No invoqu¨¦is el nombre de la libertad en vano
La invocaci¨®n del establecimiento de un "nuevo r¨¦gimen" en Irak que sirva de "ejemplo e inspiraci¨®n de libertad para otros pa¨ªses ¨¢rabes de la regi¨®n" ha sido un argumento que el presidente Bush ha a?adido recientemente a su arsenal de sus poco convincentes razones para hacer la guerra. En su conferencia pronunciada en el American Enterprise Institute el 26 de febrero, vincul¨® la desaparici¨®n de Sadam Husein al inicio de un proceso de democratizaci¨®n y pacificaci¨®n en el mundo ¨¢rabe. La idea de que la libertad y la democracia pueden imponerse por la fuerza es tan err¨®nea como creer que la ca¨ªda del l¨ªder iraqu¨ª tendr¨ªa una influencia directa e inmediata sobre los otros reg¨ªmenes de la regi¨®n, a la que se sigue atribuyendo como anta?o la imagen de un grupo de pa¨ªses coherente en el que el liderazgo de unos influye directamente sobre los otros.
Si algo ha demostrado la historia de los pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo a lo largo del siglo XX ha sido que los reg¨ªmenes implantados desde arriba se han aclimatado mal en la regi¨®n, al no haber sabido desarrollar en la sociedad el clima necesario para que germine la democracia. ?C¨®mo no recordar en estos d¨ªas preb¨¦licos las pretensiones de la declaraci¨®n conjunta franco-brit¨¢nica en noviembre de 1918 cuando identificaba como su objetivo en Oriente "la liberaci¨®n completa y definitiva de los pueblos tan largo tiempo oprimidos por los turcos"? Este mal arraigo de la democracia ha sido as¨ª tanto para las monarqu¨ªas que Inglaterra estableci¨® en la zona (Irak y Transjordania) como en las rep¨²blicas que Francia inspir¨® en Siria y L¨ªbano tras los acuerdos de Sykes-Picot en 1916. Y no digamos en los reg¨ªmenes que surgieron m¨¢s tarde en algunos de esos pa¨ªses como consecuencia de golpes militares m¨¢s o menos violentos. La democracia nunca puede ser otorgada, y menos a¨²n impuesta mediante la violencia. El polit¨®logo tunecino Yadh Ben Achour, en su libro Politique, religion et droit dans le Monde Arabe (C¨¦r¨¨s Productions-Cerp, T¨²nez, 1992), se?ala que "la democracia, para que triunfe, debe ser una doctrina social y no una simple receta. Debe ser alcanzada mediante un consenso, debe venir de la sociedad, ser objeto de un debate, estar interiorizada en el cuerpo social e impuesta por ¨¦l al poder. La democracia otorgada no es m¨¢s que una trampa destinada a enga?ar a los ingenuos".
Por otra parte, la argumentaci¨®n acerca de los "bienes" que la intervenci¨®n en Irak producir¨ªa en la democratizaci¨®n de todo el mundo ¨¢rabe es algo cuya construcci¨®n viene fragu¨¢ndose desde el 11-S. Y no creo, al decir esto, estar sucumbiendo a la teor¨ªa de la conspiraci¨®n que tanto arraigo ha tenido en el mundo ¨¢rabe desde el reparto de Oriente Pr¨®ximo, si se ha de hacer caso al profesor sirio afincado en Alemania Bassam Tibi, autor de un libro denominado as¨ª, La conspiraci¨®n. El trauma de la pol¨ªtica ¨¢rabe (Herder, Barcelona, 1996). Hace tan s¨®lo unos d¨ªas que esto quedaba patente en el art¨ªculo del columnista pol¨ªtico de The New York Times Thomas L. Friedman, reproducido en EL PA?S (21 de febrero de 2003), en el que se indicaba como la verdadera justificaci¨®n de la guerra que el presidente "Bush deber¨ªa empezar a decir" y que no hab¨ªa dicho hasta entonces, a la pretensi¨®n de "ayudar a los iraqu¨ªes a crear un Estado progresista que pueda estimular la reforma del mundo ¨¢rabe-musulm¨¢n, de forma que esta regi¨®n deje de producir j¨®venes iracundos que se sientan atra¨ªdos por el islam radical y que son las verdaderas armas de destrucci¨®n masiva" (el t¨ªtulo del art¨ªculo era precisamente: "Bush deber¨ªa empezar a decir la verdad sobre esta guerra").
