Siempre nos quedar¨¢ Chirac
Franqueado el list¨®n de los 70 a?os de edad, y tras casi ocho en la presidencia de Francia, Jacques Chirac muestra un vigor m¨¢s propio de quien emprende una nueva carrera que de un hombre ordenando los papeles al borde de la jubilaci¨®n. Aguijoneado por el 82% de votos que le concedieron los franceses, el decano del Consejo Europeo ha decidido recuperar el papel de autoridad moral en el mundo. Lo demostr¨® el 22 de enero cuando proclam¨®, en presencia de 900 parlamentarios franceses y alemanes: "?La guerra es la peor de las soluciones!", y se gan¨® el aplauso de la audiencia.
Para explorar las razones hay que comenzar descartando el pacifismo. Hay 13.000 soldados franceses esparcidos por el mundo, de ellos m¨¢s de 5.000 en operaciones de la OTAN. Conviene pensar, m¨¢s bien, en la alianza defensiva que ha trazado con Alemania, dos pa¨ªses que representan casi un tercio de la poblaci¨®n de la futura Europa de 25 miembros y dos econom¨ªas al borde de la recesi¨®n. En el marco solemne del palacio de Versalles, el presidente franc¨¦s relacion¨® la conmemoraci¨®n de 40 a?os de amistad franco-alemana con el rechazo a la guerra en Irak. "Todav¨ªa no he comprendido bien por qu¨¦ lo hizo", confesaba recientemente Fran?ois Heisbourg, ex director del Instituto de Estudios Estrat¨¦gicos de Londres.
El presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, est¨¢ convencido de que el dominio mundial de un solo pa¨ªs representa el fin de Francia y de Europa
Chirac fue un enamorado de Estados Unidos en su juventud, pero en su actual responsabilidad no har¨¢ nada que consolide a la hiperpotencia. ?sta es la clave. La cuesti¨®n central es que el liderazgo estadounidense sobre la escena mundial resulta insoportable para las autoridades francesas. Si De Gaulle se permiti¨®, en plena guerra fr¨ªa, actos serios de distanciamiento respecto a Estados Unidos, Chirac est¨¢ convencido de que el dominio mundial de un solo pa¨ªs representa el fin de Francia y de Europa.
"Desde hace cuatro a?os he multiplicado las iniciativas a favor de la organizaci¨®n de un mundo multipolar, porque la situaci¨®n que vivimos hoy no es ideal", explicaba Jacques Chirac en 1999, durante la "conferencia con los embajadores", el momento que aprovecha anualmente para marcar su pol¨ªtica exterior. Dos a?os antes, el entonces ministro socialista de Asuntos Exteriores, Hubert V¨¦drine, hab¨ªa teorizado con absoluta sencillez qu¨¦ era eso de la hiperpotencia: "Sumados el Pent¨¢gono, Boeing, Coca-Cola, Microsoft, Hollywood, CNN, Internet, la lengua inglesa, esta situaci¨®n pr¨¢cticamente no tiene precedentes".
Cuando Bush decidi¨® embarcarse en la guerra contra Irak, en el verano pasado, Chirac acababa de ser reelegido y su partido estrenaba mayor¨ªa absoluta. Nunca se hab¨ªa presentado una ocasi¨®n tan propicia. Tanto Chirac como su brillante ministro de Exteriores, Dominique de Villepin, son conscientes de que su pa¨ªs no puede imponerse por s¨ª mismo: necesita "boxear por encima de su categor¨ªa", al decir de Wall Street Journal; s¨®lo cuenta verdaderamente en el mundo en la medida en que sabe envolverse en el manto de las organizaciones internacionales. De ah¨ª la estrategia de llevar el asunto de Irak al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y, una vez all¨ª, discutir palabra por palabra lo que termin¨® siendo la famosa resoluci¨®n 1.441.
Irak, y en general Oriente Pr¨®ximo, es una de las zonas donde se ha mantenido la influencia francesa. A una voluntad constante de Estados Unidos -escoltado siempre por el Reino Unido- de castigar militarmente a Irak, Francia ha opuesto siempre la crueldad del trato hacia la poblaci¨®n iraqu¨ª, provocado por las sanciones internacionales. Francia es hoy el primer proveedor de Irak, y el grupo franc¨¦s TotalFinaElf cuenta con prometedoras opciones sobre sus reservas de petr¨®leo. Indicios todos ellos de la existencia de un inter¨¦s nacional de no verse expulsados de esa zona: la implicaci¨®n en la guerra del Golfo, en 1991, no acarre¨® un gramo de influencia pol¨ªtica ni militar para Francia.
