Amar a Estados Unidos y marchar por la paz
El mal hace da?o. No digo nada nuevo si recuerdo que la finalidad principal de cualquier acci¨®n y movimiento terrorista es desestabilizar el campo de aquellos a quienes ataca. Desestabilizar quiere decir poner nerviosos a los dem¨¢s, hacer que sean incapaces de reaccionar con calma, que sospechen unos de otros. Ni el terrorismo de derechas ni el de izquierdas han conseguido, a fin de cuentas, desestabilizar, por ejemplo, a Italia. Por eso han sido derrotados, por lo menos en su primera y m¨¢s temible ofensiva. Pero en el fondo, se trataba de fen¨®menos provincianos.
El terrorismo de Bin Laden (y en cualquier caso, de la amplia franja fundamentalista que representa) es evidentemente mucho m¨¢s h¨¢bil, difuso y eficiente. Ha conseguido desestabilizar al mundo occidental, despu¨¦s del 11 de septiembre, evocando antiguos fantasmas de lucha entre civilizaciones, guerras de religi¨®n y choque de continentes. Pero ahora est¨¢ consiguiendo un resultado mucho m¨¢s satisfactorio: despu¨¦s de haber hecho m¨¢s profunda la fractura entre el mundo occidental y el tercer mundo, ahora est¨¢ fomentando profundas fracturas en el interior del propio mundo occidental.
Es in¨²til hacerse ilusiones: se est¨¢n perfilando conflictos (no b¨¦licos, pero, desde luego, morales y psicol¨®gicos) entre Estados Unidos y Europa, y una serie de fracturas en el interior de la propia Europa. Cierto antiamericanismo franc¨¦s latente empieza a dejarse o¨ªr en voz m¨¢s alta y (?lo habr¨ªamos imaginado alguna vez?) en Estados Unidos vuelve a estar de moda el apodo de comedores de ranas con el que anta?o se designaba a los franceses.
Para mantener los nervios a raya habr¨¢ que recordar ante todo que estas fracturas no enfrentan a los estadounidenses con los alemanes, a los ingleses con los franceses. Al asistir a las protestas contra la guerra que est¨¢n surgiendo en ambas orillas del Atl¨¢ntico, intentamos recordar que no es cierto que "todos los estadounidenses quieren la guerra" y tampoco que "todos los italianos quieren la paz". La l¨®gica formal nos ense?a que basta con que un solo habitante del globo odie a su madre para no poder decir "todos los hombres quieren a su madre". S¨®lo se puede decir "algunos hombres quieren a su madre" y "algunos" no quiere decir necesariamente "pocos", tambi¨¦n puede querer decir el 99%.
Pero tampoco el 99% se traduce como "todos", sino como "algunos", que precisamente quiere decir no todos. Hay pocos casos en los que se puede usar el llamado cuantificador universal "todos": con seguridad, s¨®lo para la afirmaci¨®n "todos los hombres son mortales", porque hasta hoy, incluso los dos de los que se piensa que resucitaron, Jes¨²s y L¨¢zaro, en un determinado momento dejaron de vivir y pasaron por el embudo de la muerte. Por lo tanto, las fracturas no son entre los todos de una parte y los todos de otra: son siempre entre algunas de las dos (o tres, o cuatro) partes. Parece una minucia, pero sin este tipo de premisas se cae en el racismo.
En lo m¨¢s vivo, y sangriento aunque todav¨ªa no sangrante, de estas fracturas, se oyen cada d¨ªa afirmaciones que se vuelven fatalmente racistas, del tipo de "todos los que temen la guerra son aliados de Sadam", pero tambi¨¦n "todos los que consideran indispensable el uso de la fuerza son nazis". ?Intentamos razonar?
Hace unas semanas un cr¨ªtico ingl¨¦s hablaba, por otra parte en un tono en general favorable, de mi librito Cinco escritos morales, traducido hace poco en su pa¨ªs. Pero cuando lleg¨® a la p¨¢gina en que escribo que la guerra deber¨ªa convertirse en un tab¨² universal, comentaba sarc¨¢sticamente: "Que vaya a dec¨ªrselo a los supervivientes de Auschwitz". Quer¨ªa decir que si todos hubieran sentido horror por la guerra no se habr¨ªa producido ni siquiera la derrota de Hitler y la salvaci¨®n (desgraciadamente, s¨®lo de "algunos") de los jud¨ªos encerrados en los campos de exterminio.
