Donde las musas andan sueltas
Cervantes, Quevedo, G¨®ngora y Lope, entre cuatro calles de Madrid
Sue?o de sombras, polvo, viento y humo. Al menos dos veces por semana, durante el curso, atravieso el barrio de las Musas. Pero no todo ¨¦l, sino el cuadrado que forman la calle del Prado con San Agust¨ªn y la de Huertas con la de Le¨®n. En esta peque?a encrucijada vivieron cuatro de los m¨¢s grandes escritores espa?oles de todos los tiempos: Cervantes, Lope de Vega, G¨®ngora y Quevedo. Y al menos los dos primeros tambi¨¦n murieron aqu¨ª.
En la calle de Cervantes, que sube desde la del Duque de Medinaceli hasta la de Le¨®n, habitaron Cervantes y Lope. Mientras que la casa del autor del Quijote fue ignominiosamente derribada, la de Lope, que el autor compr¨® en 1610, se salv¨® de milagro. Viv¨ªa entonces con su segunda esposa, do?a Juana de Guardo, y permaneci¨® viviendo en ella durante los ¨²ltimos veinte a?os de su existencia, siempre entre alegr¨ªas y tristezas. All¨ª muri¨®, a los siete a?os de edad, su hijo Carlos F¨¦lix (al que dedic¨® una larga y desgarradora eleg¨ªa). Juana falleci¨® al dar a luz a su ¨²ltima hija leg¨ªtima, Feliciana. M¨¢s tarde, ya ordenado sacerdote, esa misma casa cobij¨® los amores sacr¨ªlegos con Marta de Nevares, que muri¨® en ella, ciega y medio loca (Lope le dedic¨® numerosos poemas llam¨¢ndola Amarilis y Marcia Leonarda, y llor¨® su ausencia con estos versos: "?Oh, luz, que me dejaste!, / ?Cu¨¢ndo ser¨¢ posible / Que vuelva a verte el alma / Y que esta vida animes?").
El perro del hortelano, El caballero de Olmedo, Perib¨¢?ez y el comendador de Oca?a, El castigo sin venganza o Fuenteovejuna, entre otros cientos de obras teatrales y poemas, fueron concebidos y redactados entre esas cuatro paredes. El edificio, restaurado en 1931 por Pedro Muguruza, recuper¨® muchos muebles y objetos del escritor que, tras su fallecimiento, hab¨ªan sido depositados en el vecino convento de las Trinitarias. All¨ª era monja Marcela, hija de Lope y Micaela de Luj¨¢n. Hoy la casa est¨¢ casi tal cual la disfrut¨® su habitante m¨¢s famoso: salas, dormitorios, capilla, biblioteca. Tambi¨¦n el huerto, el jard¨ªn, el palomar. La casa estaba muy pr¨®xima a los corrales de comedias y a los mentideros de la corte, su ciudad natal: "Hermosa Babilonia en que he nacido / para f¨¢bula de propios y de extra?os, / centro apacible, dulce y patrio nido. / C¨¢rcel de la raz¨®n y del sentido, / escuela de lisonjas y de enga?os...".
Amanecer entre libros
Lope muri¨® en 1635 y fue enterrado, multitudinariamente, en la muy cercana iglesia de San Sebasti¨¢n, entre la calle de Atocha y la plaza del ?ngel. "Entre los libros me amanece el d¨ªa / hasta la hora que del alto cielo / Dios mismo baja a la largueza m¨ªa". Las musas, quiz¨¢ incluso Dios mismo, inspiraron aqu¨ª al F¨¦nix de los Ingenios, que trabajaba sin parar desde la madrugada hasta la noche.
Si seguimos calle arriba por la de Cervantes, a mano izquierda, antes de toparnos con la de Le¨®n, se encontraba la casa donde se alberg¨® en sus ¨²ltimos a?os y muri¨® en 1616 el manco de Lepanto. Pero Cervantes no era su propietario, sino que ocupaba, de alquiler, una muy modesta habitaci¨®n. Antes esta calle se llam¨® de los Francos por el propietario de una de las casas que all¨ª hubo, la de don Pedro Su¨¢rez de Francos, regidor de la villa a principios del siglo XV. Era s¨®lo un camino que atravesaba los huertos anejos al monasterio de San Jer¨®nimo. Pero ¨¦sta no fue la ¨²nica casa que habit¨® Cervantes en Madrid; antes vivi¨® en la calle de la Magdalena, y tambi¨¦n en la plaza de Matute, y en la calle de Huertas, y en la del Pr¨ªncipe. A pesar de la campa?a emprendida por Mesonero Romanos contra la demolici¨®n de su ¨²ltima vivienda en la calle de Le¨®n en su esquina a la calle de los Francos, el inmueble ser¨ªa derribado en la tercera d¨¦cada del siglo XIX. El rey Fernando VII intent¨® comprarlo, pero al negarse el propietario renunci¨®. ?ste debi¨® de ser el ¨²nico gesto de magnanimidad de un monarca fat¨ªdico y absolutista. Seg¨²n se contaba, el due?o se quejaba del escaso ofrecimiento recibido por una casa "donde hab¨ªa muerto Don Quijote". En su lugar se levant¨® un edificio de varios pisos con balcones de hierro. Mesonero Romanos consigui¨® al menos que en la nueva fachada figurase el busto del escritor, as¨ª como una l¨¢pida que dice: "Aqu¨ª vivi¨® y muri¨® / Miguel de Cervantes Saavedra, / cuyo ingenio admira el mundo. / Falleci¨® en MDCXVI". Poco despu¨¦s de inaugurarse dicha l¨¢pida, el viejo nombre de la calle de los Francos se sustituy¨® por el actual.
