G¨®gol. Con perfecta intuici¨®n advierte que en su compatriota la trama se halla en el estilo, no en la an¨¦cdota. Y desarrolla convincentemente un an¨¢lisis de las maniobras del lenguaje para crear y extender cada imagen literaria de la cual ir extrayendo otras sucesivas hasta completar una escena o un espacio dentro de la novela; y as¨ª una y otra vez hasta dar cima a la obra. Estas maniobras y sus im¨¢genes son, para ¨¦l, obra del lenguaje y es ¨¦ste el que crea una realidad a partir de aqu¨¦llas. No la realidad, sino una realidad. Por tanto, lo importante no es responder a lo reflejado sino crear el espejo. Estamos en las ant¨ªpodas de la afirmaci¨®n de Saint-R¨¦al atribuida a Stendhal de que la literatura es un espejo a lo largo del camino de la vida. Nabokov, a este respecto, cita un dicho que resulta que ni pintado para sus intenciones: "No te irrite el espejo si es el jarro el que est¨¢ torcido". G¨®gol -dice Nabokov- nunca dibuj¨® retratos: utilizaba espejos y, como escritor, viv¨ªa en su propio mundo de espejos. De manera que si en su espejo aparec¨ªa un jarro torcido es que el jarro estaba torcido, no el espejo. El arte no reproduce la realidad tal cual, sino que la utiliza para representar la idea que desea representar, que no es lo mismo. Esta concepci¨®n de la literatura entra de lleno en la propia obra de Nabokov y no es de extra?ar que a su admiraci¨®n coherente por el genio de G¨®gol se una la defensa de una concepci¨®n de la literatura que resulta ser afortunadamente coincidente. Quiz¨¢ se pueda tachar de parcial o interesada la interpretaci¨®n de Nabokov, pero si tenemos en cuenta que procede de uno de los autores m¨¢s influyentes del siglo pasado espero que los lectores convendr¨¢n conmigo en que su importancia no es desde?able. Nabokov no mira torcidamente a G¨®gol sino con toda limpieza.
A partir de aqu¨ª, cabe se?alar dos cosas; la primera, que el ingenio, la iron¨ªa y la perspicacia de Nabokov convierten este texto en un desfile de satisfacciones para personas inteligentes donde caben desde apreciaciones maliciosas ("era una revista literaria editada por Delvig, un poeta de tipo antol¨®gico con predilecci¨®n por el cl¨¢sico escalofr¨ªo de los hex¨¢metros") hasta conclusiones contundentes ("un escritor est¨¢ perdido cuando se interesa cada vez m¨¢s por cuestiones como qu¨¦ es el arte o cu¨¢l es el cometido de un artista"). Nabokov se ocupa sobre todo de sacar a G¨®gol de esa imagen de escritor de talante humor¨ªstico y de denuncia de las lacras de su sociedad para situarlo en la verdadera dimensi¨®n del creador.
Hay un ejemplo excelente:
El inspector del Gobierno fue tratado como una parodia de las condiciones reales existentes en Rusia. Nabokov sostiene lo contrario: que es una obra on¨ªrica y desde ah¨ª debe entenderse en toda su cabal plenitud. "Esta obra es poes¨ªa en acci¨®n, y por poes¨ªa entiendo los misterios de lo irracional en tanto que percibidos a trav¨¦s de las palabras racionales". Este filtro o percepci¨®n al que alude y que se corresponde con la m¨¢s exigente y aut¨®noma creaci¨®n es lo que hace grande y universal la obra de G¨®gol. Y esa percepci¨®n no se produce a trav¨¦s del reflejo fiel de un hecho o acontecimiento, sino por medio del espejo que G¨®gol fabrica. Ah¨ª est¨¢ el sentido de lo literario. Ah¨ª ataca Nabokov. Ah¨ª revela la verdadera grandeza de su compatriota. Y todo ello con ese estilo inimitable del propio Nabokov, que se extiende desde su implacable iron¨ªa hasta su m¨¢s conspicua aversi¨®n a la falsedad. Genio y figura. Y tambi¨¦n, dos en uno: G¨®gol y Nabokov. Una oferta para gourmets.
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