Ahora bien, esto me parece un razonamiento como m¨ªnimo injusto. Yo puedo sostener (y de hecho sostengo) que el homicidio es un crimen inadmisible y no me gustar¨ªa matar a nadie en mi vida, pero si un tipo armado con un cuchillo entrara en mi casa y quisiera matarnos a m¨ª o a alguno de mis seres queridos, har¨ªa lo posible por detenerlo rompi¨¦ndole una silla en la cabeza, y si se quedara en el sitio no sentir¨ªa el m¨¢s m¨ªnimo remordimiento. De igual forma, la guerra es un crimen y el culpable que desencaden¨® la guerra mundial se llamaba Hitler: si luego, una vez que la desencaden¨®, los aliados se movilizaron y opusieron violencia a violencia, hicieron naturalmente bien, porque se trataba de salvar al mundo de la barbarie. Eso no quita que la Segunda Guerra Mundial haya sido algo atroz, que haya costado 55 millones de v¨ªctimas, y que habr¨ªa sido mejor que Hitler no la hubiera desencadenado.
Una forma menos parad¨®jica de objeci¨®n es ¨¦sta: "?Por lo tanto, admites que estuvo bien que Estados Unidos interviniera militarmente para salvar a Europa e impedir que el nazismo erigiera campos de exterminio tambi¨¦n en Liverpool o Marsella?". Desde luego, respondo, hicieron bien, y para m¨ª permanece como un recuerdo imborrable la emoci¨®n con la que a los trece a?os fui al encuentro del primer regimiento de liberadores estadounidenses (entre otras cosas, un regimiento de negros) que llegaba a la peque?a ciudad adonde me hab¨ªan evacuado. El cabo Joseph, que me dio los primeros chicles y los primeros tebeos de Dick Tracy, se hizo pronto amigo m¨ªo. Pero a esta objeci¨®n, despu¨¦s de mi respuesta, sigue otra: "?Por lo tanto, los estadounidenses hicieron bien en arrancar de ra¨ªz la naciente dictadura nazifascista!".
La verdad es que no s¨®lo los estadounidenses, sino tampoco los ingleses y los franceses, acabaron con las dos dictaduras cuando estaban naciendo. Al fascismo intentaron contenerlo, amansarlo e incluso aceptarlo como intermediario hasta principios de 1940 (con alg¨²n acto demostrativo, como las sanciones, pero poco m¨¢s), y al nazismo le dejaron expandirse durante algunos a?os. Estados Unidos intervino despu¨¦s de que los japoneses atacaran Pearl Harbor y, entre otras cosas, corremos el riesgo de olvidar que fueron Alemania e Italia, despu¨¦s de Jap¨®n, quienes declararon la guerra a Estados Unidos, y no al contrario (s¨¦ que a los m¨¢s j¨®venes esto les puede parecer una historia grotesca, pero ocurri¨® precisamente as¨ª).
Estados Unidos esper¨® para entrar en el conflicto, a pesar de la tensi¨®n moral que le empujaba a hacerlo, por razones de prudencia, porque no se sent¨ªa bastante preparado, e incluso porque en su seno hab¨ªa simpatizantes (famosos) del nazismo, y Roosevelt tuvo que hilar muy fino para arrastrar a su pueblo a ese acontecimiento.
?Hicieron mal Francia e Inglaterra en aguardar -esperando frenar el expansionismo alem¨¢n- a que Hitler invadiera Checoslovaquia? Quiz¨¢, y se ha ironizado mucho sobre las maniobras desesperadas de Chamberlain para salvar la paz. Esto nos dice que a veces se puede pecar de prudencia, pero que se intenta todo lo posible con tal de salvar la paz, y por lo menos al final qued¨® claro que fue Hitler quien empez¨® la guerra y que, en consecuencia, ten¨ªa toda la responsabilidad.
Por lo tanto, me parece injusta la primera p¨¢gina de ese diario estadounidense que public¨® una foto del cementerio de los valientes yanquis muertos por salvar a Francia (y es verdad) advirtiendo que ahora Francia est¨¢ olvidando esa deuda. Francia, Alemania y todos aquellos que encuentran prematura una guerra preventiva hecha ahora y s¨®lo en Irak no est¨¢n negando solidaridad a Estados Unidos en un momento en el que est¨¢, por as¨ª decirlo, rodeado por el terrorismo internacional.
