Una tarde con Sadam
Sadam Husein interrumpi¨® con un gesto de su mano derecha la ya larga explicaci¨®n del jefe de la Inteligencia Militar cubana, que sobre un amplio mapa de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga describ¨ªa en detalle el creciente despliegue de las fuerzas norteamericanas y aliadas que en muy pocos d¨ªas castigar¨ªan a Irak por su invasi¨®n a Kuwait. "He recibido varios informes parecidos al de ustedes. Me los env¨ªa mi embajador en Naciones Unidas y casi siempre van a parar all¨ª", dijo en voz alta y pausada el ¨ªdolo de Takrit, al tiempo que se?alaba hacia un recipiente de m¨¢rmol.
El comentario pareci¨® m¨¢s bien dirigido al pu?ado de dirigentes militares iraqu¨ªes que ocupaban uno de los lados de la larga mesa cubierta de d¨¢tiles y flores. Al otro, donde yo me encontraba, los cubanos enviados por Fidel Castro para intentar convencer al aliado de Bagdad de su previsible derrota de estallar una guerra en el Golfo, comprendimos que ¨¦sa ser¨ªa una tarde muy dif¨ªcil en el palacio de Al Qadissiya.
Al regreso, Fidel no quiso o¨ªr la negativa de Sadam. S¨®lo pidi¨® a Fern¨¢ndez que le demostrara con sus propios pies c¨®mo el l¨ªder iraqu¨ª hab¨ªa dicho que aplastar¨ªa a los norteamericanos
Fidel alertaba a Sadam sobre el potencial b¨¦lico de EE UU, pero para salvar el honor iraqu¨ª, un asunto clave, le ofrec¨ªa una mediaci¨®n de amigos, un sacrificio tard¨ªo, pero necesario
Cuba, miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, vot¨® el 2 de agosto de 1990 a favor de la resoluci¨®n que conden¨® la invasi¨®n de Kuwait por parte de Irak
Eran los primeros d¨ªas de noviembre de 1990. Cuatro meses atr¨¢s, el inoportuno avance iraqu¨ª sobre las fronteras kuwait¨ªes estremeci¨® al mundo entero e inquiet¨® a la lejana Cuba. Un amigo desafiaba a su propio mundo ¨¢rabe, a persas, turcos e israel¨ªes, al Occidente en pleno y a todos los dem¨¢s, y lo hac¨ªa, para colmo de males, mediante la superioridad militar abrumadora contra un peque?o vecino independiente. Un escenario enrevesado, con desafortunadas similitudes a los peores augurios de Cuba sobre su propio gran vecino.
La diplomacia de la isla intent¨® jugar al avestruz. La canciller¨ªa, alarmada, recomend¨® callar, no tomar partido. Los kuwait¨ªes, a fin de cuentas, eran apenas unos conocidos lejanos, sin dividendos tangibles para Cuba. Otra monarqu¨ªa absoluta podrida en un mar de petr¨®leo; no alineados s¨ª, pero inclinados hacia Estados Unidos. Sadam, en cambio, era un amigo de muchos a?os y posiciones comunes.
La deuda moral con Cuba
Desde el Comit¨¦ Central del Partido Comunista, algunos de los negociadores de la retirada de las tropas cubanas de Angola propon¨ªamos lo contrario: marcar la distancia con el ¨²ltimo arrebato de Bagdad. Demasiados malabarismos nos deb¨ªa Sadam por su anterior guerra contra los ayatol¨¢s que hab¨ªan terminado con el Sha Reza Pahlevi; muchos los malentendidos con la clientela tercermundista no isl¨¢mica de la pol¨ªtica cubana; muchos tambi¨¦n los opositores de la variante sanguinaria del baasismo iraqu¨ª, incluidos casi todos los comunistas de la Mesopotamia, que hab¨ªan colgado de sus cuellos en la plaza de los Ahorcados. La agresi¨®n era irreconciliable con el derecho internacional. Hab¨ªa que tomar distancia de la aventura, en beneficio de los mejores intereses de Cuba.
El comandante en jefe decidi¨® criticar la invasi¨®n. Cuba, miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, vot¨® el 2 de agosto a favor de la resoluci¨®n 660 de ese ¨®rgano que conden¨® la acci¨®n de Irak.