Por eso, para Chirac, el comienzo del despliegue de fuerzas estadounidenses en torno al golfo P¨¦rsico son¨® como un aut¨¦ntico acto de hostilidad. Francia hab¨ªa obtenido la peque?a victoria de comprometer a la comunidad internacional en la v¨ªa de las inspecciones, gracias al manto de las Naciones Unidas, pero Bush y los halcones de su Administraci¨®n estaban dispuestos a consumar el golpe militar contra Bagdad. Chirac y Schr?der respondieron uniendo dos iniciativas de enorme calado: las propuestas institucionales para el futuro de la Uni¨®n Europea, incluida la creaci¨®n de "un ministro de Exteriores de la UE" -o sea, una diplomacia com¨²n- y el "no a la guerra" preparada por Estados Unidos.
?Quemaron las etapas con demasiada rapidez? "La dial¨¦ctica es compleja", afirman Marie-Christine Kessler y Fr¨¦d¨¦ric Charillon, autores de uno de los mejores ensayos existentes sobre la pol¨ªtica exterior de Francia. "En la construcci¨®n europea, Francia teme perder una parte de su identidad, pero sabe que sin esa palanca europea es dif¨ªcil hacerse escuchar en el mundo".
Chirac no se siente demasiado a gusto en Alemania. Un jam¨®n de pata negra le conmueve bastante m¨¢s que cualquier elemento de la cultura germ¨¢nica. No domina su lengua ni mantiene lazos personales estrechos con sus dirigentes. Simplemente, el presidente franc¨¦s ha llevado la cuesti¨®n alemana con el mayor grado de pragmatismo del que es capaz. Una Francia aliada estrechamente con Alemania, y las dos enarbolando fuertemente la bandera de Europa, es un dise?o tentador, acorde con los tiempos que corren.
Demasiado para Blair
Demasiado para los halcones situados en torno a George W. Bush. Demasiado tambi¨¦n para Tony Blair, al que se le pregunta regularmente eso de "?qu¨¦ tal se siente usted como ministro de Asuntos Exteriores de Estados Unidos?", y ¨¦l contesta con flema: "Por el momento soy el primer ministro del Reino Unido".
En la ¨²ltima cumbre franco-brit¨¢nica, Tony Blair explor¨® la posibilidad de que Francia se uniera a la coalici¨®n contra Irak. El 31 de enero se hab¨ªa entrevistado con George W. Bush en Camp David, despu¨¦s de haberle aportado un regalo de gran valor pol¨ªtico: la famosa carta firmada por ocho dirigentes de pa¨ªses europeos -promovida por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar- y publicada la v¨ªspera por 12 diarios europeos. Ese regalo certific¨® que una parte del Viejo Continente aprobaba los planes b¨¦licos de Bush frente a Sadam Husein y rompi¨® el encanto del eje Par¨ªs-Berl¨ªn a la semana de su despegue.
A los pocos d¨ªas, los antiguos Estados comunistas del Este de Europa que aspiran a entrar en la UE o al menos en la OTAN -seg¨²n los casos- dejaron claro que su compromiso con Washington es m¨¢s fuerte que la solidaridad europea. Letonia, Lituania, Estonia, Eslovaquia y Eslovenia, invitados a incorporarse a la UE el a?o pr¨®ximo, y Bulgaria y Rumania, cuya entrada se prev¨¦ para 2007, se declararon convencidos de que Sadam Husein tiene armas de destrucci¨®n masiva, est¨¢ "violando realmente las resoluciones del Consejo de Seguridad" y se presentaron en primer tiempo de saludo para "participar en una coalici¨®n internacional" contra Irak.
Chirac y la diplomacia francesa montaron en c¨®lera. Seg¨²n Le Figaro, una ONG estadounidense estaba detr¨¢s de la iniciativa. La indignaci¨®n del presidente franc¨¦s refleja los temores que anidan en Francia a la ampliaci¨®n de la UE. "Si se convocara un refer¨¦ndum para ratificar la ampliaci¨®n, no es nada improbable que el resultado fuera negativo", afirma un buen conocedor de la sociolog¨ªa electoral francesa. El ciudadano de la calle est¨¢ convencido de que el Este de Europa significar¨¢ paro en Francia, porque acoger¨¢ empresas deslocalizadas, y que esos pa¨ªses vuelcan prostituci¨®n callejera y ocupaci¨®n salvaje de terrenos, dos de las conductas que acaban de ser tipificadas como delito en Francia. Se est¨¢n produciendo redadas peri¨®dicas de ciudadanos b¨²lgaros y rumanos a cargo de los servicios policiales que dirige el superministro Nicolas Sarkozy.
