"Blair y Aznar tienen que reconducir a Bush a la legalidad internacional"
Tras la publicaci¨®n de su ensayo sobre Las nuevas guerras, inmediatamente traducido a las principales lenguas europeas, Mary Kaldor, 57 a?os, se convirti¨® en una autora de referencia a la hora de analizar la violencia que, de manera creciente, se ha ido apoderando de la esfera internacional desde la ca¨ªda de la URSS. Despu¨¦s de asistir durante m¨¢s de una d¨¦cada a una sucesi¨®n de conflictos derivados del progresivo deterioro de las estructuras estatales, del Estado, en diversas regiones del planeta, la campa?a anglo-norteamericana contra Irak, iniciada el pasado 20 de marzo, parece haber devuelto el concepto de guerra a uno de sus ¨¢mbitos m¨¢s tradicionales: el de la supremac¨ªa. Pero ni siquiera esta constataci¨®n resuelve la principal inc¨®gnita de un conflicto que no ha contado con la aprobaci¨®n de la ONU, que ha da?ado severamente el proyecto europeo y que, desde antes de su inicio, se ha enfrentado con la firme oposici¨®n de la opini¨®n p¨²blica mundial.
"Despu¨¦s del final de la guerra fr¨ªa, la URSS tuvo su 'perestroika'; EE UU, no. Y la cultura pol¨ªtica norteamericana de hoy sigue marcada por esos 50 a?os de enfrentamiento bipolar"
"Todo empez¨® con la no-elecci¨®n del presidente Bush y con el acceso a su entorno de un grupo de pol¨ªticos y asesores comprometido con una ideolog¨ªa extremista"
"No habr¨ªa que descartar un incremento de la tensi¨®n entre la India y Pakist¨¢n. Tampoco un incremento del extremismo islamista en Indonesia y Filipinas"
"El ¨²nico punto en el que la Administraci¨®n de Bush tiene raz¨®n es en la necesidad de resolver el problema entre palestinos e israel¨ªes. Todo lo dem¨¢s es inaceptable"
"El hecho de que Washington haya decidido no atacar a Corea del Norte significa algo muy sencillo dentro de la l¨®gica militar: la disuasi¨®n todav¨ªa funciona"
Pregunta. ?Por qu¨¦ se est¨¢ librando esta guerra?
Respuesta. A mi juicio, la raz¨®n ¨²ltima tiene que ver con un cambio de r¨¦gimen en Estados Unidos. Todo empez¨® con la no-elecci¨®n del presidente Bush y con el acceso a su entorno de un grupo de pol¨ªticos y asesores comprometido con una ideolog¨ªa extremista. Hace unas semanas estuve en Washington y pude advertir que se trata de una extra?a combinaci¨®n de mentalidades. Por un lado est¨¢n los cristianos fundamentalistas del c¨ªrculo ¨ªntimo del presidente; por otro, los nost¨¢lgicos de la guerra fr¨ªa, activos desde los tiempos de Reagan y vinculados de una u otra manera al complejo militar industrial.
P. ?La noci¨®n de guerra preventiva surge de este entorno?
R. No s¨®lo esa noci¨®n; tambi¨¦n la de que la no proliferaci¨®n debe dejar paso a la contra-proliferaci¨®n. Vienen trabajando en esas y otras nociones desde los a?os noventa. Es posible encontrar think tanks en Washington que, ya en aquel entonces, comenzaron a buscar argumentos para mantener un cierto sentimiento de guerra, convencidos de que la capacidad de liderazgo de Estados Unidos depende de la existencia de un conflicto, exactamente como ocurr¨ªa en el periodo de la guerra fr¨ªa. Elaboraron ideas acerca del fundamentalismo isl¨¢mico, de los Estados delincuentes, del terrorismo.
P. En ese sentido, el 11 de septiembre pudo tener un doble efecto, una doble lectura: como confirmaci¨®n de las hip¨®tesis en las que trabajaban esos think tanks y como excusa para aplicar las pol¨ªticas que se asociaban a ellas.
