La salvaci¨®n del mundo, seg¨²n Bush
"?Qu¨¦ otra palabra, sino 'imperio', sirve para describir esa cosa asombrosa en la que se est¨¢ convirtiendo Estados Unidos?", escrib¨ªa Michael Ignatieff en The New York Sunday Times Magazine del 2 de enero. "Es el ¨²nico pa¨ªs que vigila el mundo mediante cinco mandos militares internacionales, mantiene m¨¢s de un mill¨®n de hombres y mujeres armados en cuatro continentes, despliega buques de guerra para vigilar todos los oc¨¦anos, garantiza la supervivencia de pa¨ªses como Israel o Corea del Sur, maneja los mandos del comercio mundial y alimenta las mentes y los corazones de todo un planeta con sus sue?os y deseos". Una cita de Timothy Garton Ash en The New York Review of Books, el 13 de febrero: "Estados Unidos no es s¨®lo la ¨²nica superpotencia mundial, es una hiperpotencia cuyo gasto militar ser¨¢ pronto igual al del conjunto de los siguientes 15 pa¨ªses m¨¢s poderosos. La Uni¨®n Europea no ha traducido su potencia econ¨®mica, equiparable -se aproxima r¨¢pidamente a los 10 billones de d¨®lares de la econom¨ªa estadounidense-, en un poder militar o una influencia diplom¨¢tica comparables".
El otro polo de la campa?a conservadora para invadir Irak es que la apoyan los liberales
La democracia no es algo que podamos crear en otro pa¨ªs s¨®lo porque nos lo propongamos
Es evidente que si Bush tiene que abandonar la invasi¨®n de Irak se sentir¨¢ muy frustrado
Las horribles guerras conocidas hasta esta era ofrec¨ªan al menos la seguridad de un final
Deber¨ªamos encontrar la muralla que defender durante los terribles a?os que se avecinan
Tal vez la mejor y m¨¢s completa explicaci¨®n de esta campa?a -a¨²n no reconocida- hacia el imperio sea la del columnista Jay Bookman en The Atlanta Journal-Constitution. El 14 de octubre, hace m¨¢s de cuatro meses, escribi¨®:
"Esta guerra, si se produce, pretende se?alar el nacimiento oficial de Estados Unidos como imperio mundial de pleno derecho, poseedor ¨²nico de la responsabilidad y la autoridad como polic¨ªa planetario. Ser¨ªa la culminaci¨®n de un plan que se remonta a hace 10 a?os o m¨¢s, llevado a cabo por quienes creen que Estados Unidos debe aprovechar la oportunidad de dominar el mundo, aunque eso suponga convertirse en los 'imperialistas americanos' que nuestros enemigos han afirmado siempre que ¨¦ramos".
En 1992, un a?o despu¨¦s de la ca¨ªda definitiva de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, hubo muchos miembros de la derecha estadounidense, los primeros conservadores de bandera, que pensaron que se trataba de una oportunidad extraordinaria. Estados Unidos pod¨ªa hacerse con el dominio del mundo. El Departamento de Defensa redact¨® un documento que, para citar de nuevo a Bookman, ve¨ªa a Estados Unidos como "un coloso que se alzara sobre el mundo, impusiera su voluntad y mantuviera la paz mundial mediante el poder militar y econ¨®mico. Ahora bien, cuando se filtr¨® la propuesta en su forma definitiva, suscit¨® tantas cr¨ªticas que el primer presidente Bush se apresur¨® a retirarla y repudiarla. En 1992, el secretario de Defensa era Dick Cheney, y el documento lo redact¨® Paul Wolfowitz, que en aquella ¨¦poca era subsecretario de Defensa para la formulaci¨®n de pol¨ªticas". En la actualidad es vicesecretario de Defensa, a las ¨®rdenes de Rumsfeld.
