Goffredo Petrassi, un maestro de la m¨²sica contempor¨¢nea
Ayer muri¨® en Roma a los 98 a?os el compositor Goffredo Petrassi, cuya obra y magisterio llenan buena parte del siglo XX.
Nacido en Zagarolo, cerca de Palestrina, el 16 de julio de 1904, durante mucho tiempo Petrassi era citado, junto a Dallapiccola (Pisino d'Istria, 1904), muerto tempranamente en Florencia en 1975. Uno y otro, tan diversos, representaban la continuidad del "renacimiento" o "modernizaci¨®n" del sinfonismo italiano, iniciada con empe?o por Respighi, Alfano, Pizzetti, Malipiero y Casella. Deb¨ªan ser, sin embargo, los m¨²sicos de la generaci¨®n italiana equivalente a la espa?ola de 1927 quienes consiguieran "incluir a la nueva m¨²sica de Italia en las corrientes generales de la cultura europea", tal y como apuntara en su momento Massimo Mila.
Petrassi ha sido testigo y actor importante de cuanto sucedi¨® en la m¨²sica desde 1920, "un tiempo en el que se han registrado, como bien sabemos, cambios radicales". En conversaci¨®n con el maestro, durante una de sus estancias en Madrid, creo que el a?o 1982, Petrassi subrayaba: "Soy hombre que vivo mi tiempo, con todas sus contradicciones y dramas, y nunca supe ni quise mantenerme aparte pendiente tan s¨®lo de mi propia m¨²sica".
Como es l¨®gico, las mutaciones, el ambiente y la actitud de los m¨¢s j¨®venes proyectaron en los pentagramas de Petrassi sus luces y sombras. Es decir, lo que entonces, y hasta hace unas d¨¦cadas, se denominaba vanguardia pas¨® a convertirse en realidad necesaria y en hecho determinante. Hoy -ha repetido Petrassi- no se habla de "vanguardia" y si, de vez en vez, "escuchamos tal palabra es seguro que habla un viejo".
Durante cierto periodo, la obra de Petrassi, como la de Dallapiccola, supon¨ªa un intento aut¨¦ntico de "latinizar" unas vanguardias procedentes del mundo germano. Y a decir verdad, se lograron cosas admirables: pensemos en los Cantos de cautividad, de Dallapiccola (en 1938) o en el Coro di morti, de Petrassi (1941), cuya Noche oscura (1950) es una de las m¨¢s hermosas translaciones musicales de la po¨¦tica de San Juan de la Cruz. Mientras, la serie de Conciertos para orquesta desempe?a en el total de la creaci¨®n petrassiana la funci¨®n que en cl¨¢sicos y rom¨¢nticos jugaron las sinfon¨ªas.
Pero en el compositor de larga vida y prolongado magisterio operaban otras muchas incitaciones: la literatura, que conoc¨ªa en importante grado, y no s¨®lo la italiana; la pintura, su verdadera pasi¨®n junto a la m¨²sica, avivada por su matrimonio con Rosetta Acerbi; la poes¨ªa, el teatro, la danza; en suma: la vida palpitante. Supo bien agitarla Petrassi desde sus puestos de promoci¨®n -presidencia de la SIMC, sobreintendencia de La Fenice- y de ense?anza -Academia Santa Cecilia, Academia Chiggiana de Siena-, pues el dar algo de lo que sab¨ªa y ten¨ªa constituy¨® tambi¨¦n una pasi¨®n si no obedeciera puntualmente a un sentido ¨¦tico muy riguroso de sus deberes y obligaciones.
Si Espa?a debe a Petrassi su atenci¨®n de compositor en obras como Il Cordovano, de Cervantes, traducido por Montale; El retrato de Don Quijote, ballet de Milosz, o Noche oscura, no est¨¢ en menor deuda con el magisterio dispensado con dilecci¨®n a un grupo de autores espa?oles que hicieron amistad en su clase o aprendieron tanto durante su amistad. Recordemos a Carmelo Bernaola, Jes¨²s Villa Rojo, Miguel Alonso, Claudio Prieto, ?ngel Oliver, Agust¨ªn Gonz¨¢lez Acilu o Alejandro Yag¨¹e. Adem¨¢s, desde el primer momento, Petrassi estuvo junto a los grupos que intentaron poner nuestra m¨²sica no al d¨ªa, que parece concepto superficial, sino a la altura de las circunstancias. Cuando aqu¨ª mismo tantos negaban las muestras de la joven m¨²sica espa?ola -la de los maestros de hoy- Petrassi no dud¨® en defenderla y ayudarla en Roma, en Siena o en las reuniones estivales de Pontino.
Aceptaba Petrassi con placer el "viaje a Espa?a" para dictar lecciones en Granada, recibir homenaje en Madrid o formar parte de los jurados del Premio Espl¨¢, de Alicante. Ahora, despu¨¦s de una resistencia capaz de vencer la casi ceguera y cuando su vida marchaba en busca inconsciente de la marca de los cien a?os, desaparece Goffredo Petrassi, un hombre y un artista creador tan dif¨ªcil de olvidar por compositores e int¨¦rpretes de los m¨¢s alejados rincones. Por todos los caminos se llega a Roma, es verdad; no lo es menos que en m¨²sica, por Petrassi, era Roma la que alcanzaba presencia en toda latitud.
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