A mediados de aquel oto?o resultaba evidente que la obstinaci¨®n por prolongar la ocupaci¨®n del emirato que Bagdad consideraba como su provincia 19 y la determinaci¨®n en sentido contrario de EE UU, al frente de una coalici¨®n internacional sin precedentes, conduc¨ªan a la guerra. Un conflicto que, en opini¨®n de Cuba, s¨®lo servir¨ªa para una demostraci¨®n descomunal de fuerza de los vencedores de la guerra fr¨ªa.
Para La Habana, donde se iniciaba el descenso en picado de la econom¨ªa, sostenida hasta entonces por los aliados socialistas, las circunstancias no pod¨ªan ser peores. Era necesario cualquier empe?o que evitara la previsible cat¨¢strofe de una guerra por Kuwait. Hasta el ¨²ltimo recurso ser¨ªa ensayado, incluso una apelaci¨®n directa a Sadam. La idea fue del propio comandante: convencer al n¨²mero uno iraqu¨ª de la enormidad de la respuesta militar que se preparaba, de la cual Cuba, por fuentes propias y sovi¨¦ticas, estaba muy bien informada.
La misi¨®n deb¨ªa ser discreta. La encabezar¨ªa el vicepresidente del Consejo de Ministros, Jos¨¦ Ram¨®n Fern¨¢ndez. Oficial profesional de las Fuerzas Armadas incorporado a la revoluci¨®n, fue un hombre clave en la batalla librada contra la invasi¨®n de bah¨ªa Cochinos en 1961 y desde entonces de la m¨¢xima confianza del comandante. Pese a su ascendencia asturiana, es conocido como El Gallego, el gentilicio com¨²n para todos los espa?oles en el habla de la isla. Rodrigo ?lvarez Cambras, el ortop¨¦dico que a?os atr¨¢s hab¨ªa removido un tumor de la m¨¦dula espinal de Sadam Husein -y que por esa y otras razones ha ocupado cargos prominentes de la traumatolog¨ªa y la pol¨ªtica nacional-, fue incluido casi que por derecho propio. Su presencia subrayar¨ªa el car¨¢cter amistoso, casi ¨ªntimo, del largo viaje a Bagdad.
En mi caso, adem¨¢s de las funciones que reci¨¦n asum¨ªa en las relaciones exteriores del Comit¨¦ Central del Partido Comunista, val¨ªa el conocimiento personal del pa¨ªs y de su mandatario durante una larga estad¨ªa en el Medio Oriente. En la primavera de 1975 fui el ¨²nico periodista cubano que lleg¨® junto con el Ej¨¦rcito iraqu¨ª al cuartel general del mul¨¢ Mustaf¨¢ Barzani en las pedregosas y heladas cordilleras del Kurdist¨¢n, una de las victorias que consolid¨® el poder de Sadam en el mosaico ¨¦tnico y religioso de Irak.
Para exponer la preciada colecci¨®n de datos sobre el despliegue aliado, preludio de la Operaci¨®n Tormenta del Desierto, Ra¨²l Castro design¨® al joven coronel Jaime Salas, jefe en funciones de la Inteligencia Militar (DIM). Escoltas, ayudantes, traductores y el viceministro de la canciller¨ªa a cargo de los asuntos ¨¢rabes completaron la n¨®mina.
El portafolio del coronel iba a ser el m¨¢s cargado. Los militares sovi¨¦ticos, al corriente de la misi¨®n, proporcionaban minuciosas descripciones de fuerzas y medios de combate instalados o en camino hacia la pen¨ªnsula Ar¨¢biga o Turqu¨ªa. Se detallaban los preparativos en Europa o en el ?ndico, las caracter¨ªsticas de nuevas armas que esperaban por la primera demostraci¨®n. Desde la base sovi¨¦tica de Torrens, en las afueras de La Habana -tambi¨¦n apodada Lourdes por los norteamericanos-, se compart¨ªa una abundante cosecha de datos electr¨®nicos obtenidos de los centros de mando en La Florida y de todo el territorio norteamericano, a la cual se a?ad¨ªan precisiones enviadas por Mosc¨². Los analistas militares cubanos, acostumbrados al estudio minucioso de todos los conflictos armados en los que participa EE UU, elaboraban sus apreciaciones.
De inmediato se inici¨® la redacci¨®n de un mensaje personal de Fidel a Husein. Cuatro p¨¢ginas meditadas, de tono pausado y cordial, que subrayaban la opini¨®n del remitente sobre el car¨¢cter extremo de la situaci¨®n. El propio Fidel dio los toques finales al documento, junto a Fern¨¢ndez, quien deber¨ªa exponerlo a Sadam. El texto se entreg¨® al mejor experto cubano de los asuntos sovi¨¦ticos para una versi¨®n en ruso convenientemente editada para enviar a Mija¨ªl Gorbachov.