Posteriormente, entre 1992 y 2000, el Gobierno de Clinton no recogi¨® ese sue?o de la dominaci¨®n mundial, y tal vez ¨¦sa sea una de las razones del odio intenso e incluso violento que tantos grupos de la derecha sintieron durante esos ocho a?os. Si no hubiera sido por Clinton, Estados Unidos podr¨ªa estar gobernando el mundo.
Como es natural, aquel documento prematuramente preparado en 1992, Proyecto para un nuevo siglo americano, se convirti¨®, tras el 11 de septiembre, en la pol¨ªtica del Gobierno de Bush. Los conservadores patrioteros se sintieron victoriosos. Pod¨ªan intentar apoderarse del mundo. Si esta hip¨®tesis es acertada, Irak no ser¨ªa m¨¢s que el primer paso. M¨¢s adelante, pero bien asentados en el horizonte hist¨®rico, no s¨®lo se encuentran Ir¨¢n, Siria, Pakist¨¢n, Corea del Norte, sino incluso China.
Por supuesto, no habr¨ªa por qu¨¦ subyugar hasta el ¨²ltimo pa¨ªs. En el caso de algunos, bastar¨ªa con dominarlos. Podr¨ªa haber un entendimiento firme y mutuo. Hablar de una relaci¨®n simbi¨®tica entre China y nosotros es un comentario demasiado excepcional como para no intentar alguna proyecci¨®n sobre las posibles causas y razones. No es impensable que los neoconservadores m¨¢s inteligentes sean conscientes de algunas temibles posibilidades de nuestro desarrollo tecnol¨®gico. Irak y Oriente Pr¨®ximo no pueden ser el final. Se ciernen en el futuro mayores espectros y peligros no militares. As¨ª lo suger¨ªa un art¨ªculo firmado por Scott A. Bass en The Boston Globe a finales de enero.
"La investigaci¨®n y el desarrollo en las universidades estadounidenses dependen enormemente de los estudiantes extranjeros en los ¨¢mbitos cruciales de la ciencia, la tecnolog¨ªa, la ingenier¨ªa y las matem¨¢ticas (los campos STEM). Los estudiantes estadounidenses que obtienen t¨ªtulos superiores especializados en esos ¨¢mbitos son demasiado pocos para cubrir nuestras necesidades econ¨®micas, estrat¨¦gicas y tecnol¨®gicas. La afluencia de j¨®venes cient¨ªficos e ingenieros norteamericanos se ha convertido en un hilillo, y otros muchos pa¨ªses industrializados tienen una proporci¨®n mucho mayor de alumnos que se especializan en dichas materias".
"Los estudiantes extranjeros se sienten atra¨ªdos por la posibilidad de trabajar en los campos STEM de las universidades estadounidenses, mientras que los nuestros no. Quiz¨¢ muchos no han recibido los est¨ªmulos suficientes, y es posible que a otros les resulten demasiado exigentes los rigores acad¨¦micos de estas especialidades".
"Entre 1986 y 1996, los estudiantes extranjeros que obtuvieron doctorados en especialidades STEM aumentaron cuatro veces m¨¢s que los estudiantes nativos. En 2000, el 43% de los doctorados en ciencias fueron a parar a alumnos que no eran ciudadanos estadounidenses".
Puede que los conservadores de bandera todav¨ªa conf¨ªen en enviar a China mensajes como ¨¦ste: "?Eh, vosotros! Est¨¢ claro que los chinos sois muy inteligentes. Podemos asegurarlo. Lo sabemos. Los estudiantes asi¨¢ticos han nacido para la tecnolog¨ªa. La gente que ha vivido vidas sumergidas adora la tecnolog¨ªa. De todas formas, no disfrutan de muchos placeres, as¨ª que les gusta la idea de tener poder cibern¨¦tico al alcance de la mano. La tecnolog¨ªa es ideal para ellos. No nos importa. Vosotros pod¨¦is tener vuestra tecnolog¨ªa, y que sea estupenda. Pero m¨¢s vale que comprend¨¢is una cosa: el poder militar seguimos teni¨¦ndolo nosotros. Lo mejor que pod¨¦is hacer, por tanto, es convertiros en esclavos griegos de nosotros, los romanos. Os trataremos bien. Ser¨¦is muy importantes para nosotros. Tremendamente importantes. Pero no pretend¨¢is creeros m¨¢s importantes de lo que vay¨¢is a ser. Lo m¨¢ximo a lo que pod¨¦is aspirar los chinos es a ser nuestros griegos".