Atando cabos m¨¢s antiguos, uno llega a preguntarse si la publicaci¨®n antes del verano pasado de un Informe 2002 sobre el desarrollo humano en el mundo ¨¢rabe, realizado por el PNUD bajo la direcci¨®n de Nader Fergany, formaba parte de una estrategia tendente a justificar una intervenci¨®n exterior en el mundo ¨¢rabe, a iniciar concretamente en Irak, ya que el informe resaltaba las bajas cuotas en el desarrollo humano en cuanto a la calidad de las instituciones de gobierno, a los niveles de libertad de expresi¨®n y de representatividad, definiendo a la regi¨®n ¨¢rabe como muy a la cola de otros conjuntos de pa¨ªses en el mundo. Tres d¨¦ficit se se?alaban como las claves del h¨¢ndicap en el desarrollo humano de la zona: el de libertad, el de desarrollo de la mujer y el de capacitaci¨®n-conocimiento.
No hay la menor duda de que el mundo ¨¢rabe as¨ª, en bloque, padece esos d¨¦ficit, pero s¨ª la hay respecto a que se encuentre por debajo del ?frica subsahariana o del Sureste Asi¨¢tico en estos cap¨ªtulos. En cualquier caso, mi otra duda est¨¢ en el hecho de querer seguir agrupando a efectos de estudio a pa¨ªses que aunque cuenten con v¨ªnculos decisivos en com¨²n, como son una lengua de comunicaci¨®n que une a casi 300 millones de personas y una Liga ?rabe que fuera en otro tiempo instrumento de mediaci¨®n y regulaci¨®n de sus relaciones, han ido perdiendo homogeneidad en el ¨²ltimo cuarto de siglo, distanci¨¢ndose unos pa¨ªses de otros precisamente en sus grados de libertad, de emancipaci¨®n femenina o de desarrollo educativo. La paradoja est¨¢ en que en los pa¨ªses donde se ganan espacios de libertad -como en Marruecos o Argelia-, la educaci¨®n deja mucho que desear, y en aquellos otros donde las inversiones en formaci¨®n dieron frutos positivos, los reg¨ªmenes dictatoriales impiden la libre expresi¨®n. No valen, pues, estudios tan englobadores en los que la radiograf¨ªa media obtenida apenas sirva de retrato-robot para justificar una intervenci¨®n "liberadora".
Esta argumentaci¨®n a favor de un "nuevo plan" para arreglar Oriente Pr¨®ximo parece no haber hecho mella en Espa?a m¨¢s que en la c¨²pula dirigente del Partido Popular, convencida en solitario de que su belicismo est¨¢ a favor de la paz y de nuestra seguridad, mientras el clamor de la calle se muestra contrario a la insensatez de la guerra. El pacifismo tiene una larga tradici¨®n en nuestro pa¨ªs, como se demostr¨® en los d¨ªas de la campa?a contra el ingreso en la OTAN en 1986, cuando las movilizaciones masivas se extendieron por toda Espa?a a pesar de que el Gobierno socialista puso toda la carne en el asador para defender el s¨ª a la Alianza Atl¨¢ntica. Sin embargo, de aquella gran coalici¨®n antibelicista no surgi¨® un movimiento alternativo en pol¨ªtica, quiz¨¢ porque convergieron en ¨¦l elementoscontradictorios que tal vez ahora afloren de nuevo en este gran movimiento contra la guerra en Irak al que asistimos.
?C¨®mo hacer conciliar el belicismo enardecido de nuestra opini¨®n p¨²blica en los d¨ªas del episodio de Perejil con el clamor pacifista de la voz popular que hoy inunda calles y plazas en todos los rincones de Espa?a? Si uno hace caso de las encuestas de opini¨®n, una aplastante mayor¨ªa parec¨ªa estar en julio pasado a favor de una contundente respuesta del Gobierno, la misma que ahora busca cortarle las alas para que no nos complique en una aventura de car¨¢cter internacional de mucha mayor envergadura.
?Puede hablarse de incongruencia, de diferente grado de informaci¨®n, de un trabajo a fondo de los partidos de la oposici¨®n, que han sabido tocar m¨¢s hondo los sentimientos de la poblaci¨®n?
