En busca de dos para¨ªsos perdidos
Ya muy anunciada en muchas ocasiones, esta nueva gran novela de Mario Vargas Llosa -la decimocuarta de las suyas- no supone un cambio notable en su irresistible carrera, que tan considerablemente ha marcado la evoluci¨®n de la historia literaria universal. Pues lo conocido hasta hoy no era m¨¢s que su tema, o quiz¨¢ m¨¢s la fuente de su inspiraci¨®n, o sus dos fuentes mayores mejor, o tal vez sus dos personajes, o los dos protagonistas que encabezan sus dos historias, o su doble aventura que desde el principio hasta el final son dos, mal que le pese a su gran autor que lo que ha querido con bastante deliberaci¨®n -pienso- ha sido unirlas en una sola, y ¨¦ste ha sido -es- su ¨²nico y gran defecto. Pues no estamos frente a una gran novela, repito, sino ante dos aunque ambas hayan sido y sean grandes, vuelvo a repetirlo. Y no tan s¨®lo eso, pues dada la maestr¨ªa de Vargas Llosa, el resultado no es que sea valioso, sino que resulta fascinante; no es una novela grande sino dos grandes novelas, dos narraciones hist¨®ricas, o al menos dos relatos o biograf¨ªas noveladas cuya exactitud documental se da por supuesta dada la minucia y capacidad como documentalista que su autor ha demostrado ampliamente con anterioridad. No es la primera vez que Vargas Llosa lleva conjuntamente dos o m¨¢s acciones paralelas en un mismo libro, y hasta ha sido lo normal en algunas de sus novelas anteriores, desde la primera -La ciudad y los perros- hasta la tercera de La casa verde (su obra maestra) que las multiplica ya, como en los artificios te¨®ricos de La guerra del fin del mundo, o los deshace en El hablador, los reconstruye est¨¦ticamente en Elogio de la madrastra o los trivializa en Los cuadernos de don Rigoberto.
EL PARA?SO EN LA OTRA ESQUINA
Mario Vargas Llosa
Alfaguara. Madrid, 2003
488 p¨¢ginas. 21,95 euros
Y as¨ª lleg¨® hasta conseguir
reunir todas las voluntades en La Fiesta del Chivo, que satisfizo a todos, salvo a sus actores y testigos, que protestaron un poquito, pero tuvieron que ceder ante la potencia tr¨¢gica de la historia que ellos mismos le hab¨ªan prestado, a la que s¨®lo pod¨ªa reprocharse el que no fuera m¨¢s all¨¢ en su b¨²squeda de los verdaderos culpables. Pero ?c¨®mo seguir adelante tras esa gran ¨²ltima cumbre alcanzada? Y aqu¨ª interviene la ambici¨®n de este gran narrador, cuya potencia profesional es incuestionable, y que aqu¨ª ha abandonado su tentaci¨®n de crear una "novela total" (no se pueden crear "dos" y adem¨¢s simultanearlas a la vez), para instalar paladinamente su gran secreto, que no es otro que el de la b¨²squeda del absoluto. Pues la ¨²nica manera de responder a esta gran ambici¨®n es colocar la misma meta al final -la b¨²squeda del para¨ªso- y contar el mismo resultado, su destrucci¨®n a trav¨¦s de la autodestrucci¨®n de sus dos personajes protagonistas, que es lo que describe esta d¨²plice gran novela.
Convertir en "paralelas" las dos vidas de la socialista ut¨®pica y primera gran feminista de la historia Flora Trist¨¢n (Saint-Mand¨¦, 1803-Burdeos, 1844) y la de su nieto el gran pintor Paul Gauguin (Par¨ªs, 1848-Hiva Hoa, 1903) podr¨ªa arrancar sus ra¨ªces incluso desde Plutarco, aunque ya sepamos que nunca puede haber de verdad vidas paralelas. Pero aparte de su consanguinidad existen otras coincidencias inquietantes: ambos llevaron la misma sangre peruana pues el padre de ella fue un rico pr¨®cer de Arequipa (pueblo natal de nuestro autor) y su pronta muerte priv¨® de sus derechos y fortuna a la madre y la hija, que, mal casada, sufri¨® persecuci¨®n por sus ideales -su abandonado ex marido la persigui¨® e intent¨® asesinarla- y tras reclamar en vano sus hipot¨¦ticos derechos ante su familia peruana y pasar penurias en Londres y Par¨ªs se revel¨® como una incontenible agitadora social y defensora de los derechos de la mujer, a la que describi¨® como "el proletario de los proletarios"; su nieto, por su parte, que tambi¨¦n vivi¨® siete a?os de ni?o en Per¨², hijo de marino franc¨¦s que asimismo quiso serlo (marino, en Panam¨¢ y Martinica) y termin¨® como buen agente de bolsa en Par¨ªs, gracias al amante final de su madre, asimismo viuda temprana, antes de, ya casado con una danesa y padre de cinco hijos, tirarlo todo por la borda y tras sus primeros pinitos como pintor en principio impresionista en Par¨ªs, Breta?a y Provenza (al lado de Pissarro y Van Gogh), exiliarse en Tahit¨ª y las islas Marquesas en plena Polinesia francesa para consumir su vida en busca de un salvajismo primigenio que pudiera dotar a su arte de las dosis de verdad, que la cultura y la civilizaci¨®n le hab¨ªan arrebatado. Ambos intentos fracasaron, por lo que sus vidas se configuran como dos senderos paralelos en busca cada uno de su personal para¨ªso, claro est¨¢, la una en busca de la justicia social (y feminista, desde luego) y el otro en un autoholocausto para alcanzar la verdad de la creaci¨®n art¨ªstica, que acabaron los dos en sendos desastres personales.
