Qu¨¦ divinos
NO TODO EN LA VIDA de un matrimonio estable es sexo y desenfreno; no, amigos; tambi¨¦n hay tiempo en la vida de dicho matrimonio peque?oburgu¨¦s para la cultura. Estaba este matrimonio ideal de la muerte en la cama un s¨¢bado por la tarde a fin de leer c¨®modamente, porque no todos los matrimonios estables son fieles a ese dicho de "s¨¢bado sabadete". Personalmente, odio los refranes y los dichos populares y hago lo posible por no secundar semejante dicho. O sea que me opongo a tener relaciones b¨ªblicas el s¨¢bado. Soy muy m¨ªa. Sigo: este matrimonio ideal de la muerte estaba leyendo un libro. Bueno, dos (cada uno a sus u?as), aunque la verdad, soy de ese tipo de personas a las que les gusta leer el libro del de al lado, el peri¨®dico del de delante en el autob¨²s, comerme el plato del vecino y quitarle pelos del jersey a un t¨ªo que acabas de conocer. Yo definir¨ªa mi car¨¢cter como extremadamente cari?oso. Mi santo me define como una t¨ªa tirando a plasta. Vamos, no me lo ha dicho pero lo ha pensando en mi misma cara; es m¨¢s, lo ha escrito en su diario ¨ªntimo. Me duele, a qu¨¦ negarlo, pasar con semejantes adjetivos a la posteridad (en cuanti que se descuide, arranco esa p¨¢gina). Sigo: estaba matrimonio megaideal culturiz¨¢ndose dicho sabadete. ?l, muy machote, le¨ªa un ensayo; ella, superfemenina, le¨ªa novela, y la biodiversidad daba por saco (ese b¨²ho, esa chicharra, ese ¨¢rbol). Estaban en el campo. Como dir¨ªa Daniela Cardone: ?qu¨¦ divinos! El ensayo de ¨¦l se llamaba La especie elegida, de Arsuaga y Mart¨ªnez, los investigadores de Atapuerca. De vez en cuando, ella soltaba su novela y le¨ªa alguna frase del libro de su santo. ?l alzaba el codo para que ella (yo) no pudiera leer, como aquellos compa?eros mezquinos en el colegio que no te dejaban copiar. Pero yo me colaba y le¨ªa alguna frase en voz alta: "Todos los primates son sociables con una sola excepci¨®n".
-?No ser¨¢s t¨²? La excepci¨®n, digo -le pregunt¨¦.
-No, cari?o, es el orangut¨¢n.
Hay veces que me dice cari?o con un tono que se dir¨ªa que est¨¢ de m¨ª hasta los huevos. Pero en el fondo me idolatra. Lo s¨¦. Yo, por mi parte, le¨ªa El para¨ªso en la otra esquina, de Vargas Llosa, escritor al que idolatramos los dos. Lo de Vargas Llosa es curioso; por m¨¢s que ¨¦l se empe?e en quedar como un hombre muy conservador, su literatura siempre me parece de izquierdas, con otros me pasa justo lo contrario: por m¨¢s que presuman de rojos siempre los veo como curas que te dan la charla. Es lo que dec¨ªa Nati Mistral: "Hay unos que dicen que son de izquierdas y act¨²an como si fueran de derechas, y yo, que soy de derechas, act¨²o como si fuera de izquierdas". Preclara Nati. Por cierto, que fui a la presentaci¨®n de libro de Vargas Llosa y all¨ª estaba el periodista Top-Mantilla. ?l dec¨ªa que para hacer una cr¨®nica para el peri¨®dico, pero yo sab¨ªa que estaba puliendo su imitaci¨®n de Vargas Llosa. Es una de las mejores que yo he visto. TopMantilla hace una imitaci¨®n de una supuesta entrevista de Juan Cruz a Vargas Llosa, cambiando de voces, que es un poema c¨®mico. Vamos, no es por tirarme el moco, pero a m¨ª me dejan preparar la presentaci¨®n del libro de Vargas y pongo a TopMantilla haciendo dicho n¨²mero c¨®mico. Hubiera sido un hito. Ya va siendo hora de que los escritores tengamos dobles como Sadam Husein. El libro amoroso de Antonio Gala, por ejemplo, se lo pod¨ªa haber presentado Amparo Rivelles como doble de Antonio Gala, porque, por si no se han dado cuenta, cada a?o que pasa se parecen m¨¢s; el de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s, Dos mujeres en Praga se lo pod¨ªa haber presentado uno de Los del R¨ªo que le da un aire, aunque Juanjo es mucho m¨¢s flamenco de aqu¨ª a Lima; el de Luis Landero, por ejemplo; el m¨ªtico Jos¨¦ Luis Perales, con la ventaja de que los dos tocan la guitarra, y de m¨ª pod¨ªa haber hecho Anabel Alonso, que dicen que se me da un aire, aunque yo la encuentro mucho m¨¢s jaquetona, d¨®nde va a parar. Sigo: volv¨ª a colarme bajo el brazo de mi santo y le¨ª otra frase de su ensayo: "Los beb¨¦s tienen la facultad de poder respirar y tragar al mismo tiempo, luego esa habilidad se pierde para que fisiol¨®gicamente sea posible el habla". Y yo, pel¨ªn hasta las narices de este sabadete megacultural, digo: "Pues t¨² esa facultad se ve que no la has perdido". Me muero de ganas de discutir, pero mi homosapiens ha decidido no morder el anzuelo y me dice, anda, cari?o, traeme el discman y no tomes gingseng que a ti eso no te hace falta, a ti s¨®lo te sientan los derivados de la valeriana. Y yo, como una gheisha, me levanto y le llevo el discman. Le saco a escondidas el cd de La Walkiria y le meto una sorpresita. Cuando se pone los cascos se incorpora con violencia. ?Qu¨¦ es esto?, dice arranc¨¢ndose los cascos de las orejas. Y yo le digo que es una recopilaci¨®n de los ¨¦xitos de Augusto Alguer¨®. Le digo que es La vida es una t¨®mbola en versi¨®n de la irrepetible Mar¨ªa Jim¨¦nez. Y le digo, dej¨¦monos llevar por estas canciones intrascendentes que, como dec¨ªa Truffaut, querido m¨ªo, marcan nuestra vida mucho m¨¢s que los cl¨¢sicos. Y aunque, como ya he dicho, lo del s¨¢bado sabadete me espanta, yo jam¨¢s soy fiel a mis principios, y poco a poco voy convenci¨¦ndole de que dejemos caer nuestros libros al suelo. De pronto se me revela el secreto de la evoluci¨®n de los primates: aquel homosapiens se transforma en homoerectus. Y yo en la mona Chita, que era una cachonda. Y una gran actriz.
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