Bagdad y Jerusal¨¦n: ?vasos comunicantes?
La izquierda israel¨ª ha sido derrotada dos veces, una en las urnas y otra por la justificaci¨®n que el presidente Bush ha dado a la visi¨®n estrat¨¦gica de la derecha. La izquierda -es lo que llev¨® a Rabin a Oslo y a Barak a Camp David- sosten¨ªa que s¨®lo mediante un acuerdo con los palestinos pod¨ªa Israel alcanzar una reconciliaci¨®n viable con el mundo ¨¢rabe, y se pod¨ªa establecer un sistema razonable de paz en Oriente Pr¨®ximo. La derecha releg¨® convenientemente el dilema palestino al paso del tiempo. Promet¨ªa "concesiones dolorosas", pero s¨®lo despu¨¦s de que las amenazas existenciales que emanaban de los Estados canallas en la regi¨®n hubiesen sido neutralizadas y la democracia hubiese echado ra¨ªces en todo el mundo ¨¢rabe. El vincular una paz entre israel¨ªes y palestinos a un cambio de r¨¦gimen en Irak, y no digamos a una soluci¨®n para los problemas m¨¢s b¨¢sicos del mundo ¨¢rabe, pone a prueba el sentido com¨²n.
Pero el presidente Bush no sigue realmente los pasos de su padre, quien precisamente sab¨ªa que al construir una coalici¨®n para la guerra tambi¨¦n pod¨ªa forjar, como derivaci¨®n, una alianza internacional para la paz en Oriente Pr¨®ximo, cuyo resultado fue la Conferencia de Paz de Madrid. La visi¨®n del presidente Bush recuerda m¨¢s a la de Reagan. Como ¨¦l, ha adoptado una visi¨®n maniquea del mundo, pero con Al-Qaeda y los Estados canallas en el papel de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el comunismo internacional. La presidencia de Reagan acab¨® justific¨¢ndose con la ca¨ªda del "imperio del mal".
Pero los problemas que las sociedades musulmanas plantean actualmente son de una naturaleza completamente distinta. Al-Qaeda no es una superpotencia corrompida al borde del colapso como era la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Es en gran medida un cuerpo amorfo nutrido por los males y ansiedades culturales m¨¢s b¨¢sicos de las sociedades musulmanas. Hay muy poco que atacar, no hay nada que "derrocar". La soluci¨®n no reside en competir por la supremac¨ªa sobre un bloque rival, ni en el tipo de carrera armament¨ªstica que parti¨® el cuello de la URSS. Ninguno de los problemas de las sociedades musulmanas, ni siquiera la democratizaci¨®n de Irak, puede solucionarse a la fuerza. La soluci¨®n tiene que plantearse a largo plazo. Tiene que estar arraigada en una perspectiva hist¨®rica de desarrollo y cambio. Har¨¢n falta a?os.
La "victoria" en las guerras culturales y en las guerras contra el terrorismo siempre es una cuesti¨®n escurridiza. No se debe permitir que la paz ¨¢rabe-israel¨ª tenga que esperar hasta que se declare la "victoria", porque puede que no haya ninguna victoria. No tenemos por qu¨¦ estar de acuerdo con la c¨ªnica ret¨®rica seg¨²n la cual todos los males del mundo ¨¢rabe se derivan de la ocupaci¨®n de los territorios por parte de Israel para aceptar que el problema palestino, y su manipulaci¨®n por los l¨ªderes ¨¢rabes y sus medios de comunicaci¨®n, son siempre una plataforma conveniente de histeria masiva en toda la regi¨®n.
La ret¨®rica belicista del presidente Bush y la intenci¨®n de Estados Unidos de desmantelar un r¨¦gimen ¨¢rabe por la fuerza, por muy despreciable que sea, resultan profundamente humillantes para los ¨¢rabes de a pie. El descontento popular puede degenerar en un levantamiento estrat¨¦gico. Un terremoto pol¨ªtico en Jordania supone una amenaza para la estabilidad regional y para las perspectivas de una paz palestino-israel¨ª mucho m¨¢s grave que la que Sadam Husein representa hoy en d¨ªa. Y, por si fuera poco, puede que pronto no quede ninguna fuerza pol¨ªtica palestina fiable con la que hacer la paz. Tras m¨¢s de dos a?os de Intifada, las instituciones palestinas que pod¨ªan garantizar una vuelta ordenada a la estabilidad desaparecieron bajo el fuego del enfrentamiento m¨¢s cruento que haya habido jam¨¢s entre israel¨ªes y palestinos.
El caso palestino es un oportuno recordatorio de una importante falacia suscrita por el presidente Bush. En el mundo ¨¢rabe, la verdadera opci¨®n, y sin duda la m¨¢s inmediata, no es entre dictadura y democracia, sino entre dictadura secular y democracia isl¨¢mica. Probablemente, si se celebraran hoy unas elecciones libres en los territorios, dar¨ªan la victoria a Ham¨¢s. La Autoridad Palestina y el r¨¦gimen personal de Arafat se est¨¢n desintegrando en favor de los fundamentalistas de Ham¨¢s. Las instituciones de la Autoridad Palestina, que nunca han sido especialmente competentes, casi han colapsado, y su aparato de seguridad ha quedado pr¨¢cticamente desmantelado; desde luego, no se puede confiar en ellas para reducir eficazmente el terrorismo de Ham¨¢s y la yihad. No se ha mantenido una cadena de mando jer¨¢rquico regular ni siquiera en Al-Fatah, el partido de Arafat. Las milicias de Al-Fatah, como Los M¨¢rtires de Al-Aqsa y los Tanzim, est¨¢n llevando a cabo su propia guerra independiente en contra de Israel como la ¨²nica forma que conocen de luchar contra Ham¨¢s por la supremac¨ªa pol¨ªtica en las calles palestinas.
El escenario tras Sadam, tanto si se desarrolla a trav¨¦s de lo que ahora parece ser una guerra inminente como si llega, preferiblemente, a trav¨¦s de la presi¨®n internacional, debe empezar con un acuerdo entre Israel y Palestina. El mapa de carreteras vago y escasamente vinculante al que el primer ministro Sharon ya ha planteado m¨¢s de cien reservas, puede resultar demasiado propenso a las t¨¢cticas de dilaci¨®n y evasi¨®n de las dos partes. Habr¨¢ que establecer un mandato internacional sostenido por una fuerza multinacional, no s¨®lo para supervisar de cerca la reforma del sistema palestino y el desarme de las milicias, sino tambi¨¦n para controlar la evacuaci¨®n de los territorios y otras cuestiones vitales relativas a un plan de paz estricto y vinculante.
Shlomo Ben-Ami es ex ministro laborista de Asuntos Exteriores de Israel.
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