Candidismo
Una forma econ¨®mica de caer en la depresi¨®n y la desesperanza, a menos que se disponga de potentes recursos morales y ¨¦ticos, es la lectura de la prensa o la escucha de radios y televisiones. Guerras, bombas, matanzas, persecuciones, corrupci¨®n, maltrato de sexo -un hallazgo muy cursi para referirse a las brutalidades, generalmente masculinas, con la compa?¨ªa sentimental-, drogas, hambre y miseria dan el pan de cada d¨ªa. Nos adaptamos tan r¨¢pidamente a lo excepcional, que el otro d¨ªa, visitando a unos parientes, o¨ª que un ni?o advert¨ªa a sus padres del comienzo del telediario: "?Pap¨¢, la guerra!". ?Cabe hacer algo que contrarreste tama?a dosis de pesimismo? Aparte de darse un paseo por el Retiro, la Casa de Campo -seg¨²n qu¨¦ horas- o la Rosaleda, para acechar el brote despampanante de los capullos, pueden adoptarse dos actitudes, que me permito brindar a los lectores. Una est¨¢ tomada de una historia que quiz¨¢s muchos de ustedes conozcan.
El relato tiene como origen una pel¨ªcula que tuvo enorme ¨¦xito en su tiempo: D¨ªas sin huella, protagonizada por Ray Milland. Trataba de un problema de alcoholismo agudo, el drama de un hombre sumergido en el horror de las espeluznantes visiones que produce el delirium tremens. De la mente atormentada del borracho surgen los monstruos de quien ha perdido la raz¨®n, las sabandijas que suponemos debajo de las piedras h¨²medas, alucinantes reptiles babeando lodo, repugnantes gusanos gordos, fl¨¢cidos y ciegos. Es el ¨²ltimo pelda?o en el infierno de los bebedores. La interpretaci¨®n, magn¨ªfica, como decimos, y una direcci¨®n meticulosa reflejaba las insoportables y turbadoras visiones.
Pues bien, a ra¨ªz del estreno y su inmediato ¨¦xito mundial, cuentan que se recibi¨® en un importante diario neoyorquino, de influyente cr¨ªtica cinematogr¨¢fica, la carta de un lector, muy correctamente redactada. Se declaraba bebedor empedernido, alcoh¨®lico, incluso. Reconoc¨ªa la verosimilitud de las im¨¢genes, la maestr¨ªa con que ven¨ªa descrita la pavorosa tortura que ¨¦l mismo hab¨ªa soportado en m¨¢s de una ocasi¨®n, y se desped¨ªa, m¨¢s o menos, con estas palabras: "Creo, se?or director, que nadie podr¨ªa haber hecho una descripci¨®n m¨¢s aut¨¦ntica sobre el asunto, ni m¨¢s fiel interpretaci¨®n de esas angustias del genial actor. En vista de ello, he tomado la firme e inquebrantable decisi¨®n, que por este escrito le comunico: No pienso volver a ir al cine en mi vida".
El relato, como pueden suponer, es un chiste negro, pero tambi¨¦n una actitud ante la existencia. Si no aceptamos lo que nos ofrecen los medios de comunicaci¨®n, dejemos de comprar peri¨®dicos, desenchufemos la televisi¨®n y tiremos a la basura el transistor. Hay otra alternativa, como anunci¨¢bamos, si nos acucia la gana de leer o escuchar: entregarse sin freno a la lectura de la llamada prensa rosa o del coraz¨®n y frecuentar los dilatados espacios que al mismo tema dedican los voceros audiovisuales, de los que estamos hartamente surtidos. Nos dan noticia de las intimidades de gente muy famosa, medio famosa o totalmente desconocida, es igual; al cabo de equis n¨²meros o programas, convivir¨¢n con nosotros como de la familia. Inform¨¦monos de la proclama de los reci¨¦n casados sobre su inmarchitable felicidad, se aman con locura y esperan un beb¨¦ en las pr¨®ximas semanas, acerca de lo que se conocer¨¢n los comentarios de padres, madres, familiares y vecinos.
Siempre en el progresivo camino de la modernidad y la novedad, ahora privan los hijos secretos, que antes eran s¨®lo patrimonio de las clases altas, en las novelas m¨¢s populares. En otros tiempos hab¨ªa que esperar a que el joven abandonado se convirtiera en un famoso torero o la muchacha, de deslumbrante belleza, por descontado, desde el humilde hogar de unos modestos, pero honrados padres adoptivos, llamara la atenci¨®n de un marqu¨¦s, por lo menos. Los verdaderos progenitores expiaban el pecado de juventud durante toda la existencia, aunque fueran miembros de Casa Real o incluso pr¨ªncipes de la Iglesia. Daba gusto. Ahora, cualquier pelagatos se ve adjudicado un hijo o una hija naturales. ?Quieren vivir en una pompa de jab¨®n? N¨²transe de esas informaciones. Tenemos la mejor cantera de asuntos est¨²pidos. En medio de las chirriantes tragedias, de las desventuras y dramas de todo tipo, instal¨¦monos, como C¨¢ndido, en el mejor de los mundos posibles, que siempre son fingidos.
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