Corazones y mentes
Mientras Washington cavila sobre qui¨¦nes permanecen a su lado en el asunto de Irak y qui¨¦nes se encuentran llamativamente ausentes, en sus grandes vest¨ªbulos de columnas se deber¨ªa estar aprendiendo una triste, pero oportuna, lecci¨®n. El Reino Unido, incluso bajo un Gobierno laborista, fue el primero en manifestar una lealtad incuestionable. Y ah¨ª se mantendr¨¢. Los pa¨ªses de Europa del Este no han olvidado qui¨¦n los liber¨® del yugo sovi¨¦tico. Todos los antiguos sat¨¦lites est¨¢n de parte de Washington. Pero los argumentos que el Gobierno de Bush da para adoptar una doctrina de guerra preventiva no convencen a muchos de los Gobiernos europeos. Algunos de nosotros, los apodados euroesc¨¦pticos, nos sentimos ¨²ltimamente un poco justificados. Llevamos a?os diciendo que cualquier posible Rep¨²blica Federal de Europa no puede evitar ser socialista, no democr¨¢tica, y estar dominada por Francia y, por consiguiente, lejos de ser aliada de Estados Unidos, o incluso una potencia amistosamente rival, se convertir¨¢ en decidida enemiga suya. Este punto de vista no estaba muy de moda, pero la reciente conducta del eje franco-alem¨¢n es, de hecho, la forma que adoptar¨¢ el porvenir.
Los argumentos de Bush no han convencido a una gran parte de los europeos corrientes
Pocos europeos han comprendido el trauma que el 11 de septiembre ha causado en la psique estadounidense
La ciega ira y los insultos que emanaron de la presidencia francesa cuando, primero, ocho pa¨ªses de mayor tama?o, liderados por Reino Unido, y, segundo, otros 10 pa¨ªses m¨¢s peque?os reunidos en Vilna juraron lealtad a la postura del Gobierno de Bush, delata el verdadero desprecio que Par¨ªs siente por Yanquilandia, as¨ª como la convicci¨®n de Francia de que ella es Europa, y deber¨ªa dominar la Uni¨®n Europea por derecho divino. En cuanto a Alemania, las tropas estadounidenses protegieron el frente del Elba durante 40 a?os de 45.000 tanques del Pacto de Varsovia al otro lado del r¨ªo. ?Y qu¨¦? ?Qu¨¦ es lo que quieren? ?Gratitud? ?Lealtad? ?Solidaridad? ?Acaso alucinan? No hace mucho, los asesores de Clinton insinuaban que la amistad brit¨¢nica carec¨ªa de importancia; Alemania se convertir¨ªa en el nuevo mejor amigo de Estados Unidos en Europa. Se?or, Se?or, c¨®mo cambian los tiempos.
Dicho esto, el 15 de febrero tuvo lugar en el Reino Unido una "Marcha por la Paz" a la que acudieron un mill¨®n de personas, la mayor manifestaci¨®n civil en la historia de este pa¨ªs. Era una marcha contra cualquier acci¨®n militar en Irak y, por tanto, contra la pol¨ªtica estadounidense. Debido a su tama?o, vale la pena analizarla. Est¨¢ claro que muchos de los manifestantes eran los pacifistas habituales, los mismos que marchaban por Mosc¨² durante la guerra fr¨ªa y tambi¨¦n entonces lo denominaban "marchas por la paz". Los pacifistas son gente simple, en todos los sentidos. Gritan "estamos contra la guerra" como si hubiesen descubierto un asombroso avance moral. La idea de que uno tendr¨ªa que estar loco para estar "a favor" de la guerra no parece ocurr¨ªrseles nunca. Tambi¨¦n podr¨ªamos gritar "estoy en contra del hambre. Estoy en contra de las epidemias". ?Y qu¨¦? Pocos de nosotros somos admiradores de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, pero cuando ¨¦stos insisten en cabalgar por su cuenta, es igualmente de locos pensar que la respuesta est¨¢ en mirar hacia otro lado. Tambi¨¦n acudi¨® a la manifestaci¨®n la gente que de siempre odia a Estados Unidos. Tampoco ¨¦ste es un fen¨®meno nuevo: llevan a?os rondando por ah¨ª, y nada los cambia. Si Estados Unidos se opusiera al diablo en persona, este grupo se convertir¨ªa inmediatamente al satanismo.
