Una gota de luz negra
En Mascarada (1996), Pere Gimferrer se coloc¨® en el centro de una diana donde se armonizaban los vestigios del automatismo surreal, la consciencia compositiva y una subversiva pasi¨®n er¨®tica. En una l¨ªnea de continuidad no reiterativa public¨® El diamant dins l'aigua (2001), que ahora se presenta en edici¨®n biling¨¹e, con el concurso de varios traductores. Hay en este volumen cuatro poemas que no estaban en aqu¨¦l, en el que se inclu¨ªan, en cambio, otros tantos que ya figuraban en Obra catalana completa/1 (1995). Adem¨¢s, los poemillas de la secci¨®n II, referidos al cineasta japon¨¦s Kenji Mizoguchi, se hab¨ªan publicado en una edici¨®n para bibli¨®filos (s¨®lo 12 ejemplares), y luego, con traducci¨®n de Garc¨ªa Jambrina, en la compilaci¨®n Marea solar, marea lunar (2000). En fin, la secci¨®n IV, de expreso compromiso c¨ªvico -en coherencia con Mascarada, algunos de cuyos versos escandalizaron en su d¨ªa a los monaguillos de lo pol¨ªticamente correcto-, contiene composiciones que ya constaban en la Antologia po¨¨tica preparada por E. Bou (1999), como Per Sarajevo y el soneto en forma de letan¨ªa Inscripci¨®, dedicado a Lasa y Zabala.
EL DIAMANTE EN EL AGUA
Pere Gimferrer
Traducci¨®n de Justo Navarro, Luis Garc¨ªa Jambrina, Antonio Colinas, Oriol Pi de Cabanyes, Nicole d'Amonville Alegr¨ªa y Pere Gimferrer
Ediciones del Bronce
Barcelona, 2002
104 p¨¢ginas. 12 euros
No es ¨¦ste, sin embargo,
un libro de reba?aduras, sino un conjunto de poemas parejo en su ambici¨®n art¨ªstica a Mascarada, aunque m¨¢s heterog¨¦neo y dispersivo. Lo sorprendente de su intensidad es que aqu¨¦l parec¨ªa un punto de t¨¦rmino, aunque para curarse de suposiciones gratuitas hubiera bastado con echar la vista atr¨¢s y comprobar que no era la primera vez que ocurr¨ªa algo parecido: as¨ª antes de su primer libro en catal¨¢n (Els miralls, 1970), as¨ª tambi¨¦n despu¨¦s de L'espai desert (1977), cuya reducci¨®n a unos pocos temas medulares anunciaba el silencio que lleg¨® tras Como un ep¨ªleg (1981), roto no obstante con El vendaval (1988).
Junto a los dos apartados
aludidos, hay otros tres especialmente valiosos. El primero es un conjunto de 182 versos en redondillas de eneas¨ªlabos con rima consonante fija, lo que produce asombro por la composici¨®n, y no menos por la versi¨®n de Justo Navarro, que mantiene los estrict¨ªsimos tirantes de metro y rima sin m¨¢s que una leve flexibilizaci¨®n: como el traductor hace lo que no puede hacerse, en ese tour de force acaba importando casi m¨¢s el proceso de tan desigual combate que su resultado. A tales peculiaridades apunta la "nota del autor". En ella, Gimferrer da cuenta de la m¨¢quina de rimar, cuyos engranajes m¨¦tricos est¨¢n tan a la luz en los poemas que su evidencia musical oculta el desarrollo sem¨¢ntico y la l¨®gica de los versos, por m¨¢s que emane de todos ellos un aire de despedida condensado en el apartado V, En derribo. Ni el rubeniano t¨ªtulo del volumen ni la evocaci¨®n de esa ya lejana "juventud, divino tesoro" son los ¨²nicos recuerdos de Dar¨ªo en este libro: tambi¨¦n remiten a ¨¦l parte del l¨¦xico, los ritmos y aun los avisos del desmoronamiento, sostenidos en el timbre argentino y las pautas mec¨¢nicas de una caja de m¨²sica: "Tot just una cirera ahir / la jovenesa, avui escata. / Pels carrers la llum desbarata / l'arquitectura del jard¨ª"; en la traducci¨®n: "Como cereza consum¨ª / la juventud, y hoy me amorata. / Luz callejera disparata / la arquitectura del jard¨ªn".
La secci¨®n III encierra algu
nos de los poemas de amor m¨¢s bellos y sentimentalmente expl¨ªcitos del autor. El titulado Madrugada comienza: "Morir entre tus brazos, amor, es cuanto quiero"; y Demanda: "Ay¨²dame a morir entre tus brazos". Pero el empuje er¨®tico del libro de 1996 cede aqu¨ª ante el "planto de atardecer", de un virtuosismo s¨®lo equiparable a su tristeza. El de la oto?ada es el son dominante en este sumario po¨¦tico y vital: sombras y adioses, escritura como red de sargazos donde se descabezan las palabras, la noche miniada en "una gota de luz negra" que permite vislumbrar, entre las escorias del derrumbe, "s¨®lo el nombre y los muertos".
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