En¨¦sima vuelta a una vieja tuerca
La tuerca de la legendaria serie televisiva Star Trek a veces ya chirr¨ªa y ciertamente est¨¢ algo averiada por la erosi¨®n del tiempo y por el exceso de kilometraje. Pero sus articulaciones tienen frescura y a¨²n admiten, pese al reuma, algunas vueltas m¨¢s. As¨ª lo pone de manifiesto la eficacia del candor de esta reci¨¦n llegada N¨¦mesis, nueva y en¨¦sima aventura, en la frontera con la desventura, dentro de inmensidades gal¨¢cticas que siguen sin ocultar que est¨¢n hechas con cuatro d¨®lares y en un desv¨¢n.
Aunque esta obrita tiene aspecto de mortecina, logra lo que se propone, que es alargar hasta el absurdo -pero sin sensaci¨®n de esfuerzo ni ca¨ªda en el rid¨ªculo, pese a lo archisabido y rutinario de la trama- esa especie de tradici¨®n de cine primario, elemental, televisivo, segregado por la inagotable serie estelar, en la que los actores, casi todos ya carcamales, se van relevando y encaramando en las amistosas jerarqu¨ªas del puente de mando de la nave Enterprise y, metidos en ella, investigan con gesto de escolares solemnes e imperturbables el estruendo sin furia de las galaxias ¨ªntimas que albergan en los bajos fondos de la memoria sus incontables y apasionados seguidores repartidos en las cuatro esquinas de este peque?o planeta, del que despegaron hace d¨¦cadas y alrededor del que siguen dando vueltas y revueltas de tuerca.
STAR TREK. N?MESIS
Direcci¨®n: Stuart Baird. Gui¨®n: John LOgan. Int¨¦rpretes: Patrick Stewart, Jonathan Frakes, Brent Spiner, LeVar Burton, Michael Dorn, Gates McFadden, Marina Sirtis.
Estados Unidos, 2002.
G¨¦nero:ciencia ficci¨®n.
Duraci¨®n: 103 minutos.
Es N¨¦mesis lo mismo, o casi lo mismo, de siempre, pero -dicen los parroquianos de esta misa, tambi¨¦n antediluviana- que en eso radica precisamente el encanto y el gancho que han hecho persistente durante d¨¦cadas a este infinito tebeo filmado. De manera que, quienes han adiestrado el olfato para detectarla, ven la gracia de estas pel¨ªculas, que, consideradas una por una, suelen ser bastante sosas, en su ensamblaje en un vasto conjunto de ficciones -o en una megaficci¨®n, cercana a una cosmogon¨ªa casera- que les da sentido y convierte a la nueva generaci¨®n, ya ciertamente bastante avejentada, de tripulantes del Enterprise en configuraciones de la paradoja de la arqueolog¨ªa del futuro, c¨®mo si comenzara a ser veraz la idea de que rastrear en el ciberespacio huellas del doctor Spock de Leonard Nimoy y del capit¨¢n Kirk de William Shatner tiene sabor a nueva busca de los pasos perdidos de Tutankamon.
Y la entra?able saga, aunque renquea, sigue abriendo camino.
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