El terrorismo del siglo XXI
Veintisiete a?os despu¨¦s de su primera impresi¨®n en lengua inglesa, la traducci¨®n al castellano de la edici¨®n revisada de este ensayo hist¨®rico sobre el terrorismo (de cita obligada en las bibliograf¨ªas sobre la materia) publicada en junio de 2001 incluye ahora el pr¨®logo escrito por el autor tras los atentados del 11 de septiembre. Bastantes cosas han cambiado, desde luego, durante estos cinco lustros: la preponderancia del fundamentalismo religioso como bandera de los grupos terroristas, la dimensi¨®n internacional de la amenaza, los Estados c¨®mplices de sus acciones y el temor al empleo de armas nucleares, qu¨ªmicas y biol¨®gicas en atentados indiscriminados constitituyen aspectos inquietantes de ese nuevo panorama. Sin embargo, la lectura del cuerpo central del libro escrito en 1977 por Walter Laqueur lleva a concluir que las manifestaciones contempor¨¢neas del terrorismo no modifican sustancialmente los rasgos invariantes de un fen¨®nemo hist¨®rico de vieja data.
UNA HISTORIA DEL TERRORISMO
Walter Laqueur
Traducci¨®n de Tom¨¢s Fern¨¢ndez A¨²d y Beatriz Eguibar
Paid¨®s. Barcelona, 2003
351 p¨¢ginas. 22 euros
Ni siquiera la eventual utilizaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva resulta original si se recuerdan los planes de los activistas y los temores de sus v¨ªctimas en el pasado. Kart Heinzen (el revolucionario alem¨¢n que termin¨® pac¨ªficamente sus d¨ªas como director de un peri¨®dico de Boston) depositaba en 1849 grandes esperanzas en el gas venenoso, los misiles bal¨ªsticos y las minas capaces de volar "ciudadades enteras de 100.000 habitantes"; otro ide¨®logo decimon¨®nico del terror, Johann Most, so?aba con dirigibles cargados de dinamita para bombardear desfiles militares. El feniano O'Donovan Rossa proyect¨® rociar con gas de osmio la C¨¢mara de los Comunes; otros revolucionarios irlandeses intentaron construir submarinos. Durante la Gran Guerra, los servicios de espionaje advirtieron a las autoridades que las potenciales centrales hab¨ªan contratado "elementos anarquistas" para trasladar bacilos del c¨®lera en plumas estilogr¨¢ficas desde Suiza hasta Rusia. Ni siquiera los pilotos que se estrellaron el 11 de septiembre contra las Torres Gemelas y el Pent¨¢gono inventaron el atentado suicida: adem¨¢s del precedente de los sicarios jud¨ªos en el siglo I y de los asesinos ismail¨ªes en el siglo XI, los populistas rusos y los anarquistas europeos daban por descontada la alta probabilidad de morir en atentados perpetrados por medio de bombas.
Walter Laqueur advierte que las generalizaciones sobre la historia del terrorismo son modestas y se refieren al fracaso de las metas perseguidas y a la producci¨®n de efectos perversos. La discontinuidad temporal y las reapariciones por sorpresa marcan el curso de ese sanguinario Guadiana. Las causas a las que sirve el terror son heterog¨¦neas: la ideolog¨ªa y la pr¨¢ctica de esa cruel forma de violencia pol¨ªtica son reivindicadas por la ultraderecha y por la extrema izquierda, por los movimientos nacionalistas y por los fanatismos religiosos musulmanes y cristianos. Dentro del terrorismo puesto al servicio de objetivos etnicistas, Walter Laqueur se ocupa de ETA, aunque alguna mala lectura de las fuentes o un lapsus calami le haga cometer la equivocaci¨®n de extender el irredentismo nacionalista vasco hasta Galicia.
Las explicaciones reduccio
nistas del terrorismo est¨¢n condenadas al fracaso: si Cesare Lombroso vincul¨® de manera estrafalaria el anarquismo meridional con la pelagra y la avitaminosis, los estudios sociol¨®gicos que establecen correlaciones entre el terrorismo y diferentes variables (como la urbanizaci¨®n, la asistencia m¨¦dica o el n¨²mero de peri¨®dicos en circulaci¨®n) conducen tambi¨¦n a un callej¨®n sin salida. No corren mejor suerte los indicadores econ¨®micos: aplicarlos a ese fin es como "usar un cascanueces gigante para cascar un objeto diminuto que tal vez ni siquiera sea una nuez". La falta de legitimidad de los sistemas pol¨ªticos tambi¨¦n ha dejado de ser una pista segura: aun siendo verdad que los populistas del siglo XIX se enfrentaban a la autocracia zarista en nombre de la libertad, las redes terroristas de nuestros d¨ªas no atacan a los reg¨ªmenes totalitarios, sino a las democracias permisivas y a los autoritarismos ineficaces. Hasta las percepciones sociales han sufrido notables alteraciones a lo largo del ¨²ltimo siglo y medio: frente al rechazo casi universal que hoy provocan los atentados terroristas indiscriminados, los juicios morales sobre los "h¨¦roes y m¨¢rtires" de Narodnaya Volya eran tan benevolentes que el an¨¢lisis psicol¨®gico de sus motivos personales hubiera parecido tan impropio "como una investigaci¨®n sobre la vida sexual de un santo en una historia oficial de la Iglesia". Y hoy d¨ªa los autores de atentados criminales id¨¦nticos entre s¨ª suelen ser calificados alternativamente de terroristas o de luchadores por la libertad desde enfoques ideol¨®gicos opuestos, a veces c¨ªnicamente modificados en el tiempo seg¨²n la l¨®gica de la raz¨®n de Estado.
Walter Laqueur sostiene que el terrorismo no es una ideolog¨ªa sino la utilizaci¨®n de la violencia por elementos radicales y fan¨¢ticos de todo el espectro pol¨ªtico. Pero esa laxa definici¨®n deja tan insatisfecho al autor de esta obra imprescindible que le lleva a plantearse la conveniencia de abandonar un r¨®tulo abarcador de una gama demasiado heterog¨¦nea de comportamientos; tal vez la ¨²nica raz¨®n de que el concepto de terrorismo se siga utilizando -concluye- "es que nadie ha ideado hasta la fecha un t¨¦rmino o unos t¨¦rminos mejores con qu¨¦ sustituirlo".
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