Pau Vidal da voz a los fantasmas de Ciutat Vella en el libro 'Homeless'
Las historias de fantasmas pueden tener formas muy distintas, y a veces, el lector o el que escucha no siente miedo tanto de las ¨¢nimas como de quienes las han convertido en tales. Pau Vidal (Barcelona, 1967) acaba de publicar Homeless, un conjunto de cuentos que le vali¨® el premio Documenta de la editorial Emp¨²ries. Homeless re¨²ne siete historias protagonizadas por los viejos habitantes de Ciutat Vella, cuyas casas, lugares de trabajo y asueto han desaparecido por la presi¨®n urban¨ªstica y la especulaci¨®n.
Un inmueble de la calle de Princesa (El mascar¨® de proa); un prost¨ªbulo que fue casa de ba?os y ahora es un centro de asistencia primaria (El xalet del moro); el Liceo -que fue convento de Trinitarios- (El fantasma de l'¨°pera); un bar de mala vida y mejor animaci¨®n (Bye, bye, Pay-Pay); un hospicio (Orfes, orfes); un cabaret que fue f¨¢brica y ahora es una comisar¨ªa (Polis al cabaret), y un chiringuito y un tinglado de la Barceloneta (Raons que tenien un xiringuito i un tinglado). Todos, con sus respectivos fantasmas, son los protagonistas de los cuentos.
?La nostalgia no es cosa de mayores? "Un soci¨®logo escribi¨® que, parad¨®jicamente, a los punkis les gustaban los bares antiguos y grasientos porque les daban una sensaci¨®n de protecci¨®n; creo que la melancol¨ªa es m¨¢s bien un estado de ¨¢nimo", responde Vidal, quien contin¨²a: "Para m¨ª, la piedra es sin¨®nimo de protecci¨®n. Soy el t¨ªpico que me quedo embobado delante de las piedras porque pienso que me hablan. Me considero agredido cuando salgo de casa y cada d¨ªa me encuentro con que me falta un trozo de paisaje porque han derribado una casa. Supongo que, en el fondo, lo que pasa es que me da miedo que derriben la m¨ªa".
Uno de sus protagonistas es uno de los vecinos afectados por el proceso de reconstrucci¨®n del Liceo posterior al incendio de 1994. Salvador Trinitari resiste hasta el final y reivindica su derecho a quedarse en el sitio por una supuesta prioridad al descender de un viejo escribano del antiguo convento desamortizado en el siglo XIX para construir el teatro. "No tiene ning¨²n derecho real, pero ¨¦l se sabe perdedor y busca todas las excusas morales de los perdedores. Los hombres lesos son eso, pobres. Los ricos no pierden la casa y ellos s¨ª", explica. "De hecho, la lucha del barrio contra la modernizaci¨®n, por llamarla as¨ª, es la lucha de los ricos contra los pobres. Los poderosos imponen su voluntad, y los pobres s¨®lo se pueden aferrar a la protesta. El ¨²nico refugio de los perdedores es la literatura porque la historia la escriben los ganadores", contin¨²a.
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