R. Cuando ocurri¨® aquella gran tragedia pens¨¦ que cambiar¨ªan de actitud, y que, puesto que lo que hab¨ªan padecido era real, elaborar¨ªan una respuesta real para hacerle frente. Lamentablemente no fue as¨ª, y continuaron construyendo estrategias imaginarias. En mi opini¨®n, la guerra contra Irak es una de ellas. Parte de la idea de que el origen del terrorismo son los reg¨ªmenes de Oriente Pr¨®ximo, y, por tanto, una vez rehecho el mapa pol¨ªtico de la regi¨®n, Estados Unidos estar¨¢ a salvo. Irak era el objetivo m¨¢s f¨¢cil para ensayar este modelo. Estados Unidos se lanza entonces a una guerra que es una guerra real -pero que siguen percibiendo como imaginaria- en virtud de un dise?o abstracto. He pasado una semana hablando con personas de este entorno, y una de ellas se mostr¨® convencida de que la historia necesita de momentos as¨ª. "Ustedes", me dijo, "nunca hubieran tenido democracia en Europa sin la Segunda Guerra Mundial". Imagino, en fin, que no se refer¨ªa al Reino Unido, cuyas instituciones son m¨¢s antiguas. Pero ¨¦sta es su manera de pensar.
P. A veces existe un cierto pudor, una cierta autocensura, para designar con t¨¦rminos crudos pero apropiados lo que usted est¨¢ describiendo. Sinceramente, ?no cree que ese panorama en Estados Unidos es el de una preocupante involuci¨®n?
R. Es justo lo que estaba tratando de decir, e involuci¨®n me parece un t¨¦rmino adecuado. Despu¨¦s del final de la guerra fr¨ªa, la Uni¨®n Sovi¨¦tica tuvo su perestroika; Estados Unidos, no. Y la cultura pol¨ªtica norteamericana de hoy sigue marcada por esos cincuenta a?os de enfrentamiento bipolar. Basta contemplar los presupuestos aprobados por la Administraci¨®n de Bush. Adem¨¢s, conviene prestar atenci¨®n a la degradaci¨®n de la pol¨ªtica. Despu¨¦s de muchos a?os de campa?as electorales mediocres, de grandes compa?¨ªas financiando a los candidatos, de uso interesado de los medios de comunicaci¨®n, el pueblo norteamericano parece haber sucumbido a una enorme apat¨ªa que, al final, ha abierto las puertas a un Gobierno, o, mejor, a un r¨¦gimen, que busca mantener su popularidad a trav¨¦s de una ideolog¨ªa extremista.
P. ?Y c¨®mo es posible que Tony Blair haya comprometido su participaci¨®n en una guerra que tiene estos fundamentos?
R. Despu¨¦s de Bosnia y Kosovo, y tal vez de Afganist¨¢n, Blair concibi¨® la idea de que se estaban forjando nuevas reglas multilaterales; reglas que permitir¨ªan defender los derechos humanos en todas partes, incluso a trav¨¦s del recurso a la guerra. Se convenci¨®, en definitiva, de que la guerra pod¨ªa hacerse con fines humanitarios. Aunque estoy en completo desacuerdo, debo reconocer que Blair me parece sincero. Como muchos ciudadanos que se han declarado a favor de la intervenci¨®n, Blair piensa que Sadam es un dictador repugnante que s¨®lo puede ser derrocado por la fuerza, y que, por tanto, derrocarlo es el tributo que debemos pagar al pueblo iraqu¨ª despu¨¦s de tantos a?os de sufrimiento. El problema es que esta actitud ha llegado a forjar una especie de alianza inocente con el EE UU de Bush, no con la opini¨®n p¨²blica de nuestros propios pa¨ªses. Y ah¨ª es donde radica su error.
P. Por terminar con el cap¨ªtulo de las alianzas, inocentes o no, ?qu¨¦ juicio le merece la posici¨®n del Gobierno espa?ol?
