Recuerdo de la eternidad
El mito refiere que Prometeo le arrebat¨® a Zeus las simientes del fuego para llevarlas a la tierra; Zeus, en castigo, lo encaden¨® a una roca. Esquilo teatraliza este mito en su Prometeo encadenado y le hace pronunciar estas palabras sorprendentes: "Me hallo encadenado aqu¨ª, en este ritmo".
As¨ª, seg¨²n deduce Werner Jeager en su c¨¦lebre Paideia, entend¨ªan los griegos el ritmo: no como un fluir, seg¨²n la interpretaci¨®n moderna del vocablo griego, sino como algo que mantiene al ser humano en sus l¨ªmites. Los griegos, puntualiza Jeager, hablaban del ritmo de un edificio o de una estatua. Cuando pensaban en la danza o en la m¨²sica, el ritmo no era su fluir, como lo entendemos nosotros, sino sus pausas.
LOS PAPELES SALVAJES
Marosa di Giorgio
Adriana Hidalgo(editora)
Buenos Aires, 2000
Dos vol¨²menes 320 Y 338 P?GINAS
21,40 EUROS, respectivamente
Pausa. La suspensi¨®n, un instante apenas entre un paso y otro paso, entre una palabra y otra palabra, de algo: eso. Entreverados como estamos en el fluir, en la velocidad que hemos impreso a nuestros movimientos, muchos somos hoy incapaces de ritmo, de pausas. Para reconocerlo.
Algunos, entre nosotros, escriben poes¨ªa. Como la danza, como la m¨²sica, la poes¨ªa es cuesti¨®n de ritmo. Las poetas latinoamericanas, dice la argentina Diana Bellessi, "como los cabecitas negras y los pobres... producen sentido v¨ªa la construcci¨®n r¨ªtmica". As¨ª es, acaso, como pueden hacer o¨ªr sus diferencias del patr¨®n l¨®gico del discurso patri¨®tico: autoral y autoritario. El ritmo de las poetas latinoamericanas lleva la marca de la otra lengua: la materna. Entonces, Marosa. Marosa di Giorgio. Hace ritmo. Habla de eso.
Sus Los papeles salvajes, que en estos d¨ªas distribuye en Espa?a la valiente y muy tenaz editora argentina Adriana Hidalgo, re¨²nen en dos vol¨²menes todos sus poemarios editados a lo largo de 50 a?os. Marosa dijo en una ocasi¨®n que empez¨® a escribir estos papeles cuando ten¨ªa unos 16 a?os, que en ellos habla de "lo que ocurri¨®, lo que ocurre, lo que ocurrir¨¢ como si los tres tiempos sucedieran a la vez", y que todo eso es un "cuento ver¨ªdico".
El recuerdo es el lugar desde donde escribe Di Giorgio. El recuerdo recrea, por medio de la proliferaci¨®n meton¨ªmica y de la generaci¨®n asociativa de im¨¢genes, un universo infinito llamado infancia. Las categor¨ªas del tiempo cesan: el pasado es presente porque es presencia. Abuelas, madre, padre, t¨ªas, hermanas, muertos y vivos de otras ¨¦pocas y lugares, renacen en este lugar, pero no son fantasmas. Plantas, frutas y animales reviven. Todos juntos son la tela que la poeta hila amorosamente, como quien "ampara una mariposa" y sabe que "lleva un alma entre las manos". Y que esa alma es lo real. Como certeramente apunta Silvio Mattoni en su pr¨®logo a estos Los papeles salvajes, Marosa escribe recordando lo real. Lo dice en ese poema 35 de Historial de las violetas, que es todo un programa po¨¦tico: "Me acuerdo de los repollos con los ni?os dentro / ...Los esp¨¢rragos gnomos, torrecillas del pa¨ªs de los gnomos. / ...Y las v¨ªboras de alas anaranjadas. / Y el humo del tabaco de las luci¨¦rnagas, que fuman sin reposo. / Me acuerdo de la eternidad".
Ni poemas en prosa, ni prosa po¨¦tica, ni r¨¦cit po¨¦tique, cada uno de estos textos se niega a las clasificaciones de manual: son aut¨¦nticos poemas, y quien los lea sentir¨¢ en cada uno de ellos la inminencia abismal de la poes¨ªa.
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