Bagdad, campo de batalla
La mano derecha de Sadam Husein, el primer ministro Tarek Aziz, hombre de rostro afable y maneras cordiales, recibe a un peque?o grupo de periodistas en el palacio presidencial. Pocas veces se ver¨¢ un edificio con unos techos tan altos, unas l¨¢mparas de ara?a colgadas a la altura en la que uno va perdiendo el sentido de la proporci¨®n y ya no sabe si son gigantescas o s¨®lo enormes, unos pasillos tan interminables, unas alfombras tan mullidas que se tragar¨ªan el taconeo de un desfile militar..., y todo ello, salones, pasillos, sillones, mesas y despachos, tan vac¨ªo.
Cuando Tarek Aziz se despida una hora despu¨¦s dar¨¢ la sensaci¨®n de que alguien apagar¨¢ las luces y volver¨¢ a reinar la soledad sobre las alfombras rojas y marrones. Quien ha tenido la oportunidad de visitar algunos de los ocho palacios oficiales del Gobierno asegura que el presidencial es una especie de chal¨¦ adosado en comparaci¨®n con otros m¨¢s kilom¨¦tricos y misteriosos. Cuando el cardenal Etxegaray visit¨® a Husein, alguien de su s¨¦quito coment¨® asombrado que el conductor hab¨ªa estado durante media hora dando vueltas entre tres palacios hasta que por fin pudo encontrarse con Husein en el de la Rep¨²blica, el m¨¢s importante de todos. Ese edificio y el puente que lo une al palacio de los Piadosos fue uno de los primeros objetivos en ser bombardeados en 1991 por los americanos. Aquella noche del 17 de enero, las alarmas antia¨¦reas de Bagdad empezaron dos horas despu¨¦s de la primera bomba. En lo que iba a ser el mayor ataque a¨¦reo de la historia, los americanos hab¨ªan dejado de s¨²bito casi aniquilado el sistema de defensa antia¨¦rea desde el primer momento.
En 1991, la clave del ¨¦xito de Estados Unidos fue bombardear cinco de los siete puentes que un¨ªan la ciudad de Bagdad.
Y despu¨¦s llegar¨ªa el turno de los puentes: el Colgante, el de la Rep¨²blica, el de los M¨¢rtires, el del Rey Faisal y el del Catorce del Ramad¨¢n quedaron tocados. La aviaci¨®n norteamericana bombarde¨® cinco de los siete que un¨ªan entonces las dos orillas de la ciudad. Aquello fue clave en el ¨¦xito de los estadounidenses. Dividieron la ciudad y sus ¨®rganos de poder. En esta ocasi¨®n, todo lo que ocurra en Bagdad ser¨¢ m¨¢s decisivo a¨²n que entonces. La armada brit¨¢nica ha declarado que pretende tomar el aeropuerto de Bagdad en los primeros tres d¨ªas del ataque. Esa noticia no llega f¨¢cilmente al pasajero que se mueve bajo los arcos iluminados del vest¨ªbulo de vuelos nacionales, semejante a la estructura de una mezquita.
Sacos terreros
El jefe del Estado Mayor norteamericano ha anunciado que en las primeras 48 horas lanzar¨¢ 3.000 bombas sobre Irak. Tampoco llega esa noticia al camarero, al taxista o al catedr¨¢tico de historia. Tampoco ha o¨ªdo casi nadie hablar de la supuesta bomba, el ¨²ltimo ingenio de Estados Unidos, que aparentemente dejar¨ªa inutilizados los aparatos el¨¦ctricos, incluso los que se encuentren desconectados en el momento de la detonaci¨®n. Pero el ciudadano de Bagdad habla de "las amenazas". Los sacos terreros que hay a la entrada de la universidad los colocaron al inicio de "las amenazas". El amigo ¨ªntimo de un estudiante de historia se encuentra en su cuartel sin permiso para ir a casa con sus padres desde el inicio de "las amenazas". Y todo el mundo da por supuesto que buena parte de esas amenazas tendr¨¢n como destino Bagdad, ciudad cuyo significado es el huerto del hombre y cuyo primer nombre, al ser fundada por el califa Almanzor en el a?o 762, fue el de Ciudad de la Paz.