De la calle de Cervantes a la de Lope hay una peque?a traves¨ªa, antiguamente denominada del Ni?o y ahora de Quevedo. Se la nombraba as¨ª porque ah¨ª hubo una capilla donde se veneraba una imagen del Ni?o de la Guardia. Una manifestaci¨®n de antisemitismo, pues este ni?o, seg¨²n se cre¨ªa, hab¨ªa sido martirizado por jud¨ªos en ese pueblo de Toledo. En la esquina, a mano izquierda, estuvo la casa propiedad de Quevedo (Picasso, en carta enviada a Apollinaire, adjudicaba a Quevedo la autor¨ªa cervantina de la que ¨¦l calificaba como extraordinaria novela El licenciado Vidriera). La casa del poeta daba frente por frente con el convento de las Trinitarias. Pero antes, durante casi una d¨¦cada, vivi¨® all¨ª alquilado Luis de G¨®ngora. Quevedo la compr¨® y ech¨® a la calle, en pleno invierno, a su rival. El poeta cordob¨¦s hab¨ªa sido nombrado capell¨¢n de Felipe III. Trasladado a la corte, su vida dispendiosa (se gastaba su sueldo y las rentas familiares en lujos y juego) le acarre¨® problemas econ¨®micos: "... me he comido / medio mes que a¨²n no he vivido, / enviadme el otro medio".
Dormir en espa?ol, so?ar en griego
Debido a la p¨¦rdida de influencia de sus protectores, el conde de Lemos, el duque de Lerma o el conde de Villamediana (que fue asesinado), y a la ascensi¨®n al trono del nuevo rey Felipe IV, coincidiendo con la p¨¦rdida del albergue, don Luis se vio obligado a regresar a C¨®rdoba, su ciudad natal. Muri¨® all¨ª, pocos meses despu¨¦s, en 1627. Claro que el autor de las Soledades no s¨®lo se llevaba mal con Quevedo: "Las puertas le cerr¨® de La Latina / quien duerme en espa?ol y sue?a en griego, / pedante gofo que, de pasi¨®n ciego, / la suya reza y calla la divina", sino tambi¨¦n con Lope: "Por tu vida, Lopillo, que me borres / las diez y nueve torres del escudo, / porque, aunque todas son de viento, dudo que tengas viento para tantas torres".
Cuenta Joaqu¨ªn de Entrambasaguas que una antigua calle de G¨®ngora, que entraba por la de Gravina y sal¨ªa a la de San Lucas, se refer¨ªa a un don Juan Jim¨¦nez de G¨®ngora, posible pariente del poeta, valedor de un convento de mercedarias que se llamaron g¨®ngoras por ¨¦l. En todo caso, la expulsi¨®n se mantiene hoy d¨ªa, pues el nombre inmenso del poeta no figura en las calles del entorno. Tampoco estuvo en el callejero madrile?o hasta 1939. Es el destino de la poes¨ªa oscura, culta, racional, barroca, impopular. Hoy, al menos, el enemigo no te echa de casa; tan s¨®lo te echa de las antolog¨ªas, de las enciclopedias, y las historias.
Quevedo, que fue un gran escritor pero un personaje sin entra?as, a diferencia de su odiado G¨®ngora, escribi¨® obras asc¨¦ticas y morales, y textos edificantes y piadosos. Muri¨® en Villanueva de los Infantes en 1645, pero, debido a su compleja actividad pol¨ªtica, desde 1625, fecha en que ech¨® a G¨®ngora, apenas volver¨ªa a utilizar este inmueble, del cual dijo el autor del Polifemo: "En el tama?o es dedal, y en el precio, de plata". A pesar de que G¨®ngora fustig¨® a Lope ("que con tus versos cansas aun a Job"), ¨¦ste estimaba al autor de las Soledades y el Polifemo. En cambio, entre Quevedo y G¨®ngora hab¨ªa un odio a muerte. El primero escribir¨ªa sobre el otro denunciando sus or¨ªgenes de cristiano nuevo: "Yo te untar¨¦ mis versos con tocino / porque no me los muerdas, Gongorilla". Y sobre la compra de la casa, coment¨® en estos versos insultantes: "... Y p¨¢galo Quevedo / porque compr¨® la casa en que viv¨ªas, / molde de hacer arp¨ªas; / y me ha certificado el pobre cojo / que de tu habitaci¨®n qued¨® de modo / la casa y barrio todo, / hediendo a Polifemos estat¨ªos, / coturnos tenebrosos y sombr¨ªos, / y con tufo tan vil de Soledades, / que para perfumarla / y desengongorarla / de vapores tan crasos, / quem¨® como pastillas Garcilasos: / pues era con tu vaho el aposento / sombra del sol y t¨®sigo del viento".
GU?A PR?CTICA
Las direcciones
- Casa de Lope de Vega (914 29 92 16). Calle de Cervantes, 11. Se puede visitar, de martes a viernes de 9.30 a 14.00; s¨¢bados de 10.00 a 14.00. Entrada, 1,50 euros.
- Iglesia de San Sebasti¨¢n (914 29 13 61) donde yace Lope de Vega. Calle de Atocha, 39.
- Convento de las Trinitarias, donde reposan los restos de Miguel deCervantes. Calle de Lope de Vega, 18.
- Sendas placas se?alan las desaparecidas casas de Quevedo (calle de Quevedo, esquina calle Lope de Vega) y Cervantes (Cervantes, 2).
M¨¢s informaci¨®n
- Patronato de Turismo de Madrid (915 88 29 06).
- Oficina de Turismo de Madrid(915 88 16 36).
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