S¨®lo sostenemos, como piensan muchas personas con sentido com¨²n, que un ataque a Irak no derrotar¨ªa el terrorismo, sino que probablemente (y en mi opini¨®n seguramente) lo potenciar¨ªa, y llevar¨ªa a las filas terroristas a muchos que ahora se encuentran en condiciones de perplejidad y prudencia. Piensan que el terrorismo capta adeptos que viven en Estados Unidos y en Europa, y su dinero no est¨¢ depositado en bancos de Bagdad, pero pueden recibir armas, qu¨ªmicas o no, tambi¨¦n de otros pa¨ªses.
Intentemos imaginar que, antes del desembarco de Normand¨ªa, De Gaulle se hubiese empe?ado, en vista de que ten¨ªa sus tropas en los territorios de ultramar, en exigir un desembarco en la Costa Azul. Los estadounidenses y los ingleses probablemente se habr¨ªan opuesto, alegando numerosas razones: que en el Tirreno hab¨ªa todav¨ªa, al este, tropas alemanas que controlaban las costas italianas al menos en el golfo de G¨¦nova, o que desembarcando al norte ten¨ªan a sus espaldas a Inglaterra y era m¨¢s seguro hacer que las tropas de desembarco transitaran por la Mancha en vez de navegar por todo el Mediterr¨¢neo. ?Habr¨ªamos dicho que Estados Unidos apu?alaba a Francia por la espalda? No, habr¨ªan expresado un desacuerdo estrat¨¦gico y, en efecto, considero que era m¨¢s razonable desembarcar en Normand¨ªa. Habr¨ªan usado todo su peso para inducir a De Gaulle a no realizar una operaci¨®n est¨¦ril y peligrosa. Nada m¨¢s.
Otra objeci¨®n que circula es ¨¦sta, y me la plante¨® hace poco un se?or muy importante y digno de alabanza por los esfuerzos realizados desde hace a?os en misiones de paz: "Pero Sadam es un dictador feroz, y su pueblo sufre bajo su sangriento dominio. ?Es que no vamos a pensar en los pobres iraqu¨ªes?". Pensamos en ellos, desde luego, pero, ?estamos pensando en los pobres coreanos del norte, en quienes viven bajo el yugo de tantos dictadores africanos o asi¨¢ticos, en quienes se han visto dominados por dictadorzuelos de derechas apoyados y alimentados para impedir revoluciones de izquierdas en Am¨¦rica del Sur?
?Se ha pensado alguna vez en liberar con una guerra preventiva a los pobres ciudadanos rusos, ucranios, estonios y uzbecos que Stalin mandaba a los gulag? No, porque si hubiera que declarar la guerra a todos los dictadores, el precio, en t¨¦rminos de sangre y de riesgo at¨®mico, ser¨ªa enorme. Y por lo tanto, como se hace siempre en pol¨ªtica, que es realista incluso cuando se inspira en valores ideales, se han dado largas, intentando obtener el m¨¢ximo con medios no cruentos: la opci¨®n ganadora, entre otras cosas, en vista de que las democracias occidentales al final han conseguido eliminar la dictadura sovi¨¦tica sin lanzar bombas at¨®micas. Se ha necesitado algo de tiempo; alguno, mientras tanto, se ha dejado la piel, y lo sentimos, pero nos hemos ahorrado algunos cientos de millones de muertos.
Son pocas observaciones, pero suficientes, espero, para dar a entender que la situaci¨®n en la que nos encontramos no consiente, y precisamente debido a su gravedad, estos cortes tajantes, divisiones de campo, condenas del tipo "si piensas as¨ª eres nuestro enemigo". Tambi¨¦n esto ser¨ªa fundamentalismo. Se puede amar a Estados Unidos, como tradici¨®n, como pueblo, como cultura y con el respeto que se debe a quien ha ganado a pulso los galones de pa¨ªs poderoso del mundo, se puede haber estado golpeado en lo m¨¢s ¨ªntimo por la herida que sufri¨® hace m¨¢s de un a?o, sin por ello eximirnos de advertirle que su Gobierno est¨¢ tomando una decisi¨®n equivocada y debe sentir no nuestra traici¨®n, sino nuestro franco desacuerdo. De otro modo, lo que se habr¨ªa conculcado ser¨ªa el derecho al desacuerdo. Y eso ser¨ªa precisamente lo contrario de lo que nos ense?aron a nosotros, j¨®venes de entonces, despu¨¦s de a?os de dictadura, los libertadores de 1945.
Umberto Eco es escritor y semi¨®logo italiano. ? La Repubblica, 2003.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.