R. Me decepciona que Tony Blair tenga por aliados en Europa a Aznar y Berlusconi.
P. Tras varios d¨ªas de combates, y de numerosos muertos y heridos, se sigue discutiendo sobre la legalidad de esta guerra.
R. He estado atenta al debate entre juristas, puesto que yo no lo soy. Fue uno de mis colegas quien redact¨® el informe defendiendo el fundamento legal para el Gobierno de Tony Blair. Su argumento ha sido repetido muchas veces desde entonces: la justificaci¨®n del ataque se encuentra en la resoluci¨®n que autoriz¨® la primera guerra del Golfo. La resoluci¨®n 687, por su parte, se limitaba a establecer un alto el fuego. Adem¨¢s, exig¨ªa a Sadam Husein la eliminaci¨®n de sus armas de destrucci¨®n masiva, el respeto a los derechos humanos y la convocatoria de elecciones democr¨¢ticas. Soy muy esc¨¦ptica acerca de este argumento, aparte de que resulta llamativo el hecho de que nunca se haya presionado a Sadam sobre los dos ¨²ltimos puntos. En estos d¨ªas se ha apuntado que la resoluci¨®n 1.441 podr¨ªa servir de cobertura a la acci¨®n militar, pero tampoco me convence. Hay que tomar en consideraci¨®n lo que los miembros del Consejo pensaban en el momento de votarla. Pa¨ªses como Francia o Alemania nunca hubieran dado su aprobaci¨®n si la resoluci¨®n contuviese una cl¨¢usula de respuesta militar autom¨¢tica.
P. Piensa, pues, que es ilegal.
R. Ir¨ªa m¨¢s lejos, y, para ello, quisiera remontarme a Kosovo. La comisi¨®n internacional para investigar aquella crisis lleg¨® a la conclusi¨®n de que la intervenci¨®n contra el genocidio perpetrado por los serbios fue ilegal, pero leg¨ªtima. Fue ilegal porque no tuvo el respaldo del Consejo de Seguridad; sin embargo, trataba de evitar una cat¨¢strofe humanitaria y, al hacerlo, demostr¨® que la ley ten¨ªa un problema, que exist¨ªa un vac¨ªo. Esta guerra, legal o ilegal -los juristas podr¨¢n discutir sobre el asunto-, es definitivamente ileg¨ªtima. Y es ileg¨ªtima, entre otras razones, por la noci¨®n que la sustenta: la noci¨®n de guerra preventiva, que destruye las garant¨ªas establecidas al t¨¦rmino de la II Guerra Mundial.
P. El paralelismo con la intervenci¨®n en Kosovo es uno de los argumentos que se han utilizado para decir que el Consejo de Seguridad es, o podr¨ªa ser, una instituci¨®n irrelevante.
R. No creo que se pueda sostener que esta guerra, por s¨ª sola, significa el final de las Naciones Unidas, adem¨¢s de la quiebra de la Uni¨®n Europea y de la OTAN. Depender¨¢ de lo que ocurra ahora. En pa¨ªses como Espa?a o el Reino Unido existe un gran desfase entre el Gobierno y la opini¨®n p¨²blica. En el caso de Francia o Alemania, por el contrario, los Gobiernos se han movido en la misma direcci¨®n que sus ciudadanos. Y pienso que el hecho de que esto haya sido as¨ª; el hecho de que, en virtud de la presi¨®n ejercida por la opini¨®n p¨²blica, determinados Gobiernos se hayan sentido con fuerza como para rechazar la estrategia de Washington representa un paso importante en la madurez de las instituciones internacionales.
P. De alg¨²n modo, ello llevar¨ªa a matizar la idea de que hay dos superpotencias, Estados Unidos y la opini¨®n p¨²blica; con esta afirmaci¨®n se puede olvidar que en medio estaba el Consejo de Seguridad, y que el Consejo de Seguridad ha funcionado.
