La mayor¨ªa silenciosa
Es una de esas frases de la pol¨ªtica canalla para envilecer el pensamiento. La pronunci¨® el presidente Nixon, un gran especialista al que echaron luego de la Casa Blanca por mentiroso y truh¨¢n, durante la guerra de Vietnam: las multitudes protestaban por la calle, y ¨¦l aludi¨® a la "mayor¨ªa silenciosa" que, sin decir nada, estaba a su lado. "Esta noche os pido vuestra ayuda: a vosotros, la gran mayor¨ªa silenciosa de mis compa?eros Americanos" (3.XI.69; la may¨²scula de Americanos est¨¢ en el texto). Cundi¨®. Ser¨ªa tonto que alguien la desempolvase ahora, como se ha hecho en otras ocasiones, y en todas ha sido mentira: la mayor¨ªa est¨¢ representada en la calle -y esta tarde, y ma?ana- y en las estad¨ªsticas. Pero los t¨®picos falsos son los mismos siempre. Est¨¢n importados, como todo lo que ata?e a la guerra, y creo que Aznar no se da cuenta de la irritaci¨®n que producen, porque no es ¨¦sa su voluntad. Uno es la defensa de la legalidad: son todos los dem¨¢s los que est¨¢n fuera de la ley, fuera del Consejo de Seguridad. Otro es que la guerra parar¨¢ en cuanto quiera Sadam, verdadero responsable. El tercero es el de la seguridad del mundo, amenazado por las armas de destrucci¨®n masiva que no tiene, como aseguraba Putin. Una de las fuerzas que tiene el t¨®pico pol¨ªtico, enardecido en situaciones de guerra, es la necesidad que tienen de ¨¦l los que se agarran a un clavo ardiendo para ser gubernamentales (una forma de manutenci¨®n: tienen derecho): la fuerza de la mentira. Se lleva a extremos considerables: el otro padrino de la guerra, Sharon, el que prefiere matar poquito a poco, ha entregado m¨¢scaras contra los gases a los escolares a los que manda ir a clase -ejemplos diminutos de un pa¨ªs de soldados- con sus defensas contra un arma que no existe. Pero crea ambiente. El que crea Bush -y el tr¨ªo de los monstruos: Condolezza, Powell, Rumsfeld- es m¨¢s desvergonzado: la vigilancia contra el terrorismo, el miedo a las plantas altas, al paquete postal, a la alcantarilla humeante y misteriosa de Nueva York: el miedo a debajo de la cama.
No har¨¢ bien Aznar en creer en la mayor¨ªa silenciosa: es la que est¨¢ en la calle y la que la ampara. No har¨¢ bien en consentir la fuerza contra ella, como su gobernador -y jefe provincial del movimiento- en Madrid: un muerto, unos heridos, pueden provocar m¨¢s furia que las palabras. Y la dimisi¨®n. O la abdicaci¨®n.
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