Revuelta ciudadana, violencia y misiles
Poco pod¨ªa imaginar Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar hace unos meses, cuando se aline¨® definitivamente con las tesis de George W. Bush, que provocar¨ªa una revuelta ciudadana en la que se manifiestan unidos abuelos, padres y nietos y que en Catalu?a ha significado, entre otras cosas, un resurgimiento sin precedentes del movimiento estudiantil, que muchos comparan con el de Mayo del 68 o con los momentos m¨¢s cr¨ªticos de la transici¨®n, cuando las universidades de Bellaterra y de Barcelona eran un hervidero de ideas, debates y siglas, con los grises a caballo acechando a diestra y siniestra. Poco pod¨ªamos imaginar quienes llevamos tiempo llamando a las movilizaciones contra la guerra en Irak que los balcones de Barcelona se llenar¨ªan de pancartas, que la sociedad ser¨ªa capaz de movilizarse un d¨ªa y otro, con multitud de peque?as manifestaciones de 5.000 personas cada d¨ªa, y esas mareas humanas en Barcelona de m¨¢s de medio mill¨®n de catalanes un s¨¢bado y otro por la tarde, mientras por la ma?ana decenas de miles lo hac¨ªan en otras poblaciones de Catalu?a.
Pero lo que es seguro que tampoco imaginaba Aznar, atrincherado como Sadam en su palacio y convencido tambi¨¦n de tener la verdad absoluta, es que, a pocas semanas de las elecciones municipales, colocar¨ªa al partido, a sus militantes, cargos p¨²blicos y candidatos en una dif¨ªcil situaci¨®n de acoso social inaudita y que no se ha producido con la misma intensidad ni en el Reino Unido ni en Estados Unidos. Y es que la arrogancia del presidente y la obediencia ciega de sus diputados y ministros -obedientes y ciegos como los soldados que morir¨¢n por Sadam-, unidas a ciertas actitudes prepotentes y de permanente falta a la verdad, ha provocado un acoso sin precedentes a los pol¨ªticos populares que tras incidentes como los ocurridos en Reus el pasado martes, con las agresiones a Alberto Fern¨¢ndez D¨ªaz, ha encendido las alarmas sobre una posible ruptura social.
A m¨ª, este acoso a locales y dirigentes del PP me recuerda al acoso que hubo en 1986 y 1987 en Catalu?a contra los actos a los que acud¨ªa Narc¨ªs Serra, entonces ministro de Defensa, debido al cambio de postura en la cuesti¨®n de la OTAN y por el encarcelamiento de objetores de conciencia. Aunque en algunas ocasiones, a determinados miembros del servicio de seguridad del PSC se les iba la mano, los socialistas catalanes acogieron con una cierta humildad y un evidente sentimiento de culpa el rechazo del que eran objeto desde los movimientos pacifistas. Algo muy distinto de lo que hacen estos d¨ªas Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, Federico Trillo y Ana Palacio, que acusan a quienes toman posici¨®n contra la guerra, bien de apoyar el terrorismo y el "eje del mal", bien de ser ignorantes y desconocedores de la realidad internacional.
El apoyo a la invasi¨®n de Irak, al lanzamiento de toneladas de bombas y misiles sobre Bagdad, pero sobre todo la manera y la arrogancia con la que Aznar ha apoyado la vulneraci¨®n de la legalidad internacional han motivado esa reacci¨®n c¨ªvica que en algunos momentos puede escaparse de las manos y surgir actitudes violentas que el movimiento contra la guerra debe evitar a toda costa. Porque una cosa es que unos estudiantes lancen tomates contra la sede del PP, o viertan esti¨¦rcol junto a la misma, o se abuchee a un pol¨ªtico, y otra muy distinta las agresiones personales a unos pol¨ªticos a quienes las urnas ya les pasar¨¢n factura muy pronto. Las agresiones personales, al igual que las injustificadas cargas policiales como las que se vivieron la pasada semana en Madrid, adem¨¢s de ileg¨ªtimas e indignas, lo que pueden provocar es la ruptura del movimiento, hacer que ciertos sectores se desvinculen de las protestas, que acaben esas im¨¢genes de familias enteras, de abuelos con sus nietos acudiendo a la manifestaci¨®n con una pancarta elaborada en casa con cart¨®n o un trozo de s¨¢bana, escribiendo su propia consigna. Algo que da grandeza al movimiento social y que lo hace independiente de cualquier estrategia pol¨ªtica.
Xavier Rius-Sant es periodista
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