Muy pocos de los cinco millones de habitantes de Bagdad hablan ingl¨¦s. Y apenas son dos los hoteles en los que se puede acceder a Internet. Adem¨¢s, introducirse en algunas p¨¢ginas de Estados Unidos es poco menos que imposible. Por tanto, pocos bagdas¨ªes habr¨¢n tenido la oportunidad de leer esta semana el semanario Newsweek, donde se advierte de que el ej¨¦rcito de Estados Unidos no espera encontrar mucha resistencia en los 300.000 soldados regulares de Sadam, sino entre los 15.000 hombres que forman su Guardia Republicana, escogidos uno a uno entre las tribus afectas a Sadam. La revista, que cita fuentes del espionaje americano, se?ala que cientos de trabajadores han excavado zanjas en las afueras de Bagdad con el hipot¨¦tico fin de crear un anillo alrededor de la ciudad, llenarlo de petr¨®leo y prenderle fuego como m¨¦todo para interferir en el sistema l¨¢ser por el que son guiadas algunas bombas, aunque otras muchas van dirigidas por sat¨¦lites. En cualquier caso, el objetivo de Sadam, seg¨²n las citadas fuentes, ser¨ªa que el n¨²mero de bajas propias y norteamericanas creara un estado de opini¨®n que llevase a un alto el fuego. En realidad, todo, hasta el momento, en este pa¨ªs de 22 millones de habitantes est¨¢ por ver. Y contarlo no ser¨¢ f¨¢cil.
Muchos periodistas quisieran ver desde Bagdad todo lo que est¨¢ por venir, pero el Gobierno ha cerrado el grifo de los visados. Cientos de peticiones se amontonan sobre las mesas del Ministerio de Informaci¨®n. Los que est¨¢n fuera del pa¨ªs quieren entrar y los que permanecen en Bagdad no quieren salir. M¨¢s de cien reporteros en Bagdad aguardan el final del desarme o el comienzo de otra guerra.
En 1991, las autoridades iraqu¨ªes invitaron a marcharse a los medios un d¨ªa antes de las bombas. S¨®lo la CNN y El Mundo permanecieron en Bagdad. Esta vez, Tarek Aziz ha prometido que los periodistas podr¨¢n quedarse en Irak. No obstante, los funcionarios del Ministerio de Informaci¨®n hacen todo lo que pueden por obstruir su estancia. Decenas de periodistas se apelotonan ante las puertas de las oficinas estatales; aguardan durante horas, d¨ªas y semanas a que les renueven el visado por otros 10 d¨ªas; se deprimen sin consuelo cuando les dicen que ya ha expirado y que no pueden renovarlo m¨¢s, y resoplan como chiquillos cuando consiguen por fin otros 10 d¨ªas de ox¨ªgeno. Mientras tanto, los rumores previos t¨ªpicos de un ambiente preb¨¦lico no paran de correr.
Si ayer el hotel de lujo Rashid pasaba por ser el m¨¢s seguro, hace tres d¨ªas la CNN y las agencias de noticias estadounidenses decidieron cambiarse a otro hotel en la otra orilla del r¨ªo, y con ellos la mayor parte de los periodistas enviados aqu¨ª. Nadie quiere que el bombardeo le coja al lado de la televisi¨®n oficial iraqu¨ª, que es donde se encuentra el hotel Almanzor; ni al lado de la sede del partido Baaz, que es donde se halla el hotel Rashid; ni al lado de un cuartel de la Guardia Republicana o de una central de la polic¨ªa. Que el hotel tenga b¨²nker o no, ya es lo de menos. Lo importante es saber qu¨¦ hay a su alrededor, que se encuentre en una zona cristiana de la ciudad y sobre todo que sea el hotel elegido por las grandes cadenas de Estados Unidos. La cuenta corriente de los hoteles se tambalea estos d¨ªas al ritmo de los rumores. "En realidad", comenta un reportero con varios lustros de experiencia, "esto es cuesti¨®n de suerte. Al final te puede tocar la china, y si no, no haber venido. Si estamos aqu¨ª es para asumir el riesgo".