En los a?os treinta, si uno se ganaba la vida, los dem¨¢s le respetaban. En los noventa, ten¨ªa que demostrar que era un personaje prometedor en las filas de la codicia. Es posible que el imperio dependa de una clase aristocr¨¢tica y repugnantemente rica que, dada la amenaza intr¨ªnseca e interminable contra su riqueza, no se sienta obligada, en el fondo de su coraz¨®n, a sentir lealtad hacia la democracia. Si este an¨¢lisis es certero, tambi¨¦n puede decirse que la riqueza desproporcionada acumulada a lo largo de los a?os noventa ha podido quiz¨¢s ejercer una presi¨®n pr¨¢cticamente irresistible sobre los dirigentes para pasar de la democracia al imperio. Ser¨ªa la forma de salvaguardar esas ganancias tan vastas y tan r¨¢pidamente adquiridas. ?Es posible que George W. Bush sepa lo que est¨¢ haciendo por el futuro del imperio al conceder sus enormes facilidades fiscales a los ricos?
Desde luego, la otra cara de la moneda imperial la constituyen el terrorismo y la inestabilidad. Si los gobernantes saud¨ªes han temido hasta ahora a sus mul¨¢s, por su capacidad de incitar a los terroristas, ?c¨®mo ser¨¢ el mundo musulm¨¢n cuando nosotros, el Gran Sat¨¢n, estemos presentes all¨ª, dispuestos a dominar Oriente Pr¨®ximo en persona?
Dado que el Gobierno tiene que ser consciente de los peligros existentes, la respuesta se reduce, en definitiva, a la desgraciada posibilidad de que Bush y compa?¨ªa est¨¦n preparados para un gran atentado terrorista. Y para otros m¨¢s peque?os. En cualquier caso, reforzar¨¢ su pu?o. Estados Unidos volver¨¢ a agruparse en torno a ¨¦l. Podemos o¨ªr ya sus palabras: "Hoy han muerto unos americanos buenos. V¨ªctimas inocentes del mal que han tenido que derramar su sangre. Pero nosotros prevaleceremos. Estamos junto a Dios". Con semejante lenguaje, toda p¨¦rdida es una ganancia.
Sin embargo, mientras contin¨²e el terrorismo, continuar¨¢ su subtexto, y ah¨ª est¨¢ el horror elevado a la en¨¦sima potencia. Lo que permiti¨® la disuasi¨®n en la guerra fr¨ªa no s¨®lo fue que ambos lados ten¨ªan todo que perder, sino tambi¨¦n que ninguno de los dos bandos pod¨ªa estar seguro de contar con alg¨²n ser humano para manejar el interruptor ap¨®crifo. Por eso no se pod¨ªa contar con ning¨²n plan definitivo. ?C¨®mo pod¨ªa estar segura ninguna de las superpotencias de que el ser humano de confianza escogido para apretar el bot¨®n ser¨ªa de verdad tan de confianza como para destruir la otra mitad del mundo? En el ¨²ltimo momento pod¨ªa sobrevenirle una nube negra. Pod¨ªa caer fulminado antes de cometer el acto.
Pero eso no ocurre con el terrorista. Si est¨¢ dispuesto a suicidarse, tambi¨¦n puede estar dispuesto a destruir el mundo. Las guerras que hemos conocido hasta esta era, por muy horribles que fuesen, pod¨ªan ofrecer, por lo menos, la seguridad de que tendr¨ªan un final. El terrorismo, en cambio, no est¨¢ interesado en negociar. Insiste en que no haya otro final que la victoria. Y, como el terrorista no puede triunfar, no puede dejar de ser terrorista. Es el verdadero enemigo, mucho m¨¢s fundamental que los pa¨ªses del Tercer Mundo con capacidad nuclear, que aparecen siempre en escena preparados para vivir con la disuasi¨®n y su resultado inherente, es decir, los acuerdos despu¨¦s de a?os o d¨¦cadas de enfrentamiento pasivo y duras transacciones.
