La nada reina en Corea del Norte
La escasez de combustible convierte Pyongyang en una ciudad fantasma sin coches, luz ni calefacci¨®n
Enfundada en su pantal¨®n azul mediterr¨¢neo, la joven guardia da un giro sobre el pie izquierdo, re¨²ne ambas extremidades con un movimiento marcial y da v¨ªa libre con decisi¨®n. Pero en el cruce de las dos amplias avenidas de Pyongyang no hay tr¨¢fico que dirigir, salvo un viejo Mercedes amarillo oficial, el ¨²nico veh¨ªculo que circula en ese momento por la intersecci¨®n. Es pleno d¨ªa, y las calles de la capital norcoreana se extienden vac¨ªas de coches hasta los edificios. Por una sencilla raz¨®n: no hay gasolina.
La escasez de combustible que vive Corea del Norte desde que, el pasado diciembre, Estados Unidos y sus aliados Corea del Sur y Jap¨®n suspendieran el suministro ha convertido las calles y carreteras en enormes aceras. "S¨®lo hay autobuses entre las grandes ciudades, y no siempre funcionan", explica Paek Chol Ho, uno de los dos funcionarios que acompa?an en todo momento a EL PA?S durante su visita, una de las que con cuentagotas ha autorizado el Gobierno desde que comenz¨® la crisis nuclear con Washington. "Actualmente sufrimos una situaci¨®n un poco dif¨ªcil. Estados Unidos nos quiere aplastar. As¨ª que tratamos de vivir por nuestros propios medios", dice.
Los norcoreanos trasladan a pie durante kil¨®metros, fardos a la espalda
El escaso transporte p¨²blico, los parones en tranv¨ªas y trolebuses por falta de fluido el¨¦ctrico y la baja utilizaci¨®n de la bicicleta, b¨¢sica en otros pa¨ªses como China, han puesto en marcha a los norcoreanos, que se trasladan a pie durante kil¨®metros, fardos a la espalda, como si fueran desplazados de una guerra que nadie dice desear, pero que los dirigentes han amenazado con emprender si Washington les impone sanciones econ¨®micas por su programa nuclear.
A esto se suma el fr¨ªo, que todav¨ªa cala en un invierno que este a?o ha sido m¨¢s duro por la penuria de energ¨ªa. La falta de calefacci¨®n, con temperaturas que bajan hasta 20 grados bajo cero, afecta desde hospitales a escuelas y viviendas. Es la raz¨®n que, seg¨²n Ryu Sung Rim, un alto funcionario, decidi¨® a Pyongyang a utilizar la energ¨ªa nuclear para generar electricidad. "Pero es s¨®lo para esto. Ni tenemos armas nucleares ni intenci¨®n de producirlas", asegura. Un extremo que no se cree Estados Unidos, que considera que al menos posee dos bombas at¨®micas y en pocos meses podr¨ªa fabricar m¨¢s en su central nuclear de Yongbion.
El Gobierno del pa¨ªs m¨¢s recluido del mundo se encarga de recordar a sus habitantes que la posibilidad de un conflicto est¨¢ ah¨ª. Grandes carteles en el m¨¢s puro estilo sovi¨¦tico, con im¨¢genes de victoriosos soldados aplastando al invasor estadounidense, salpican la capital, mientras los esl¨®ganes en rojo y blanco airean las ideas del r¨¦gimen estalinista. "Viva la naci¨®n por delante de todo", dice uno. "Unidos en un solo pensamiento", reza otro. "Larga vida a la pol¨ªtica basada en el Ej¨¦rcito", se lee en un tercero. Y, omnipresente, la imagen paternal del "presidente eterno", Kim Il Sung, fundador de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Popular de Corea del Norte y padre del actual "dirigente camarada", Kim Jong Il.
En la capital, algunos camiones militares recorren las calles, cargados de j¨®venes soldados. Aguantan el fr¨ªo bajo la capota, mientras miran extasiados a cualquier extranjero. Son m¨¢s de un mill¨®n, en un pa¨ªs de 22,2 millones de habitantes, en el que "el Ej¨¦rcito va antes que nada". "Son los primeros servidos, con las mejores cosechas y sin l¨ªmite", dice un miembro de una organizaci¨®n humanitaria. Servidos antes que los 6,4 millones de norcoreanos, principalmente ni?os, mujeres embarazadas y ancianos, que sufren escasez alimentaria en un pa¨ªs que todav¨ªa arrastra la hambruna que sufri¨® en los a?os noventa.
"En una mano, la hoz y el martillo, y en la otra, el fusil", afirma Riu sobre la pol¨ªtica que, seg¨²n Pyongyang, les ha permitido hacer frente a Estados Unidos. Y por la ma?ana, las consignas por altavoz desde las camionetas, "para que la gente inicie con j¨²bilo la jornada", explica uno de los dos acompa?antes.
Fuera de la capital, el color ocre se adue?a del paisaje. En el condado sure?o de Sinchon, las cuadrillas de campesinos se desplazan hoz al hombro. Por todos lados circulan carros de madera tirados por bueyes. Un grupo amontona esti¨¦rcol en un campo. Algunos agricultores aran la tierra a golpe de azada, otros dirigen el arado tirado por un buey. La falta de combustible, de neum¨¢ticos y de piezas de repuesto ha paralizado el 50% de los tractores. Preparan los campos de arroz, que ser¨¢n inundados a principios de abril, para comenzar a plantar el mes siguiente. "Entonces, campesinos, habitantes de la ciudad y estudiantes acudir¨¢n para trabajar en el campo", dice Paek. "Cultivamos el grano con el trabajo de toda la naci¨®n".
Mientras el viejo Mercedes circula por la carretera, el conductor va tocando el claxon. Una mujer se asusta y da un salto, poco habituada a ver pasar coches. Sobre una colina se alinea un grupo de viviendas de dos pisos. En un pueblo, un centenar de hombres y mujeres repara el muro que rodea un grupo de casas con tejados en forma de pagoda. Un hombre bucea dentro del motor de uno de los numerosos camiones verde oliva que se ven averiados en los bordes de las carreteras.
A la entrada de Pyongyang, la autopista pasa bajo el arco creado por el monumento a la reunificaci¨®n, una gigantesca escultura blanca formada por dos mujeres. Una representa el Norte; la otra, el Sur. Sostienen un mapa de la pen¨ªnsula coreana.
El aviso de escasez energ¨¦tica ya lleg¨® en el aeropuerto, donde algunas estancias permanecen a oscuras aunque se accione el interruptor. Otros han venido despu¨¦s; en el restaurante, donde se produce un apag¨®n. O al ponerse el sol. Porque cuando llega la noche es como si Corea del Norte entrara en el sue?o de la ceguera. El alumbrado p¨²blico no funciona. Los pueblos permanecen a oscuras y los grandes bloques que pueblan Pyongyang se levantan como mosaicos fantasmag¨®ricos donde rivalizan en tristeza fluorescentes con bombillas de baja intensidad. Alrededor, la negrura y el silencio.

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