Nada de traidores: equivocados
Querido Adam Michnik: no me cuesta demasiado trabajo imaginar que, aunque un tanto dolido por la manifesta injusticia cometida por el Tagenszeitung al llamarte apologista de Estados Unidos y hablar en ese contexto de traici¨®n, estar¨¢s b¨¢sicamente encantado. Primero por la compa?¨ªa: Vasek Havel y Gyorgy Konrad. Yo, con ellos, firmar¨ªa lo que fuera.
Segundo, porque lo que m¨¢s te gusta en la vida, y mira que te gusta la vida, es la pol¨¦mica. Cuanto m¨¢s dura, mejor. Nunca olvidar¨¦ aquel debate en directo ante las c¨¢maras de la televisi¨®n polaca entre un jovenc¨ªsimo Aleksander Kwasniewski y t¨², yendo los dos mucho m¨¢s all¨¢ de lo hasta entonces asumido o simplemente tolerado por vuestros partidos y vuestros partidarios, sentando las bases, as¨ª, en directo, para lo que luego fue la transici¨®n polaca.
Kwasniewski demostr¨® que ten¨ªa madera para ser el mejor presidente de Polonia en m¨¢s de medio siglo. Y t¨² conseguiste hacer del tartamudeo un recurso dircursivo de primera magnitud, con millones de personas literalmente colgadas de cada una de tus ideas.
La pol¨¦mica es tu sitio natural; cuanto m¨¢s dura, mejor. Por eso me ha gustado tu art¨ªculo Nosotros, los traidores, que en Espa?a publica EL PA?S el 2 de abril con toda la relevancia que merece. Por eso y por la traducci¨®n de Jorge Ruiz Lardizabal, que te hace hablar en un castellano que muchos quisieran para s¨ª.
Hasta aqu¨ª, como ves, no faltan elogios. Ni faltan ni sobran. Pero no te hagas ilusiones, Adam, no esperes de nosotros ni una mano, ni una ayuda, ni un favor, como dice el viejo tango argentino, a la hora de incluirte a ti, y a Gyorgy Konrad y a Vasek Havel, en la lista de los traidores a los m¨¢s sagrados valores nacionales. No es traici¨®n lo tuyo; seguramente ni sabes traicionar como Dios manda.
El problena es que te equivocas. Creo que no te equivocas en todo, que tienes raz¨®n en parte, en buena parte. Te equivocas sustancialmente, creo, pero aun as¨ª reconforta toparse con argumentos tan bien hilados y quitarse de encima el miedo a caer en las garras de la verdad absoluta. Por ah¨ª, precisamente, van los tiros, y la met¨¢fora b¨¦lica no es casual. Los tiros van por el lado de la verdad absoluta. Hablas del mal, no de lo malo.
Sadam es malo, mal¨ªsimo, execrable, y debe ser combatido sin ambig¨¹edades ni descanso, es alta y extensamente peligroso. Pero las maldades de los males se combaten de una a una. Identificar a los males con el mal es un ejercicio poco elegante de pereza intelectual, y la elegancia, como dec¨ªa Ortega, es la primera obligaci¨®n del intelectual. Identificar a los males con el mal es poner las respuestas antes que las preguntas. Si la confrontaci¨®n es entre el bien y el mal, sobrar¨ªan argumentos y razones; s¨®lo habr¨ªa valientes y cobardes.
En Espa?a, en ciudades a las que quieres tanto como Madrid y Barcelona, y en las que millones de personas se han manifestado contra esta guerra, nadie, nadie de nadie, ha defendido al tirano Sadam.
Nosotros, que hemos tenido la fortuna de haber sido ocupados -ocupados en el mejor sentido de la palabra- por ¨¢rabes y jud¨ªos, somos los primeros en a?orar las ¨¦pocas en que C¨®rdoba y Bagdad eran califatos de libertad y cultura. Vimos, en cambio, en manos de los manifestantes fotos de empedernidos y arriesgados luchadores contra el terror de ETA como Fernando Savater, adornadas con un brev¨ªsimo texto debajo: "Yo tambi¨¦n estoy contra la guerra".
Y no lo dudes: somos los mismos y lo volveremos a ser, no dejaremos que nos venza el miedo. Si los norteamericanos no consiguen un Gobierno m¨¢s digno y razonable, volveremos a encontrarnos t¨² y yo, sin ir m¨¢s lejos, intentando reconstruir ese v¨ªnculo transatl¨¢ntico que tanto nos importa y nos interesa.
V¨ªnculo digo, no yugo. Yugo, no.
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