Si gran parte de lo que he dicho hasta ahora es la proyecci¨®n novel¨ªstica de mi concepci¨®n de la mentalidad neoconservadora -y no lo voy a discutir-, el otro polo de la campa?a de los conservadores patrioteros a favor de la invasi¨®n de Irak es que cuenta con el apoyo de los liberales. Parte de los medios progresistas, The New Yorker, The Washington Post y algunas firmas de The New York Times, coinciden con Hillary Clinton y Diane Feinstein, el senador Joe Lieberman y el senador Kerry, a la hora de aceptar la idea de que tal vez sea posible llevar la democracia a Irak. En una valoraci¨®n cuidadosamente medida de las posibilidades existentes, Bill Keller hablaba en la p¨¢gina de opini¨®n de The New York Times, el 8 de febrero, de una guerra que pod¨ªa ser r¨¢pida y limpia:
"Imaginemos que el r¨¦gimen de Sadam Husein empieza a desmoronarse bajo el primer torrente de misiles Crucero. Las columnas de carros de combate que entren desde Kuwait no se encuentran con ning¨²n recibimiento de cabezas qu¨ªmicas. No hay matanza de civiles, una victoria en Irak no resolver¨¢ los grandes interrogantes sobre lo que pretendemos ser en el mundo. Los dejar¨¢ abiertos". "?Nuestro objetivo, promover la democracia laica o la estabilidad? Algunos, entre los que seguramente hay miembros del Gabinete del se?or Bush, dir¨¢n que lo importante era el desarme. Una vez logrado dir¨¢n, una vez depurada la Guardia Republicana de Sadam: podremos entregar el pa¨ªs a un contingente de generales sun¨ªes y traer a nuestros soldados a casa en un plazo de 18 meses".
O quiz¨¢, despu¨¦s de todo -afirma Keller-, construyamos una verdadera democracia en Irak, y Oriente Pr¨®ximo saldr¨¢ beneficiado. Es como si estas voces progresistas hubieran decidido que es imposible detener a Bush y, por tanto, m¨¢s vale unirse a ¨¦l. Comprometerse con una postura contra la guerra garantizar¨ªa la ausencia relativa de dem¨®cratas en los c¨ªrculos del Gobierno que se encargar¨¢n de labrar el futuro de Irak.
Es un argumento defendible, hasta cierto punto, pero ese punto depende de muchas contingencias, la primera de las cuales es que la guerra sea r¨¢pida y no espantosa. Nos encontramos con la vieja versi¨®n de Bill Clinton sobre la presunci¨®n con respecto al extranjero. El argumento de que conseguimos construir la democracia en Jap¨®n y Alemania y, por tanto, podemos conseguirlo en cualquier sitio, no tiene por qu¨¦ sostenerse. Jap¨®n y Alemania eran pa¨ªses con una poblaci¨®n homog¨¦nea y una larga trayectoria como naciones. Estaban sumidos en un profundo sentimiento de culpa por las acciones de sus soldados en otros pa¨ªses. Estaban pr¨¢cticamente destruidos, pero ten¨ªan la gente y los conocimientos necesarios para reconstruir sus ciudades. Los estadounidenses que contribuyeron a crear su democracia eran veteranos del New Deal de Roosevelt y, como correspond¨ªa a aquel periodo, eran aut¨¦nticos idealistas.