Fidel Castro nos despidi¨® tarde en la noche en su oficina del Palacio de la Revoluci¨®n. El comandante examin¨® los mapas, tablas y fotos que conformaban el expediente militar. Se extendi¨® en comentarios sobre el car¨¢cter crucial de la misi¨®n y en los riesgos personales que asum¨ªamos al acudir, de su parte, a un Irak ya sitiado por las fuerzas aliadas. Nos consideraba soldados rumbo al combate. Antes de un desacostumbrado abrazo a cada uno, en un discreto aparte y con un brazo sobre los hombros de Fern¨¢ndez, le entreg¨® un sobre cerrado. "Para los gastos", dijo, "por si acaso pasa algo". Un arreglo en voz baja, entre gallegos.
Volamos de La Habana a Madrid y al d¨ªa siguiente a Amm¨¢n. En el aeropuerto jordano aguardaba el embajador de Cuba, quien nos inform¨® de que el avi¨®n privado de Sadam Husein ven¨ªa ya para trasladarnos a Bagdad. Volar en una nave tan notoria reflejada en las atentas pantallas de cientos de radares de la coalici¨®n enemiga desplegada en el ¨¢rea no era la mejor de las opciones. Era la ¨²nica. Los vuelos a Irak hab¨ªan sido prohibidos por las sanciones ya en vigor y no pod¨ªa siquiera pensarse en rechazar el amable ofrecimiento del anfitri¨®n. Por algo ¨¦ramos considerados soldados rumbo al combate.
El impecable jet de Sadam se pos¨® diestramente en el aeropuerto internacional Sadam y un r¨¢pido convoy nos condujo a una residencia prevista por la misi¨®n cubana. La espera por el encuentro apenas comenzaba.
Entrega fallida
Al d¨ªa siguiente, un primer tanteo iraqu¨ª por lograr la entrega adelantada del mensaje de Fidel a Sadam fracas¨® ante la cerrada defensa organizada por el gallego Fern¨¢ndez, que exhibi¨® dotes adquiridas en sus estudios en la Escuela de Artiller¨ªa de Fort Silk, en Oklahoma. La misiva de Fidel s¨®lo se entregar¨ªa a su destinatario. La puja durar¨ªa varios d¨ªas. ?lvarez Cambras recurri¨® in¨²tilmente a sus m¨²ltiples relaciones en el entramado pol¨ªtico iraqu¨ª para facilitar la esperada entrevista. Infructuoso tambi¨¦n fue mi intento por encontrar al viceprimer ministro Tarek Aziz, a quien conoc¨ªa desde su ya lejano desempe?o como director de la agencia oficial de noticias. S¨®lo Sadam decid¨ªa sobre su precioso tiempo.
Al cuarto d¨ªa, los anfitriones sugirieron una visita a Babilonia. Partimos hacia el sur. Cuando recorr¨ªamos las obras, en las cuales Sadam, como Nabucodonosor, hab¨ªa hecho grabar su nombre en millones de ladrillos, lleg¨® desde Bagdad el aviso esperado y urgente: el encuentro ser¨ªa al d¨ªa siguiente. La delegaci¨®n repas¨® esa noche por ¨²ltima vez los temas a exponer.
El convoy definitivo parti¨® al mediod¨ªa en medio de un impresionante despliegue de los anfitriones hacia un lugar desconocido. Pronto, el embajador Juan Aldama, asignado a Bagdad dos a?os atr¨¢s, identific¨® la ruta. Nos conduc¨ªan al palacio preferido por el presidente, Radwaniyah, tambi¨¦n conocido como Al Qadissiya. Para Aldama, ¨¦se fue uno de sus ¨²ltimos encuentros con Sadam. Graduado de la academia diplom¨¢tica de Mosc¨², hab¨ªa asumido en Bagdad, junto a una simp¨¢tica esposa rusa, su primer destino como embajador. Una noche de la primavera de 1991 se dispar¨® en la sien con una pistola Makarov que siempre le acompa?aba. Las verdaderas causas del suicidio nunca revelado del embajador Aldama permanecen como un misterio pol¨ªtico.