Camino a Basora
En algunas partes del pa¨ªs, la escenograf¨ªa de la guerra ya est¨¢ preparada, a la espera del enemigo. El camino que conduce desde Bagdad hasta Basora, la ciudad m¨¢s pr¨®xima a Kuwait, hace varios d¨ªas que ha sido restringido a los periodistas. Sin embargo, este mi¨¦rcoles, un reducido grupo de reporteros espa?oles tuvo la oportunidad de visitar Basora por un d¨ªa junto a los pacifistas espa?oles que llegaron esta semana desde Madrid para apoyar el no a la guerra. Durante seis horas de viaje en autob¨²s se divisaban, a ambos lados de la autopista, cientos y cientos de pozos y trincheras con sacos de arena encima. La propia Basora, una de las m¨¢s castigadas en la guerra de 1991, ofrec¨ªa ya el aspecto de ciudad en guerra, con sacos de arena por muchas esquinas y las sirenas antia¨¦reas ululando en mitad de la noche, en medio de una tormenta de arena. "Aqu¨ª estamos acostumbrados a las sirenas. Ya no nos sorprendemos ni nos inquietamos demasiado", comentaba un m¨¦dico de Basora.
Reina una calma extra?a tanto en el sur de Irak como en Bagdad. A menudo, los testigos de la guerra de 1991 hacen referencia a lo que se vivi¨® aquellos d¨ªas. Pero la situaci¨®n no es la misma que entonces. Las semanas previas al bombardeo, buena parte de los cuatro millones de habitantes que entonces ten¨ªa Bagdad se hab¨ªan trasladado a sus provincias. Y la mayor parte de los cristales estaban protegidos con cintas adhesivas. Ahora, apenas se ven ventanas con la equis de las cintas. Y la gente permanece en sus casas. Tal vez teme a los ladrones o tal vez conf¨ªa en defender la ciudad con u?as y dientes. O sencillamente espera que los bombardeos sean precisos y selectivos, contra objetivos estrat¨¦gicos.
El primer ministro del pa¨ªs, Tarek Aziz, reconoce que la principal arma de Irak ser¨¢ la sangre de su gente. Pero cuando se le pregunta: ?entonces esto ser¨¢ una masacre, no?, Aziz replica diciendo que s¨ª, pero que los ¨²nicos responsables de ese crimen ser¨¢n los Gobiernos de Estados Unidos, el Reino Unido y Espa?a. ?Y c¨®mo piensa el Gobierno iraqu¨ª proteger a su gente? Aziz sostiene que la poblaci¨®n ya sabe defenderse, que los ocho a?os de guerra contra Ir¨¢n y la guerra de 1991 fueron el mejor entrenamiento.
Escudos humanos
En 12 a?os, la tecnolog¨ªa de guerra ha ganado en precisi¨®n; pero los movimientos pacifistas, a trav¨¦s de las concentraciones antiglobalizaci¨®n, tambi¨¦n. Y por eso el Gobierno iraqu¨ª ha repartido una lista con los 40 lugares primordiales que los escudos humanos habr¨¢n de proteger con sus vidas cuando arrecien las bombas. Centrales el¨¦ctricas, refiner¨ªas, depuradoras de agua y centros de telecomunicaci¨®n. Tom Cahill es un californiano de 66 a?os que lleva varios d¨ªas pernoctando en una depuradora de agua. "Cada d¨ªa que Bush se retrase en atacar, los que nos oponemos a la guerra seremos m¨¢s y m¨¢s fuertes".
No obstante, por si fallasen los augurios m¨¢s optimistas, hace tres semanas el propio Sadam Husein exhort¨® a los habitantes de Bagdad a que cavasen trincheras en sus jardines para defender la ciudad y la patria calle por calle, casa por casa. La frase, de cierto calado ¨¦pico, part¨ªa de un supuesto err¨®neo. Y es que en Bagdad apenas hay jardines. S¨®lo los m¨¢s adinerados gozan de un peque?o terreno delante de sus casas. Despu¨¦s hay muchos barrios pobres donde varias familias se hacinan en una misma casa.
No obstante, todos los entrevistados coinciden en se?alar que la ciudad ha mejorado much¨ªsimo en los ¨²ltimos 30 a?os. Ahora se ven calles infectas con toneladas de basuras. "Pero cuando yo era peque?o", comenta un frutero de 30 a?os, "todas las calles eran de barro. Y ahora, aunque sigue habiendo barrios muy pobres donde viven hasta 10 familias en una casa, la mayor parte est¨¢n asfaltadas".
