La primera v¨ªctima es el lenguaje
Se dice que en las guerras lo primero que muere es la verdad. Lo que sucede ¨²ltimamente es, sin embargo, mucho m¨¢s grave; una multiplicaci¨®n de la capacidad humana de subvertir el lenguaje. Y, en el caso de Irak, las cosas incluso van a peor.
Cuando en el siglo XVI, la monarqu¨ªa cat¨®lica hablaba de evangelizar Am¨¦rica enunciaba prop¨®sitos reales, y, m¨¢s all¨¢, cuando las Leyes Nuevas (1542) discut¨ªan el grado de humanidad y derechos que hab¨ªa que reconocer a los indios, se libraba un debate a calz¨®n quitado entre Las Casas y Gin¨¦s de Sep¨²lveda. Cuando en el XVII, Olivares subrayaba la necesidad de responder a la menor asechanza, aun en la periferia del imperio, porque hab¨ªa que mantener "la reputaci¨®n", describ¨ªa la realidad geopol¨ªtica con una precisi¨®n equivalente a la de Kissinger y su linkage, y, de igual forma, la defensa del catolicismo en los Pa¨ªses Bajos, no s¨®lo era una operaci¨®n que no ocultaba otros designios, sino que al decir catolicismo alud¨ªa, y nadie se llamaba a enga?o, a una forma de Gobierno contra la que atentaba el triunfo del calvinismo; en el siglo XVIII, con la victoria de los m¨¢s nobles delirios de la raz¨®n, la Revoluci¨®n Francesa, aparec¨ªa ya una grave bifurcaci¨®n entre objetivos pol¨ªticos y su exposici¨®n p¨²blica; pero el giro esencial no se produc¨ªa hasta el XIX, con el advenimiento de la democracia. El pueblo comenzaba a elegir a sus gobernantes, y el poder se pon¨ªa a hablar en alegor¨ªa. Aun as¨ª, la carga del hombre blanco, el poema de Kipling, no era s¨®lo un calomelano para consumo de obreros en mal de nacionalizaci¨®n, sino que asum¨ªa una realidad que practicaban los administradores del imperio, como ocurr¨ªa con la misi¨®n civilizadora de Francia. El siglo XX, la centuria de las ideolog¨ªas, del triunfo formal de la democracia, es aquel en que la imaginer¨ªa alcanza su c¨²spide creativa. El socialismo realmente existente, encima, quer¨ªa ser una descripci¨®n marxista de la realidad; y el mundo libre, aunque no tan falso, era una oda al capitalismo; discurso y fin se dec¨ªan adi¨®s por siempre jam¨¢s. Pero es hoy, con el asalto de Estados Unidos a la dominaci¨®n mundial, cuando el finiquito de la raz¨®n en el uso del lenguaje llega a su orto.
Si hubiera que reducir a un tr¨ªptico esencial la argumentaci¨®n del presidente Bush para justificar el ataque a Irak, seguramente valdr¨ªa para todos el siguiente encadenamiento: 1) Irak constituye una amenaza para Estados Unidos. 2) La ¨²ltima opci¨®n es la guerra. 3) La opci¨®n de no hacer nada no es opci¨®n. Todo ello verbatim del autor.
Es posible que George W. est¨¦ ya convencido de la veracidad de la primera proposici¨®n, pero cuesta creer que ¨¦se sea el caso del primer ministro brit¨¢nico, Tony Blair, o de la pareja Aznar-Palacio, que se embarcan en la aventura s¨®lo porque les parece un buen negocio. Conocemos, por supuesto, la teor¨ªa de que lo que Bush quer¨ªa decir no era que Bagdad fuera directamente una amenaza, sino el temor a que Sadam Husein facilitase armas de destrucci¨®n masiva -si las tiene- a alg¨²n Al Qaeda. Pero, si es as¨ª, ello s¨®lo podr¨¢ deberse a que con la guerra inminente se ha puesto al tirano al borde de hacer cualquier cosa por vengarse, con lo que nos hallamos ante un caso de profec¨ªa autocumplida: primero se profetiza que fulano de tal morir¨¢, y luego se le mata.
La afirmaci¨®n de que la ¨²ltima opci¨®n es la guerra no resiste mejor el an¨¢lisis. ?A alguien le cabe creer que Bush puede permitirse la retirada de los 200.000 efectivos en la zona, sin un grave quebranto de su presidencia?; o ?dudar de que hace ya mucho tiempo que est¨¢ decidido que habr¨¢ guerra, aunque no siempre Sadam facilite las cosas, como cuando destruye los misiles Samud? Blair y Aznar no lo ignoran.
?Y el tercer anuncio de que la inacci¨®n es intolerable? ?Es que propone alguien no hacer nada? ?No pide, acaso, todo el mundo que se destruya la capacidad letal -si existe- de Bagdad, por un medio que est¨¢ dando resultados, las sanciones-inspecciones? ?Y, entonces, por qu¨¦ ahora se abre el mayor abismo entre pensamiento y acci¨®n, palabra y obra?
Puede tener que ver con la extremosidad de que exista una sola hiperpotencia y la necesidad, igual de exorbitante, de acreditar una ideolog¨ªa de la acci¨®n para que, como un papagayo, la repitan todos los que piensan sacar provecho -lo que tiene un pase- y a los que les basta con asistir al poderoso. El precio es envilecer la palabra hasta enterrarla en el mar.
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