Rodeados de posibles hero¨ªsmos
Es pat¨¦tico ver a pol¨ªticos de escasa solvencia como viajantes de comercio convertidos en guerreros por cuenta ajena dispuestos a combatir el mal ajeno incluso en los desiertos m¨¢s lejanos
Ra¨ªces
Hay como un proceloso nubarr¨®n de intereses concertados, un mar de chapoteos untuosos donde una procesi¨®n de valencianeros ausentes durante a?os reclaman ahora sus quinquenios ante la autoridad competente, persuadidos de que les vienen muy bien dadas. No ya el vizca¨ªno fingido de dem¨®crata y su valencianismo de ocasi¨®n; mucho antes, el padre del actual director de la Mostra tambi¨¦n pas¨® por ventanilla por ver de alzarse con unos euros valencianos para hacer una de sus series infumables, y ah¨ª est¨¢n los casos clamorosos de Antonio Ferrand¨ªs y de Garc¨ªa Berlanga para el sofrito paellero. Ahora parece que tambi¨¦n es valenciano Toni Cant¨®, mira qu¨¦ oportuna casualidad, y seguro que tambi¨¦n lo es, o lo ser¨¢ a poco que se lo proponga, el nuevo director de la Mostra de Cinema. Eso es legitimidad de origen, y lo dem¨¢s son cuentos.
Ya empezamos
Bien est¨¢ que unos cuantos miles de valencianos profesionales se congreguen ante las Torres de Serranos para atender la llamada de la alcaldesa y dem¨¢s autoridades a la celebraci¨®n fallera, un acto emotivo para algunos y pretexto de jolgorio vociferante para los m¨¢s j¨®venes. La Crida en s¨ª misma es poca cosa como espect¨¢culo, sobre todo comparada con las multitudes que a media tarde se dirigen hacia el punto de encuentro y con el esc¨¢ndalo que montan al desparramarse por las calles una vez concluida esa comuni¨®n pagana. Es el anuncio de lo peor para quienes tienen de la diversi¨®n una idea distinta a la de sumergirse en la multitud, seguido casi de inmediato por la venta de petardos a miles de ni?os que ayer mismo los hac¨ªan estallar en las alcantarillas de casi todas nuestras calles sin el menor respeto por el equilibrio auditivo del vecindario. Tanto estruendo todav¨ªa es nada al lado de lo que nos espera sin remedio.
La presi¨®n turca
Lo que pasa es que nos acostumbramos a todo, tambi¨¦n casi siempre a lo peor, de manera que en la cruzada que ha emprendido el chaval de los Bush con Aznar de cabo furriel ya no extra?a que ande subastando con el Gobierno turco el premio de su colaboraci¨®n en la matanza, sobre todo si de paso le dejan decirle cuatro misiles bien dichos a los kurdos, que siempre acaban por pagar el pato. La cosa se est¨¢ negociando, y a estas horas no se sabe si cada muerto iraqu¨ª le valdr¨¢ al turco unos mil d¨®lares per c¨¢pita o si conviene doblar la cifra para que Turqu¨ªa se sume por fin a la bonita libertad norteamericana. Mientras tanto, en Irak uno de cada ocho ni?os muere antes de cumplir los cinco a?os, as¨ª que, en lugar de matarlos a todos de una vez, bastar¨ªa con apretar un poco m¨¢s las clavijas para que en cosa de pocos a?os no llegue ni uno a la vida adulta.
Enjaular la mirada
No cabe descartar as¨ª como as¨ª que esos arquitectos japoneses que dise?an la ampliaci¨®n del IVAM encapsulando las instalaciones actuales no hayan tomado tan brillante idea de la posibilidad anunciada de encerrar lo que queda del Prestige en un sarc¨®fago de cemento a fin de que el fuel se muera de aburrimiento. Menos mal que el proyecto japon¨¦s incluye una especie de respiraderos, a modo de diseminaci¨®n de agujeros que permiten asomarse al interior. La aparente modestia del IVAM original consist¨ªa en la renuncia a la aparatosidad de exteriores para sugerir que lo importante estaba en su m¨¦dula. Con esta nueva envoltura, lo que fue en sus buenos d¨ªas museo de vanguardia se convierte en avanzada arquitect¨®nica, demostraci¨®n de lo que se puede hacer cuando se est¨¢ dispuesto a hacerlo. S¨®lo la inconsecuente timidez de nuestros gobernantes impide que esa c¨¢psula de acero gruy¨¨re cubra de una vez todo el barrio del Carmen.
Miradas robadas
Asomado al balc¨®n una bald¨ªa tarde de s¨¢bado cuando se encienden las farolas. La vecina de enfrente entreabre ligeramente la persiana para observar a su hija quincea?era que tontea con un novio motero y de mucha ferreter¨ªa port¨¢til en el portal, en un movimiento de intenci¨®n furtiva que aspira a pasar desapercibido, de manera que, llevado de un breve sentimiento de verg¨¹enza, me oculto a medias conservando una posici¨®n que permite, estirando un poco el cuello, ver al mismo tiempo a la joven pareja del portal y a la inquieta madre de la chica que los mira, hasta que la adolescente se despide de su enamorado con un beso de mucha castidad, y entonces su madre suspira en su balc¨®n y antes de retirarse pasea su mirada a la altura de sus ojos, cuando en el intento de disimular mi presencia mirando al cielo veo la cabeza furtiva del vecino de arriba, que nos ha observado a todos llevado del privilegio de una posici¨®n que tanto tiene que ver, como todo, con la altura.
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