El palacio de Al Qadissiya forma parte de los llamados sitios presidenciales, sospechosos hoy de albergar ocultos laboratorios letales. Nuestro convoy atraves¨® los controles de acceso y arribamos a un edificio construido seg¨²n los patrones de lo que se ha dado en llamar el estilo isl¨¢mico moderno. Por amplios corredores de azules de Samarcanda y patios interiores de espl¨¦ndidas fuentes, arribamos al sal¨®n previsto para la entrevista. Sadam no se hizo esperar. Apareci¨® al frente de media docena de altos jefes militares, seg¨²n indicaban los grados e insignias en sus uniformes de campa?a, tan impecables como el de su jefe. Con expresi¨®n adusta, el iraqu¨ª salud¨® al gallego Fern¨¢ndez, quien introdujo de inmediato a sus acompa?antes, algunos conocidos por el gobernante. Sadam se?al¨® a sus acompa?antes con un vago gesto y nos invit¨® a ocupar uno de los lados de una larga mesa en medio del sal¨®n.
El gallego inici¨® sus palabras tras la invitaci¨®n del anfitri¨®n. Nos motivaba, dijo, la probada amistad entre Irak y Cuba, entre Sadam y Fidel. Nos preocupaba el perjuicio que ocasionar¨ªa al Gobierno iraqu¨ª la inminente confrontaci¨®n. Y tambi¨¦n el beneficio que EE UU obtendr¨ªa con la demostraci¨®n de su poder¨ªo militar. Fern¨¢ndez expuso todos los argumentos indicados en La Habana. El mensaje de Fidel, convenientemente traducido, fue entregado al fin a su destinatario, quien lo ley¨® con detenimiento y sin formular comentarios, salvo unas pocas palabras apenas musitadas para s¨ª mismo y algunos movimientos de cabeza de dif¨ªcil interpretaci¨®n.
Tras el largo parlamento del gallego, el iraqu¨ª transpiraba impaciencia. Entre sus acompa?antes era dif¨ªcil descubrir una expresi¨®n de coincidencia con el an¨¢lisis presentado por los cubanos. Tales circunstancias recomendaban que mi turno deb¨ªa ser escueto. Una soluci¨®n diplom¨¢tica era todav¨ªa posible. Enviados de distintos pa¨ªses arribaban a menudo a Bagdad desde que la posibilidad de una guerra se hab¨ªa hecho evidente. Entre ellos, la insistente gesti¨®n de los diplom¨¢ticos rusos -todav¨ªa sovi¨¦ticos- trataba de evitar el abandono p¨²blico por primera vez de un aliado ¨¢rabe. Con la URSS pod¨ªa contarse para alguna iniciativa de ¨²ltima hora en el Consejo de Seguridad, a la que seguramente se sumar¨ªa China. Eran, sin embargo, los integrantes de ese ¨®rgano que representaban al Tercer Mundo los que se empe?ar¨ªan en una soluci¨®n honorable, siempre que Irak ofreciera por adelantado su retirada de Kuwait. Las reclamaciones territoriales podr¨ªan replantearse en otra coyuntura. La buena disposici¨®n del secretario general de la ONU, Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar, cercano amigo de La Habana, formaba parte de la ecuaci¨®n negociadora. La explicaci¨®n de las opciones diplom¨¢ticas tampoco motiv¨® comentarios.
El coronel Salas se dirigi¨®, por indicaci¨®n de Fern¨¢ndez, hacia un pizarr¨®n en el que se hab¨ªan dispuesto en riguroso orden los numerosos mapas, tablas, fotos y esquemas que ilustrar¨ªan su explicaci¨®n. Salas expuso las diversas etapas en que se hab¨ªa desarrollado el despliegue de los norteamericanos y sus aliados desde bases en Europa y EE UU a partir del ¨²ltimo oto?o. Explic¨® con detenimiento las caracter¨ªsticas de aquellas tropas, algunas estudiadas por Cuba durante muchos a?os, su alto grado de disposici¨®n combativa, el n¨²mero estimado de sus integrantes. Identific¨® los lugares de concentraci¨®n de distintas unidades y sus acciones previsibles en el amplio teatro de operaciones, indic¨® las posibilidades de coordinaci¨®n entre los mandos y tipos de armamentos. La enumeraci¨®n de las poderosas armas, muchas de las cuales ser¨ªan empleadas por primera vez, fue especialmente abrumadora. El coronel cubano habl¨® de una guerra tecnol¨®gica, de misiles Tomahawk de varias cabezas que pod¨ªan ser lanzados desde el mar Rojo o el golfo P¨¦rsico; de helic¨®pteros antitanque Apache; de superfortalezas B-52, ya probadas en Vietnam; de los nuevos aviones F117A Stealth, invisibles a los radares; de los sistemas de mando AWACS que guiar¨ªan simult¨¢neamente cientos de aviones durante los combates; de cohetes Patriot, incomparables a los Scud de que dispon¨ªan los iraqu¨ªes; de los tanques Abrams, dotados de ca?ones de 120 mil¨ªmetros; de los novedosos sistemas espaciales GPS; de aviones sin piloto y de otras varias armas inteligentes y recursos para su utilizaci¨®n, a las que se sumaban las de los aliados de Estados Unidos. Esta guerra ser¨ªa incomparable a cualquier otra.
