Ya es primavera en el Bes¨°s
Ha sido un invierno moderadamente triste, como todos los inviernos. A primeros de diciembre se cumpli¨® el primer a?o de la muerte de George Harrison. Su recuerdo impregn¨® de melancol¨ªa a miles de personas repartidas por los m¨¢s rec¨®nditos lugares del mundo: Jhalawar, Pembroke, Tagomago, tal vez tambi¨¦n en Oropesa... En el autob¨²s que comunica la ciudad de Barcelona con la de Sant Adri¨¤ de Bes¨°s viajan a menudo algunos de esos rom¨¢nticos beatlemaniacos. Se les puede reconocer porque les encanta mirar a trav¨¦s de los cristales. Sobre todo, cuando llueve. Los beatlemaniacos tienen eso.
Alrededor de la desembocadura del r¨ªo Bes¨°s se reunieron este invierno centenares, cerca de mil quinientos, ejemplares de gaviota reidora. Verlas volar en bandada desde cualquiera de los puentes pod¨ªa hacerle creer al viajero, bueno, al pasajero, que se encontraba ante esos documentales que dan al mediod¨ªa, donde llaman guepardo al leopardo y jaguar al ocelote. Al menos, as¨ª ocurre en la versi¨®n doblada. Propiciaron el asentamiento de las gaviotas en el r¨ªo las obras del F¨°rum de les Cultures, ya que, sin pensar en los pajaritos, claro, crearon varios remansos artificiales. En ellos, las aves campaban a sus anchas junto a excavadoras y terraplenes. Parec¨ªa un poema de Pasolini. Cruzando el puente que sigue a la rambla de Guip¨²scoa, los beatlemaniacos del autob¨²s se reconfortaban con el solecillo invernal y se dejaban impresionar por el gran aver¨ªo que ante sus ojos se desplazaba r¨ªo arriba y r¨ªo abajo. "Daba gusto verlas".
Las gaviotas que viv¨ªan en los remansos creados por las obras del F¨°rum en el r¨ªo Bes¨°s han sido sustituidas por las excavadoras
El sector virtual de la humanidad ha pasado de la caja de herramientas a la barra de herramientas, y del dymo al PC o al Mac (dos escrituras a elegir). Una noche de este invierno, los viajeros, esto, los pasajeros beatlemaniacos, buscaron a golpe de ordenador informaci¨®n sobre las gaviotas reidoras del Bes¨°s. Y la encontraron. De la red, nadie se escapa. Ya ni los p¨¢jaros marinos, que, entre resto y resto de guano, van a lo suyo dentro de lo que cabe. En el sitio www.el-portal.net/besos, un equipo de quienes deben de ser bell¨ªsimas personas lleva el censo de las numerosas aves que han sido avistadas en esa modesta parte del planeta. No es un retirado lugar de cine, como Bodega Bay, pero tambi¨¦n aqu¨ª, concretamente en las inmediaciones de la incineradora del Bes¨°s, las gaviotas patiamarillas han atacado a las personas. Una gaviota que bombardea a la gente (y no con guano), sugerente imagen para el logotipo de un telediario. En fin, a saber qu¨¦ habr¨ªan incinerado aquel d¨ªa para que se pusieran los p¨¢jaros de esa manera.
Claro que cada cual defiende su territorio como puede. Si no que se lo pregunten a las dom¨¦sticas palomas de Barcelona. Empujadas por las gaviotas (otro logo: la gaviota destrozando a la paloma), est¨¢n desapareciendo de las plazas y de los parquecillos las palomas, y con ellas, los vendedores de globos y algarrobas y m¨¢quinas fotogr¨¢ficas con un cerdito dentro. M¨¢s que la ley del m¨¢s fuerte, es ley de vida. Lo nuevo desplaza a lo viejo. Los beatlemaniacos tambi¨¦n forman parte de ese mundo que se va. Pero, a veces, se van las palabras, y los seres, y las cosas permanecen. Sin ir m¨¢s lejos, otras aves avistadas en el r¨ªo Bes¨°s han sido el chorlitejo, la cig¨¹e?uela y el zarapito. Esta ¨²ltima queda subrayada de rojo por el diccionario del word. Es un aviso de la vida que nos viene (es decir, que se nos viene). Los diccionarios tienen eso.
Una persona normal y corriente lee la prensa deportiva. A diario. Sin embargo, siempre hay alg¨²n pasajero de autob¨²s que juega a la contra. Se trata sin lugar a dudas de uno de esos fans de los Beatles. Llama la atenci¨®n lo que ese beatlemaniaco va leyendo: un n¨²mero de la revista Quercus. En la cubierta, se distingue este titular: "El declive de los escarabajos pelote-ros". Todo en la vida toca a su fin, est¨¢ visto. Hasta los m¨¢s peloteros est¨¢n destinados a desaparecer. Las palomas, que huyen de las gaviotas como del diablo, son a la vez v¨ªctimas de otro depredador que sobrevuela la ciudad: el cern¨ªcalo vulgar. En la iglesia de Santa Maria del Pi, anidan dos parejas de estos halcones peque?os (Quercus, febrero de 2003). Adem¨¢s de pichones, se zampan a los murci¨¦lagos (con esto Batman ?hab¨ªa contado?), a los gorriones y a algunos pajarillos inocentemente arrimados a los barrotes de la jaula. Asomarse a la libertad tiene eso.
Hoy el invierno ya se ha ido. Las obras del F¨°rum siguen en el r¨ªo. Las excavadoras y los volquetes aplastan a los amarantos y a las malvas, no respectivamente. Los remansos artificiales se han transformado en una especie de campo de batalla. No queda rastro de las gaviotas.
El beatlemaniaco baja del autob¨²s en busca de esas colonias que tanto le hab¨ªan impresionado. Se dirige r¨ªo abajo hasta la playa con paso tranquilo. A lo lejos, parece que se agita una nube de puntitos blancos. Cuando llega, se encuentra con decenas de trabajadores y visitantes que van de arriba abajo, todos con un casco blanco. "Oiga, se?or... de las gaviotas que hab¨ªa los otros d¨ªas ?qu¨¦ se ha hecho?". El operario se encoge de hombros. Otro le contesta: "?Huy! Se han ido. Ahora lo que hay son muchas mariposas, saltamontes y caballitos del diablo". La primavera tiene esas cosas.
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