Un mundo de cristal
Un coleccionista privado re¨²ne alrededor de 3.000 piezas que van desde la ¨¦poca romana hasta la actualidad
La casa de Gonzalo Fern¨¢ndez-Prieto enga?a. Tras un modesta fachada, se abre una vivienda rehabilitada de amplias dimensiones. Pero sorprende a¨²n m¨¢s su contenido: un aut¨¦ntico mundo de vidrio y cristal.
Hay vasijas romanas de vidrio del siglo I antes de Cristo, jarrones del siglo XIX decorados con la t¨¦cnica de camafeo, espejos ingleses del XVIII, piezas checas y un largo etc¨¦tera. En total, m¨¢s de 300 reliquias que apenas son el 10% de la colecci¨®n que posee en Inglaterra y que caja a caja se est¨¢ trayendo a M¨¢laga para hacer realidad su sue?o: un museo del vidrio y del cristal.
Una parte est¨¢ colocada ya en vitrinas, pero todav¨ªa le queda mucho por desembalar. Gonzalo abre cada caja con mimo y firmeza a la vez. Entre sus manos las piezas parecen et¨¦reas. "Esto es un webb", explica mientras ense?a un precioso y peque?o jarr¨®n azul del siglo XIX con motivos marinos. Pese a la similitud fon¨¦tica, no hay relaci¨®n alguna con la inform¨¢tica. Webb es un taller que centr¨® su trabajo en la t¨¦cnica de camafeo, una antiqu¨ªsima y dif¨ªcil artesan¨ªa romana que se hab¨ªa perdido y fue recuperada por los ingleses en el siglo XIX.
Gonzalo es historiador, aunque se gana la vida restaurando casas en Londres, donde vive. Naci¨® en Madrid, pero es un enamorado de M¨¢laga. Lleva 25 a?os coleccionando vidrio y cristal por puro placer. "Esto es como una droga. Unos se drogan con coca¨ªna y yo me drogo con cristal", bromea mientras saca extrae con delicadeza de otra caja un frutero victoriano color burdeos del siglo XIX. En una muestra de confianza, deja que el observador coja la pieza.
Despu¨¦s, de otro armario saca un cubo de cristal ruso trabajado con l¨¢ser. Es actual y cuesta poco, pero es un objeto singular porque dentro hay una mariposa y una flor labradas con un aspecto tridimensional.
Mientras deambula por la casa en busca de m¨¢s piezas, pasa por delante de un Chipendale, un espejo hecho por el c¨¦lebre ebanista ingl¨¦s en el siglo XVIII. En frente hay otro con tonos azules y dorados. "Es del segundo imperio franc¨¦s", comenta. "?Os estoy aburriendo?", pregunta casi con tono de afirmaci¨®n. Al contrario. Gonzalo contagia su entusiasmo.
Y, adem¨¢s, es did¨¢ctico. Por eso, para explicar la diferencia entre el vidrio y el cristal empieza a sacar platos y copas. El vidrio es m¨¢s ligero, menos trasparente, est¨¢ hecho de silicio con soda y or¨ªgenes se pierden en la antig¨¹edad. El cristal es silicio con plomo, de ah¨ª que pese m¨¢s, y fue un invento ingl¨¦s del siglo XVIII.
Algunas piezas de su colecci¨®n -quiz¨¢ una de las m¨¢s importantes de Espa?a- no las tiene ni siquiera el Museo Victoria y Alberto, de Londres, el m¨¢s reconocido en el apartado de vidrio y cristal. Casi todas son artesanales, sopladas. Aunque tambi¨¦n tiene vidrio prensado industrial y hasta alguna pieza falsa del siglo XVIII. Fiel a su af¨¢n pedag¨®gico, trae el objeto en cuesti¨®n y explica que si fuera aut¨¦ntico, la base raspar¨ªa. Y a continuaci¨®n deja que el interlocutor compruebe que la superficie es completamente lisa. Ante la repetida pregunta de cu¨¢nto puede costar cada pieza, el coleccionista primero da n¨²mero, pero al final acaba contestando: "Me importa m¨¢s la belleza que el precio". Modesto, casi preferir¨ªa que no hubiera foto, pero como el gui¨®n lo impone, reclama el primer plano para sus piezas. Y se justifica: "Son como mis hijos".
Un proyecto nada fr¨¢gil
Gonzalo Fern¨¢ndez-Prieto quiere darle una raz¨®n de ser a su colecci¨®n. Para ello sue?a con crear el Museo del Vidrio y del Cristal de M¨¢laga. Con esas miras, ha rescatado de la demolici¨®n a la ¨²ltima corrala del centro hist¨®rico, un edificio del siglo XVIII ubicado en la calle Gaona, n¨²mero 20. Tendr¨¢ que gastar muchos millones en restaurarlo, pero el proyecto le ilusiona.
En los alrededores tambi¨¦n ha adquirido algunas casas con el objetivo de que el d¨ªa de ma?ana los artesanos que tengan que ver con el mundo del vidrio puedan instalarse en la zona. Espera construir as¨ª un espacio vivo, al estilo de los antiguos barrios agrupados por gremios. "Pretendo que mi colecci¨®n sirva para crear puestos de trabajo y una industrial del cristal", relata.
El edificio est¨¢ enclavado junto a la iglesia de San Felipe Neri, en una zona degradada del centro hist¨®rico donde muchos propietarios prefieren demoler antes que rehabilitar. Para Gonzalo es una pena que se pierda patrimonio: "Yo no vengo a especular, vengo a conservar esta calle. Odio a los especuladores y no entiendo c¨®mo no le paran los pies. Lo m¨ªo es vocacional. Estoy vendiendo casas en Londres para hacer realidad este sue?o".
Gonzalo recorre el edificio y a cada paso da un nuevo detalle de su proyecto. La lluvia acent¨²a la tristeza de evocar lo que fue: una posada que vaya a saber a cu¨¢ntas personas dio cobijo. "Es un estilo arquitect¨®nico popular del siglo XVIII y hay que conservarlo porque es tan importante como un palacio. Se deber¨ªa prohibir echar estas casas abajo".
El proyecto ya est¨¢ en marcha. De hecho, ha comenzado a traer piezas desde Inglaterra. Sin embargo, el grueso de su colecci¨®n no llegar¨¢ hasta que la rehabilitaci¨®n est¨¦ m¨¢s avanzada porque en su casa ya casi no tiene sitio para tantas cajas.
Para garantizar que los objetos lleguen en buen estado, ¨¦l mismo los embala y los transporta. Dice que el papeleo va muy lento, pero conf¨ªa en el apoyo municipal a su iniciativa. "Hacer esto en Inglaterra habr¨ªa sido m¨¢s f¨¢cil. Aqu¨ª no hay esa cultura del vidrio. Pero soy espa?ol y me he enamorado de M¨¢laga".
Se ha embarcado en el proyecto sin solicitar subvenciones. "No he pedido ayudas porque si ya sin pedir es lento ?Qu¨¦ ocurrir¨ªa si pidiera?", ironiza. Al bajar la escalera de la corrala cuenta que espera encontrar debajo el suelo original para recuperarlo. Y as¨ª, en cada espacio. El interlocutor ve un edificio por restaurar. ?l ya ve el museo.
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