La comparaci¨®n mesurada pero imprescindible con las fuerzas de Irak que sigui¨® a continuaci¨®n colm¨® la copa de Sadam. Escuch¨® impasible estimar en desventaja la capacidad de resistencia de su ej¨¦rcito de tierra, con menos de un mill¨®n de hombres, unos 7.000 tanques y muchas menos piezas de artiller¨ªa, pero dio por terminada la exposici¨®n cuando nuestro coronel comenz¨® a describir la manifiesta superioridad a¨¦rea del enemigo.
Tras se?alar con duro gesto el destino final de los informes diplom¨¢ticos semejantes a lo que o¨ªa de los enviados de Cuba, inici¨® un crudo discurso sobre la injusticia colonial que cre¨® el Estado de Kuwait, verdadera causa de la situaci¨®n actual. Conden¨® la ingratitud de la naci¨®n ¨¢rabe hacia el ¨²nico de sus miembros que hab¨ªa combatido la expansi¨®n persa en el Golfo, que primero hab¨ªa sido v¨ªctima de maniobras con el petr¨®leo y ahora aislado frente a la nueva cruzada de Occidente. Aludi¨® a otras ingratitudes de amigos inconformes con la decisi¨®n iraqu¨ª de no ceder ante sus enemigos, de la ineptitud de la ONU y la infidelidad de los pa¨ªses comunistas. Record¨® a Saladino, tambi¨¦n oriundo de la regi¨®n de Takrit seg¨²n precis¨®, y habl¨® de su compromiso ante la historia y de la formidable lecci¨®n que el pueblo iraqu¨ª, decidido a vencer, dar¨ªa a cualquier agresor.
"Pueden decir al camarada Fidel Castro", dijo mientras se incorporaba de su silla, "que agradezco su preocupaci¨®n". Si los soldados de EE UU invaden Irak, los aplastaremos de esta manera, concluy¨® en voz muy alta, al tiempo que pisoteaba acompasadamente la alfombra con sus pulidas botas militares.
Un abrazo al estilo ¨¢rabe
El encuentro hab¨ªa terminado. Sadam estrech¨® sin sonre¨ªr las manos de todos los cubanos mientras nos retir¨¢bamos del suntuoso sal¨®n. Al gallego lo despidi¨® con un abrazo al estilo ¨¢rabe y el encargo de un saludo al comandante. El camino de regreso a nuestra residencia transcurri¨® sin comentarios.
Esa noche redact¨¦ un largo y detallado informe. Dos d¨ªas despu¨¦s iniciamos el regreso a Cuba por la misma ruta. En la residencia del embajador cubano en el exclusivo Parque del Conde de Orgaz de Madrid, Fern¨¢ndez abri¨® el sobre que Fidel le entreg¨® la noche de la partida y nos dio un billete de cien d¨®lares a cada uno de los miembros de la delegaci¨®n para comprar alg¨²n recuerdo del viaje, seg¨²n dijo. El 12 de noviembre de 1990, el diario oficial Granma inform¨® del regreso de una delegaci¨®n oficial a Irak, cuya partida nunca fue anunciada. Cuando Fidel nos recibi¨® ese mismo d¨ªa no quiso escuchar de nuevo el relato del encuentro. S¨®lo pidi¨® que el gallego le demostrara con sus propios pies c¨®mo Sadam hab¨ªa dicho que aplastar¨ªa a los norteamericanos. Se habl¨® de otros temas y Fern¨¢ndez le devolvi¨® el sobre recibido de sus manos y explic¨® el desembolso de Madrid. El comandante levant¨® entonces una ceja, como de extra?eza, pero no hizo otros comentarios.
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