El baile farruquero impuso su ley
Tuvimos que esperar al final, al ¨²ltimo d¨ªa y al ¨²ltimo n¨²mero del programa, para ver al p¨²blico vibrar apasionado con cada incidencia del baile. Claro es que estaba justificada tanta expansi¨®n de gozo. El baile farruquero -del que fue piedra fundamental aquel gitano llamado Antonio Montoya, El Farruco, ¨²nico en la historia de lo jondo- tiene a¨²n el nervio, la tragedia y el duende que ya raramente vemos en otras escuelas de baile. Muchos, muchos, han querido beber de ¨¦l, pero nadie ha podido ni siquiera aproximarse a esa forma de expresi¨®n tan propia.
Arte exaltado
Ecos negros y duende
Cante: Dolores Agujetas y El Torta. Toque: Parrilla de Jerez y Antonio Higuero. Baile: Farruquito. Teatro Alb¨¦niz. Madrid, 22 de febrero.
Salvo su familia, por supuesto, y en especial este Farruquito que a sus 20 a?os se ha convertido en patriarca del clan, puesto que el abuelo y el padre -el cantaor El Moreno, perfectamente integrado en el grupo- fallecieron en breve espacio de tiempo. Farruquito es, sobre todo, el heredero de un arte exaltado y emocionante, que ¨¦l interpreta con una madurez abrumadora. ?l y su hermano Antonio el Farru -"?gitano rubio y rancio!", le grit¨® una espectadora- hicieron una espectacular salida por siguiriyas, que bailaron con templanza y sentido de lo jondo.
Porque todo su baile es as¨ª, sin embarullamientos ni zapatazos gratuitos. Por supuesto que en el baile farruquero los taconeos tienen verdadera trascendencia, pero hay que ver la elegancia, delicadeza y encanto con que Farruquito juega a su vez el cuerpo -todo el cuerpo, brazos, manos, cabeza, cintura...- en una prodigiosa s¨ªntesis del mejor baile flamenco.
Las soleares, ¨²nico baile que hizo despu¨¦s en solitario -el baile insignia de su abuelo, y parece que ser¨¢ el suyo-, fueron absolutamente geniales, serenas por momentos, por momentos endiabladas, con quiebros y recursos imaginativos e imposibles en otros.
Y quedan farrucos para largo. En las buler¨ªas finales compareci¨® el hermano menor de Farruquito, de cinco a?os, y bail¨® con un sentido ya asombroso. Obviamente, lo que hab¨ªamos visto en la primera parte, el cante sin entidad de Dolores Agujetas y el buen cante, aunque no emocionara, de El Torta, perdieron relieve.
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