Eran y son dos para¨ªsos diferentes, desde luego, uno colectivo y el otro individual, y no basta el juego infantil que el autor propone, en el que cada jugador, como en una mezcla de la "rayuela" y el "b¨¦isbol" pregunta al llegar a un sitio, como si lo conquistara, si est¨¢ all¨ª el para¨ªso: "No", le responden, "pregunte usted en la otra esquina". Con un rigor tan exacto que m¨¢s que cansar irrita, las dos historias encabalgan 22 cap¨ªtulos -11 para cada una-, los impares para la vida de Flora Trist¨¢n, evocada completa en seis meses del ¨²ltimo a?o de su vida, mientras recorre diversas provincias de Francia -pa¨ªs donde sus libros la han hecho c¨¦lebre, desde sus Peregrinaciones de una paria y Paseos por Londres hasta el manifiesto de La Uni¨®n Obrera- ayudada por saint-simonianos, fourieristas falansterianos, comunistas primitivos y otros socialistas ut¨®picos. Su mala salud (con una bala alojada cerca del coraz¨®n), sus esfuerzos continuos y un insuperable cansancio le provocar¨¢n una prematura muerte a los 41 a?os en plena juventud y todav¨ªa hermosa, aunque siempre aterrorizada ante el sexo contrario y por consiguiente bastante austera, salvo un episodio homoer¨®tico no muy bien contado. Salvo la evocaci¨®n de sus dos a?os peruanos en Arequipa, en los que consigui¨® una renta de su familia, enga?¨¢ndola, aunque no su legalizaci¨®n ni reconocimiento oficial, muy bien descritos -y con raz¨®n, pues aqu¨ª el autor est¨¢ como en su casa-, la historia de Flora Trist¨¢n, pese a la ternura que Vargas Llosa ha puesto en su personaje, es quiz¨¢ demasiado did¨¢ctica o fr¨ªa, y no pasa de ser una buena lecci¨®n te¨®rica de historia.
La segunda historia, la de la
vida de los ¨²ltimos a?os de Paul Gauguin, el extra?o y genial nieto de la anterior, que explora los misterios de la creaci¨®n art¨ªstica, resulta ser muy superior por su intensidad expresiva, su p¨¢lpito de narrador total, sus incursiones en los mitos primitivos, de las sociedades salvajes de los maor¨ªes polinesios, con su mezcla de religi¨®n, mitos, naturaleza, antropofagia, canibalismo, sexo desbordado, lib¨¦rrimo y total -aqu¨ª tambi¨¦n aparece la homosexualidad, como una exploraci¨®n de la androginia original-, la presencia de la s¨ªfilis como un previo castigo divino, las drogas y el alcohol como remate final, resume la vida del artista como una fuga que lo niega todo, la religi¨®n, la cultura y la civilizaci¨®n occidentales, pero que se plantea a la vez como una peregrinaci¨®n en busca de un para¨ªso final que se revela inalcanzable, m¨¢s bien como si todo hubiera sido un holocausto personal y totalmente inevitable.
Tanta exactitud y tanto rigor resultan ser al final quiz¨¢ demasiado agobiantes, suenan a c¨¢lculo y artificio; pero tambi¨¦n muestran la tensi¨®n que Mario Vargas Llosa ha puesto en este libro magistral, que son dos, como dos son los para¨ªsos aqu¨ª evocados. Quiz¨¢ en la evoluci¨®n misma de sus influencias -Sartre, Faulkner, Flaubert- le hubieran hecho falta unas gotas de Marcel Proust, que fue quien nos dijo aquello de que "no hay m¨¢s para¨ªsos que los perdidos".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.