Irak, por el contrario, nunca ha sido una naci¨®n. Fue un pastiche creado despu¨¦s de la I Guerra Mundial por los brit¨¢nicos, compuesto por sun¨ªes, shi¨ªes, kurdos y turcomanos, pueblos que, en el mejor de los casos, desconfiaban enormemente unos de otros. El resultado m¨¢s probable ser¨ªa una situaci¨®n an¨¢loga a las divisiones de Afganist¨¢n entre sus caudillos. Nadie puede declarar con autoridad que sea posible construir all¨ª la democracia, pero la arrogancia no cesa. No parece que se comprenda muy bien que, salvo en circunstancias especiales, la democracia no es algo que podamos crear en otro pa¨ªs s¨®lo porque nos lo propongamos.
La verdadera democracia nace de muchas batallas humanas, individuales y sutiles, que se libran a lo largo de d¨¦cadas e incluso siglos, batallas que consiguen construir tradiciones. Las ¨²nicas defensas de la democracia son esas tradiciones democr¨¢ticas. Cuando uno empieza a ignorar esos valores, est¨¢ jugando con una estructura noble y delicada. No hay nada m¨¢s bello que la democracia. Pero no se puede jugar con ella. No se puede suponer que vamos a ir a demostrarles qu¨¦ gran sistema tenemos. Eso es de una arrogancia monstruosa.
Como la democracia es noble, siempre est¨¢ en peligro. La nobleza siempre est¨¢ en peligro. La democracia es perecedera. Creo que para la mayor¨ªa de la gente, si se tienen en cuenta los instintos m¨¢s bajos de la naturaleza humana, la forma natural de gobierno es el fascismo. El fascismo es un estado m¨¢s natural que la democracia. Suponer alegremente que podemos exportar la democracia a cualquier pa¨ªs que queramos puede servir, parad¨®jicamente, para instigar m¨¢s fascismo, tanto en nuestro pa¨ªs como en el extranjero. La democracia es un estado de gracia que s¨®lo alcanzan los pa¨ªses que poseen gran cantidad de individuos dispuestos, no s¨®lo a gozar de libertad, sino a trabajar duramente para mantenerla.
La necesidad de tener teor¨ªas poderosas puede conducir a muchos errores abismales. Por ejemplo, podr¨ªa equivocarme del todo sobre los motivos profundos del Gobierno. Tal vez no les interesa el imperio, sino que de verdad, de buena fe, quieren salvar el mundo. Podemos estar seguros de que as¨ª lo creen Bush y sus bushitas. Cuando van a la iglesia cada domingo, est¨¢n tan convencidos de ello que se les saltan las l¨¢grimas. Por supuesto, lo que hace la historia no son los sentimientos, sino las acciones. Nuestros sentimientos pueden estar llenos de amor interior, pero nuestras acciones pueden acabar siendo todo lo contrario. La perversidad siempre est¨¢ dispuesta a influir sobre la naturaleza humana.
David Frum, que escribe discursos para Bush (fue quien acu?¨® la expresi¨®n "eje del mal"), relata en The Right Man: the Surprise Presidency of George W. Bush una reuni¨®n celebrada en el Despacho Oval el pasado mes de septiembre. El presidente estaba hablando con un grupo de religiosos de las principales confesiones y les dijo: "Ya saben que yo ten¨ªa un problema de alcoholismo. Ahora deber¨ªa estar en un bar de Tejas, no en el Despacho Oval. S¨®lo hay un motivo por el que estoy en el Despacho Oval y no en un bar: encontr¨¦ la fe. Encontr¨¦ a Dios. Estoy aqu¨ª gracias al poder de la oraci¨®n".
Se trata de un comentario peligroso. Como sugiri¨® Kierkegaard antes que nadie, nunca podemos saber con seguridad a qui¨¦n van a parar nuestras oraciones, ni de d¨®nde vendr¨¢n las respuestas. Precisamente cuando pensamos que estamos m¨¢s cerca de Dios, quiz¨¢ estemos ayudando al Diablo.
