Todo un hombre
La pasi¨®n literaria de Domingo Yndur¨¢in no admit¨ªa m¨¢s normas que el conocimiento y la libertad. Se hab¨ªa criado entre libros, en la biblioteca de su padre, y para ¨¦l toda la literatura, todas las literaturas, eran de casa. Esa familiaridad iba de la mano con la preparaci¨®n del fil¨®logo y el historiador, llegada tambi¨¦n por el costado paterno. De ah¨ª que embridara siempre la libertad del gusto con la exigencia del conocimiento.
No soportaba los anacronismos ni las interpretaciones oportunistas, al favor de las modas, y estaba siempre alerta a las dimensiones hist¨®ricas de los textos. Pero la mera descripci¨®n no le interesaba ni le divert¨ªa. Si escrib¨ªa era porque ten¨ªa opiniones propias que expresar, porque quer¨ªa tomar partido, sin miedo a valorar a t¨ªtulo radicalmente personal. Ten¨ªa una lucidez excepcional (compartida, por ejemplo, con Mart¨ªn de Riquer) para advertir y sacar punta a aspectos obvios pero normalmente desatendidos, en esa zona en que el sentido com¨²n se convierte en paradoja porque contrasta de ra¨ªz con los dogmas establecidos.
Ten¨ªa una lucidez excepcional para advertir y sacar punta a aspectos obvios pero normalmente desatendidos
Anduvo todas las sendas y veredas de las letras espa?olas, de La Celestina a Miguel Mihura, de San Juan de la Cruz, el Lazarillo y Quevedo a Espronceda, Baroja y Machado, deteni¨¦ndose donde y cuando cre¨ªa encontrar un bocado apetitoso, en principio sin otra intenci¨®n que saborearlo ¨¦l mismo y s¨®lo en segundo t¨¦rmino para poder contar a los dem¨¢s que all¨ª hab¨ªa una pieza que val¨ªa el viaje. Era, pues, el interlocutor ideal para hablar y mayormente para debatir de literatura. Los dos corrimos juntos muchos caminos y nos acompa?amos en bastantes empe?os, pero en ciertas ¨¦pocas ejercimos especialmente de "fil¨®logos de la legua" en innumerables coloquios y mesas redondas. Pocos ratos mejores he pasado que discutiendo con ¨¦l en p¨²blico.
En los ¨²ltimos tiempos nos ve¨ªamos m¨¢s pero habl¨¢bamos menos, porque fich¨¢bamos en el mismo tajo pero en distintos talleres. No s¨¦ ahora c¨®mo dolerme de esas ocasiones perdidas. Pero, sobre todo, me faltan palabras y me sobra emoci¨®n para sugerir con qu¨¦ temple entero y digno enfrent¨® la enfermedad. No descuid¨® ni un minuto las que ¨¦l sent¨ªa como obligaciones ni cambi¨® un ¨¢pice sus lealtades. A los amigos nos transmit¨ªa las esperanzas, y guardaba los recelos para s¨ª. A veces, ten¨ªa la generosidad de querer enga?arnos, sin enga?arse ¨¦l.
No puedo no recordar las palabras de Antonio Machado en la desaparici¨®n de Valle-Incl¨¢n, otro de los autores m¨¢s queridos y mejor estudiados por Domingo Yndur¨¢in: "?Oh, qu¨¦ bien estuvo don Ram¨®n en aquel 'trago' de que hablaba Manrique!". Qu¨¦ bien estuvo ah¨ª, mejor que nunca, Domingo Yndur¨¢in: como todo un hombre.
Francisco Rico es acad¨¦mico.
Babelia
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