Pero lo que preocupaba a los observadores neutrales de la manifestaci¨®n pacifista de Londres fue el n¨²mero de hombres y mujeres perfectamente cuerdos, de principios y sin prejuicios que hicieron causa com¨²n y se declararon en contra de la intervenci¨®n en Irak. Algunos de los que aparecieron en la radio, la televisi¨®n y la prensa escrita son antiguos soldados; escritores, historiadores y acad¨¦micos normalmente no pacifistas se han unido al coro de cr¨ªticas, o han expresado como m¨ªnimo graves dudas. Est¨¢ claro que los argumentos a favor de la guerra presentados por el Gobierno de Bush no han conseguido convencer a una gran parte de los europeos corrientes, y no s¨®lo a los tercamente antiestadounidenses. ?Por qu¨¦? ?C¨®mo?El problema tiene dos vertientes. En primer lugar, pocos europeos han comprendido realmente el trauma de transformaci¨®n que el 11-S ha causado en la psique estadounidense. En segundo lugar, se ha producido una metamorfosis en la actitud y la pol¨ªtica de ese pa¨ªs. Durante los 45 a?os que dur¨® la guerra fr¨ªa, la estrategia de defensa occidental se bas¨® en la advertencia clara y la disuasi¨®n. Nos limit¨¢bamos a decirles a los sovi¨¦ticos: "Si nos atac¨¢is sin advertirnos, tendr¨¦is una victoria inicial. Pero sobrevivir¨¢n suficientes fuerzas de represalia como para devolveros el golpe y barreros del mapa". Y como los miembros del Politbur¨® sovi¨¦tico estaban al menos cuerdos, ninguno de los bandos se sinti¨® tentado a caer en la destrucci¨®n mutua asegurada. Eso lo entienden los europeos, porque se acostumbraron a ello. Los brit¨¢nicos tambi¨¦n entienden de represalias. Muchos de los que hoy se oponen a la pol¨ªtica estadounidense estaban a favor de liberar las islas Malvinas y Kuwait porque las agresiones de Leopoldo F. Galtieri y de Sadam Husein estaban a la vista de todos. Ten¨ªamos una justificaci¨®n moral. Lo que el Gobierno de Bush no ha explicado con suficiente cuidado y claridad es el cambio de la disuasi¨®n o contenci¨®n a la prevenci¨®n. Para muchos europeos corrientes, brit¨¢nicos incluidos, el ataque preventivo es una forma de agresi¨®n. De ah¨ª su rechazo moral.
El ataque preventivo es muy de vez en cuando la ¨²nica forma de evitar un horror mayor en el futuro. Pero para ello se debe probar la existencia de ese horror. Un argumento que puede superar el comprensible deseo de no ser el primero en atacar se expresa mejor con una analog¨ªa. Si a una persona razonable se le pregunta: "Si fuese probable que al otro lado de la frontera estuviesen construyendo un Auschwitz, ?estar¨ªa justificado que cruz¨¢semos esa frontera para eliminarlo antes de que rugiesen los hornos?", esa persona se lo pensar¨ªa y contestar¨ªa: "S¨ª, siempre que realmente se est¨¦ preparando un mayor horror en el futuro, y que no sea producto de la imaginaci¨®n de un belicista". ?sa es la dificultad de la prevenci¨®n: que hace referencia a una entidad improbable, el futuro. El Gobierno estadounidense se ha convencido a s¨ª mismo. Y puede contar con la solidaridad brit¨¢nica. Pero necesita emplear m¨¢s tiempo y poner m¨¢s cuidado en explicar la necesidad de prevenir los mayores horrores futuros que ahora se preparan en diversas partes del Nuevo Mundo en el que vivimos, horrores de los que Europa no siempre va a quedar exenta.
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