No hay sirenas que abran paso a los coches oficiales. Si Sadam Husein se desplaza estos d¨ªas entre algunos de sus palacios oficiales o hacia alg¨²n b¨²nker secreto, lo har¨¢ aguantando los atascos que sufre el resto de los ciudadanos. Si se desplaza as¨ª, no ver¨¢ ambiente preb¨¦lico en las calles. No existe ira ni siquiera en las discusiones de tr¨¢fico. Si Bagdad fuese atacada dentro de pocos d¨ªas, el ardor guerrero de la poblaci¨®n habr¨ªa que improvisarlo.
Pero Bagdad partir¨ªa de una base: aqu¨ª nadie dice tener miedo a una nueva guerra. Los conflictos b¨¦licos est¨¢n en los genes de la ciudad. A los 59 a?os de su existencia, la Ciudad de la Paz ya fue sitiada. Y en 1258 recibi¨® la visita de los mongoles, algo que a¨²n no se ha olvidado en Bagdad. Tanto es as¨ª que el propio Sadam Husein ha comparado a los americanos con los mongoles. "Los americanos son a¨²n peores", se?ala el catedr¨¢tico de historia Qhatan Abdul Sattan, especialista en la historia de Bagdad. "Durante una semana, los mongoles violaron y quemaron a la gente de Bagdad. Hab¨ªa monta?as de cr¨¢neos por las calles. Entonces la ciudad ten¨ªa 800.000 habitantes; ahora somos cinco millones, pero estamos m¨¢s indefensos todav¨ªa. ?Qu¨¦ quieren los americanos de nosotros ahora? ?C¨®mo es que el Gobierno de su pa¨ªs participa en esto? Los americanos destruyeron cinco de los siete puentes que hab¨ªa en 1991. Los reconstruimos y construimos otros seis. Bagdad ha sido siempre s¨ªmbolo de civilizaci¨®n, de sabidur¨ªa. Ven¨ªa gente de todo el mundo a aprender las m¨¢s diversas materias en la ¨¦poca del califa Rashid, que es cuando surgen los cuentos de Las mil y una noches. Yo ten¨ªa 52 a?os cuando la guerra de 1991; ahora, 66. Mi fuerza no es la de antes, pero tengo m¨¢s fe todav¨ªa, y la gente luchar¨¢ con su fe".
Fe en la poblaci¨®n
Sadam Husein no piensa huir de Bagdad. Eso es lo que Tarek Aziz advirti¨® esta semana en el inmenso palacio presidencial. "Ser¨ªa un acto cobarde y no lo va a hacer". Sin embargo, ¨¦sa es una de las conjeturas con las que trabaja el ej¨¦rcito americano. La otra es que la guerra se puede dirimir calle a calle, bloque a bloque en una ciudad sin apenas rascacielos, pero casi dos veces m¨¢s grande en superficie que Nueva York. Gran parte de la alta tecnolog¨ªa del ej¨¦rcito estadounidense quedar¨ªa inutilizada en las calles de Bagdad. Y sus helic¨®pteros ser¨ªan vulnerables a golpes de granada. Pero a¨²n es una inc¨®gnita, incluso quiz¨¢ para el propio Sadam Husein, la reacci¨®n del ej¨¦rcito. A¨²n no se sabe qu¨¦ parte se rendir¨¢ y qu¨¦ parte plantar¨¢ cara hasta el ¨²ltimo aliento. Y sobre todo contin¨²a siendo muy dif¨ªcil saber cu¨¢l va a ser la respuesta y la potencia de la que es el principal arma de Irak, seg¨²n Tarek Aziz: su poblaci¨®n.
Mientras unos 300.000 soldados de Estados Unidos aguardan al otro lado de la frontera la orden de Bush, en las calles de Bagdad todo sigue siendo cordialidad y partidos de f¨²tbol entre chavales.
![Ciudadanos de Bagdad cruzan una calle de la ciudad por un paso elevado el pasado febrero.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/EYQGGG2EUNNAZZD4L3ZIR4HY3E.jpg?auth=50b7751f331fa95f29fe616efc65544389c6171f0f76751ee90be39b2a6f6eba&width=414)
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