En estas condiciones, un alineamiento con la posici¨®n guerrera de Washington les ha parecido demasiado a las autoridades francesas. El palmetazo de Chirac, propinado el lunes pasado, no fue ning¨²n exabrupto fruto del cansancio: veinticuatro horas antes ya lo hab¨ªa dicho, en t¨¦rminos m¨¢s suaves, el ministro de Exteriores, Dominique de Villepin. Fue una doble advertencia de que, si esos pa¨ªses cuentan con la UE s¨®lo a efectos de mercado y de obtenci¨®n de fondos comunitarios, Francia se va a ocupar de impedirlo.
?Tendr¨¢ alguna importancia todo esto despu¨¦s de la guerra de Irak? ?O la din¨¢mica impuesta por la conflagraci¨®n b¨¦lica se llevar¨¢ por delante todos los matices franceses; todo ese intento de "contar en el mundo" sin potencia militar ni econ¨®mica suficiente? El vicegobernador del Banco de Desarrollo del Consejo de Europa, Apolonio Ruiz Ligero, confiesa abiertamente su preocupaci¨®n por la "crisis abierta en todas las instituciones, la UE, la OTAN, las Naciones Unidas, que han organizado el mundo en que vivimos". Un diplom¨¢tico del frente proestadounidense ve a los franceses muy mal encaminados: "Les van a echar de todos los organismos", augura. Y se pregunta si Francia contar¨ªa con el apoyo de un Gobierno conservador en Berl¨ªn si la coalici¨®n rojiverde alemana saltara del poder.
Jacques Chirac se ha atrevido en esta crisis con Bush y con todos sus aliados. Le felicitan por ello desde el ultraderechista Jean-Marie Le Pen hasta la secretaria general del Partido Comunista, Marie-George Buffet. S¨®lo se aparta de la corriente general el liberal Alain Madelin, olvidado desde las elecciones presidenciales (4% de los votos) y que gracias a la crisis iraqu¨ª ha sido invitado a los plat¨®s de todas las televisiones que aspiran a contar al menos con un proamericano.
Mantener la posici¨®n
Fuera de la pol¨ªtica, las inquietudes florecen. Thierry de Montbrial, director del Ifri -la m¨¢s importante instituci¨®n francesa de pensamiento estrat¨¦gico-, considera "imposible" evitar la guerra en Irak. "No puedo imaginarme que George W. Bush pueda presentarse en el pr¨®ximo discurso de la Uni¨®n, en enero de 2004, diciendo a los norteamericanos que Sadam Husein contin¨²a en el poder, porque entonces George W. Bush no ser¨¢ reelegido como presidente de Estados Unidos". Y en esa tesitura, ?podr¨¢ sostener Chirac su actitud contraria a la guerra hasta el final?
Pero Chirac es mucho Chirac. Mil veces se le ha dado por muerto, la ¨²ltima hace un a?o, cuando, acorralado por los esc¨¢ndalos judiciales, se enfrentaba a una reelecci¨®n que todos los sondeos auguraban incierta y acab¨® ganando con el 82% de los votos, gracias al sentimiento de miedo inspirado por la extrema derecha de Le Pen.
La periodista Rapha?lle Bacqu¨¦, que ha seguido muchos a?os al presidente franc¨¦s -ahora desde Le Monde-, dice de ¨¦l: "Hay que creer que ese demonio del poder que le habita es mucho m¨¢s poderoso de lo que lo son las ambiciones de sus semejantes". As¨ª ha sido en el combate de la pol¨ªtica interior: falta por ver lo que suceder¨¢ en el tablero de una crisis internacional tan dura como la que est¨¢ planteada en estos momentos. No se sabe si tiene una estrategia para desarmar a Sadam Husein y demostrar que su constante pr¨¦dica -"Oriente Pr¨®ximo no necesita una guerra suplementaria"- es el camino correcto para la comunidad internacional, adem¨¢s del deseado por millones y millones de europeos. En todo caso, Jacques Chirac ha jugado siempre hasta el ¨²ltimo minuto de cada partido, sin darse jam¨¢s por vencido.
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