Esmeralda 860
LOS VE?A tan a menudo, que no recuerdo casi nada de ellos. En el piso de mis t¨ªas, en la calle de la Esmeralda, siempre hab¨ªa invitados. Aunque hablaban todos los d¨ªas por tel¨¦fono, Bioy y Silvina Ocampo no aparec¨ªan casi nunca por ese lugar enorme, luminoso y oscuro. Para m¨ª, era la casa de Julia y Graziella, aunque tambi¨¦n ah¨ª viv¨ªa mi t¨ªo Manuel. Era un quinto piso y ten¨ªa un balc¨®n de hierro. Cuando miraba hacia abajo, me daba v¨¦rtigo. En la d¨¦cada de 1940, Borges pens¨® en suicidarse arroj¨¢ndose desde all¨ª.
Borges, su hermana Norah, su madre y Adolfo de Obieta (hijo de Macedonio Fern¨¢ndez) iban a todas las celebraciones familiares. Una vez, Norah apareci¨® con su marido, Guillermo de Torre. Lo invitaron a acomodarse en el sill¨®n en el que se sentaba mi abuelo - un sacrilegio- y se qued¨® all¨ª, al margen.
A prop¨®sito de recuerdos de Borges, Bioy o Gombrowicz
La voz de Norah era extremadamente aguda y dec¨ªa con frecuencia "querido". Por eso contrastaba con su hermano. Borges siempre iba vestido de gris y casi nunca hablaba de literatura. Manuel y ¨¦l sol¨ªan hacer chistes y juegos de palabras. Pero se re¨ªan poco. Una vez hubo una discusi¨®n entre Borges y Xul Solar sobre c¨®mo se pronunciaba la palabra fuego en island¨¦s antiguo. La diferencia se limitaba a una vocal. Xul Solar era pintor y hab¨ªa inventado un juego. Lo llamaba el Pan-Juego. Era una especie de ajedrez tridimensional que se jugaba en tres tableros paralelos. Las piezas, adem¨¢s de su valor original, representaban un color, una letra, un n¨²mero y un sonido. Cada movimiento ten¨ªa por finalidad un acorde, una representaci¨®n crom¨¢tica, una cifra y una frase. Creo que en Buenos Aires s¨®lo hab¨ªa una persona capaz de jugar con Xul. Cuando muri¨®, su viuda le confes¨® a Julia: "Cuando nos casamos, me regal¨® el Este".
Julia y Norah eran muy amigas. Las dos pintaban ¨¢ngeles. La madre de Borges era peque?a y cari?osa. Amaba a E?a de Queiroz. Parec¨ªa muy dulce. Me sorprendi¨® enterarme que controlaba tanto a su hijo. Durante unos a?os tambi¨¦n iba a la casa de Esmeralda el cubano Virgilio Pi?era. Era simp¨¢tico y fumaba. Creo que a Manuel no le ca¨ªa muy bien. Tampoco Witold Gombrowicz, muy amigo de Graziella.
En cada uno de los dormitorios de los hermanos reinaban diferentes ¨ªdolos. En el de Julia, Joyce, Cary, Klee, Chagall, Lord Dunsany; en el de Manuel, Faulkner, Edgar Lee Masters, Capote, Sandburg, y en el de Graziella, Dickens y Bernard Shaw -de quien estaba enamorada-.
Julia ten¨ªa los ojos azul oscuro y el aspecto et¨¦reo de los ¨¢ngeles de sus cuadros. Le gustaba m¨¢s Klee que Picasso. Cuando muri¨®, yo ya estaba en Madrid. Para despedirme, apoy¨¦ suavemente la mano sobre una de sus acuarelas. Manuel era, seg¨²n Borges, un hombre reservado. Algo extravagante y generoso. Yo pensaba que le gustaba Faulkner porque en alguna de las novelas del autor norteamericano los protagonistas son un t¨ªo y su sobrino.
Las pasiones de Manuel Peyrou fueron la literatura, las mujeres, los juegos de palabras, la gastronom¨ªa y las paradojas. Siempre imagin¨¦ que, con cierta perversidad, ¨¦l y Bioy narraban sus conquistas a Borges y que ¨¦ste segu¨ªa esos amores ajenos con nervioso inter¨¦s y turbaci¨®n.
Manuel tuvo una novia que muri¨® durante una operaci¨®n sencilla. Ella tuvo una premonici¨®n porque le dej¨® dinero para que publicara su primer libro. Cuando me enter¨¦ de esta historia mi t¨ªo adquiri¨® un tr¨¢gico prestigio. Cuando estaba ausente, buscaba en su habitaci¨®n rastros de esa mujer misteriosa. Solo hall¨¦ una caja de cartuchos Remington del 32 largo con la punta chata y una ristra de petardos rojos.
Se consideraba un aventurero sedentario. En una entrevista dijo: "Me gusta la aventura cuando ¨¦sta es tan c¨®moda como la ausencia de aventura. Me parezco a ese personaje de un cuento ingl¨¦s que quer¨ªa cometer un desliz siempre que el desliz fuera confortable, honesto, apropiado a la clase media de su pa¨ªs, y entonces decidi¨® raptar a su mujer, con lo cual conciliaba la aventura con la respetabilidad".
Graziella hac¨ªa traducciones y escrib¨ªa cuentos. Una vez, tras su muerte, estaba hojeando una biograf¨ªa de Gombrowicz y la vi en una fotograf¨ªa con el escritor polaco, que la menciona en varias cartas. Fue una sorpresa. Severo Sarduy me hab¨ªa dicho que mis t¨ªas ten¨ªan uno de los salones literarios m¨¢s importantes de Buenos Aires. Es una exageraci¨®n. Imagino que para ellas, un sal¨®n literario era algo vulgar. S¨®lo se trataba de amigos que pasaban a tomar el t¨¦. Para ellas el asunto no deb¨ªa tener mayor importancia.
?scar Peyrou (Buenos Aires, 1945) ha publicado los libros de cuentos M¨¢scaras de polvo (Verbum) y El camino de la aventura (Or¨ªgenes).
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