Naturalmente, no pueden compararse las consecuencias que una u otra crisis pod¨ªan -o pueden- derivar para Espa?a, pues el malestar con Marruecos, aparte de haber hecho a¨²n m¨¢s tirantes las maltrechas relaciones, nadie pod¨ªa esperar que hubiera podido terminar en una confrontaci¨®n b¨¦lica por tan rid¨ªcula presa como un islote deshabitado. Y, sin embargo, igual que en un pasado tan remoto como 1844, 1859 y 1893 la opini¨®n se puso del lado de quienes quer¨ªan "vengar" el "honor mancillado" por nuestro tradicional antagonista hist¨®rico. Entonces, en 1844, hubo hasta un famoso costumbrista espa?ol, como fue Seraf¨ªn Est¨¦banez Calder¨®n, que lleg¨® a redactar un Manual para el oficial espa?ol en Marruecos, invitando a prepararse para una confrontaci¨®n contra nuestro vecino que reduc¨ªa a un conflicto entre "civilizaci¨®n y fanatismo". En 1859, como recuerda Benito P¨¦rez Gald¨®s en su Episodio nacional Aita Tettauen, aunque "el agravio no era de los que piden reparaci¨®n de sangre, fueron los espa?oles a la guerra porque necesitaban gallear un poquito ante Europa y dar al sentimiento p¨²blico, en el interior, un alimento sano y reconstituyente". Tambi¨¦n en 1893 las tropas que iban a Melilla eran despedidas a los sones de El d¨²o de La Africana, aunque no faltaran voces que calificaran la operaci¨®n de "caricatura" del patriotismo.
Me pregunto por el papel que desempe?aron en el enardecimiento de la opini¨®n en julio de 2002 unos medios de comunicaci¨®n que tocaban a rebato como si en Perejil nos fuera la sal y la vida. Y sin embargo, a nadie se le ocurri¨® salir a la calle a manifestarse, todo lo m¨¢s a comprarse alguna pel¨ªcula de cine legionario que las televisiones p¨²blicas airearon entre sus kilom¨¦tricas publicidades.
Este clamor que hoy se levanta contra la guerra de Irak hunde sus ra¨ªces en ese pacifismo que cuaj¨® en protestas de envergadura como las de 1909, 1911 y 1921-22 contra la guerra de Marruecos, en momentos en que lo que estaba en juego eran miles de vidas humanas. Campa?as como la de Melilla en la primera de esas fechas, que provoc¨® hasta una huelga general que deriv¨® en Barcelona en la Semana Tr¨¢gica, servir¨ªa de punto de arranque de un amplio y prolongado movimiento de masas liderado por la conjunci¨®n republicano-socialista, a cuyo frente se encontraba Benito P¨¦rez Gald¨®s clamando en contra de las "rom¨¢nticas aventuras belicosas, cuya finalidad nadie ha podido determinar". No est¨¢ de m¨¢s, ahora que nuestros gobernantes u opositores contabilizan los r¨¦ditos electorales de la apuesta a favor o en contra de la guerra, recordar que el primer diputado socialista de la historia de Espa?a, el fundador del PSOE, Pablo Iglesias, fue elegido en 1910 al calor de esas protestas contra la guerra de Marruecos. Iglesias fue de los que en la Espa?a de su tiempo tuvieron el coraje de defender a los "moros" como patriotas por defender su tierra y enfrentarse a quienes les atacaban en nombre de la civilizaci¨®n. Y como ¨¦l, un nutrido grupo de intelectuales como Gumersindo de Azc¨¢rate, Juli¨¢n Besteiro o Joaqu¨ªn Dicenta, que hicieron suyas las palabras de Gald¨®s proclamando guerra a la guerra y llamando al cese de "las inquietudes quijotescas, las insensatas contiendas germen de ruina, que s¨®lo satisfacen el prosa¨ªsmo positivista de unos pocos Sanchos, de bolsa repleta y coraz¨®n vac¨ªo".
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es catedr¨¢tico de Historia del Islam Contempor¨¢neo en la UAM y autor del libro El mundo arabo-isl¨¢mico contempor¨¢neo. Una historia pol¨ªtica (S¨ªntesis, Madrid).
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