"Nuestra guerra contra el terror", dice Bush, "empieza con Al Qaeda, pero no terminar¨¢... hasta que todos los grupos terroristas de dimensi¨®n mundial hayan sido descubiertos, detenidos y derrotados". ?Y qu¨¦ ocurre -pregunta Eric Alterman en The Nation- si Estados Unidos acaba por apartarse de todo el mundo en el proceso? "Es posible que, en alg¨²n momento, nos quedemos solos", les dijo Bush a sus m¨¢s ¨ªntimos colaboradores, seg¨²n un miembro de la Administraci¨®n que le relat¨® la historia a Bob Woodward. "No importa. Somos Am¨¦rica".
A estas alturas debe resultar evidente que, si las presiones conjuntas de los vetos en el Consejo de Seguridad y la creciente indignaci¨®n del mundo, adem¨¢s de la colaboraci¨®n parcial de Sadam con los inspectores, hacen que el resultado sea una contenci¨®n a largo plazo y no la guerra, si Bush tiene que abandonar la invasi¨®n de Irak se sentir¨¢ muy frustrado. Porque tendr¨¢ que volver a vivir con las viejas preguntas no resueltas. En el fondo, seguramente tiene miedo de no encontrar, en ese caso, ninguna respuesta que restaure la moral de los norteamericanos. ?Es posible que la perspectiva de traer a las tropas a casa le resulte tan desagradable que no le quede m¨¢s remedio que emprender la guerra?
Russel Byrd, en una intervenci¨®n ante el Senado, dijo: "Muchos de los pronunciamientos realizados por este Gobierno son escandalosos. No hay otra palabra. Sin embargo, esta C¨¢mara permanece terriblemente callada. En lo que tal vez sea la v¨ªspera de una espantosa imposici¨®n de muerte y destrucci¨®n sobre la poblaci¨®n de Irak -una poblaci¨®n, hay que a?adir, de la que m¨¢s del 50% es menor de 15 a?os-, esta C¨¢mara permanece callada. Cuando tal vez queden s¨®lo unos d¨ªas para que enviemos a miles de nuestros propios ciudadanos a enfrentarse a horrores inimaginables de espantos qu¨ªmicos y biol¨®gicos, esta C¨¢mara permanece callada. En v¨ªsperas de lo que podr¨ªa ser un cruel atentado terrorista como represalia por nuestro ataque a Irak, el Senado de Estados Unidos sigue trabajando como si no pasara nada".
"Verdaderamente estamos 'caminando son¨¢mbulos por la historia'. Desde el fondo de mi coraz¨®n ruego para que esta gran naci¨®n y sus ciudadanos buenos y confiados no tengan el peor de los despertares".
"Tengo que dudar del juicio de cualquier presidente capaz de decir que un ataque militar masivo y no provocado, contra un pa¨ªs en el que m¨¢s del 50% de la poblaci¨®n son ni?os, corresponde a 'las m¨¢s altas tradiciones morales de nuestro pa¨ªs'. Esta guerra no es necesaria en este momento. Parece que las presiones est¨¢n surtiendo efecto en Irak. Lo que debemos hacer ahora es encontrar una forma elegante de salir de un atolladero que hemos creado nosotros mismos. Quiz¨¢ encontremos todav¨ªa la forma, si dejamos algo m¨¢s de tiempo".
Si yo fuera el abogado defensor del karma de George W. Bush, dir¨ªa que la mejor posibilidad que tiene de evitar una condena por ser proveedor de falsa moralidad es que, en la otra vida, rece para que el jurado no llegue a ninguna decisi¨®n.
Los dem¨¢s, los que no dependemos del poder de la oraci¨®n, deber¨ªamos encontrar la muralla que vayamos a defender durante los terribles a?os que se avecinan. La democracia, repito, es la forma m¨¢s noble de gobierno que hemos desarrollado, y har¨ªamos bien en empezar a preguntarnos si estamos dispuestos a sufrir, incluso a morir por ella, en vez de limitarnos a vivir en la existencia inferior del Gobierno bravuc¨®n de una rep¨²blica bananera, deseoso de servir a las grandes empresas mientras ellas se esfuerzan en apropiarse de nuestros sue?os frustrados con elefanti¨¢sica arrogancia.
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