R. Es exactamente lo que pienso. Lo que hoy est¨¢ en discusi¨®n no es s¨®lo la guerra contra Irak, sino tambi¨¦n los l¨ªmites al poder norteamericano. Las instituciones internacionales han tratado de fijarlos, por primera vez. Ahora bien, ?podr¨¢n mantenerse mucho tiempo en esta posici¨®n? D¨¦jeme decirle algo: creo que Blair y Aznar han adquirido, lo quieran o no, la grave responsabilidad de reconducir a Bush y su Administraci¨®n a las instituciones internacionales.
P. Suceda lo que suceda con ellas, este conflicto tendr¨¢ consecuencias inevitables sobre Oriente Pr¨®ximo.
R. El ¨²nico punto en el que la Administraci¨®n de Bush tiene raz¨®n es en la necesidad de resolver el problema entre palestinos e israel¨ªes. Todo lo dem¨¢s es inaceptable. Desde esta perspectiva, debo confesarle que tengo un problema con la posici¨®n francesa. Da la impresi¨®n de que en Par¨ªs est¨¢n m¨¢s preocupados por limitar el poder norteamericano, algo con lo que estoy de acuerdo, que por desarrollar alternativas, particularmente en Oriente Pr¨®ximo.
P. Porque, en efecto, esas alternativas deben ser desarrolladas.
R. Antes se pod¨ªa pensar que los reg¨ªmenes autoritarios eran relativamente estables. Algunos pa¨ªses los consideraban, incluso, como aliados. En nuestros d¨ªas, esto no s¨®lo es inaceptable; adem¨¢s, es imposible, porque los reg¨ªmenes autoritarios se han convertido en una fuente permanente de desequilibrio. En consecuencia, pienso que, en efecto, hay que idear estrategias para Oriente Pr¨®ximo. Una cuesti¨®n de naturaleza muy distinta es si esas estrategias deben contemplar el recurso a la guerra. A mi juicio, se trata de un instrumento ileg¨ªtimo y, adem¨¢s, ineficaz. Ah¨ª es donde se han equivocado Bush y Blair. Imaginan que estos proyectos pueden dise?arse con una precisi¨®n milim¨¦trica, que basta con ganar guerras e imponer reg¨ªmenes. En concreto Bush, sue?a con que se podr¨¢ gobernar Irak como Alemania y Jap¨®n despu¨¦s de la II Guerra Mundial. Para desmentirlo, basta echar un vistazo a lo sucedido en Afganist¨¢n.
P. Cuando se refiere a estrategias alternativas, ?quiere decir que las prioridades deber¨ªan haber sido otras?
R. Si se desea rehacer Oriente Pr¨®ximo hay que empezar por el problema palestino. Ah¨ª esta la clave de la pol¨ªtica en la totalidad de la regi¨®n. No se trata de proclamar condenas que comparen la pol¨ªtica israel¨ª en los territorios ocupados con la de Sadam Husein en Irak; Sadam Husein es lo peor que pueda imaginarse. Pero es una justificaci¨®n demasiado d¨¦bil la de asegurar que se han enviado tropas a Irak para acabar con los reg¨ªmenes autoritarios, postergando la situaci¨®n que se vive en Israel y en Palestina.
P. ?Existe alguna posibilidad de que el desenlace del conflicto en Irak tenga resultados positivos sobre los territorios ocupados y el drama que viven sus habitantes?
R. Por una parte, el hecho de que Blair presionara a Bush para que entrara en este problema y elaborase la hoja de ruta con vistas a la consecuci¨®n de un Estado palestino fue una gesti¨®n positiva. No se puede descalificar sin m¨¢s como oportunismo; respond¨ªa a una opini¨®n p¨²blica que no entend¨ªa por qu¨¦ hab¨ªa que comenzar por Irak. Por otra parte, y ¨¦sta ser¨ªa la perspectiva pesimista, la guerra contra Irak podr¨ªa ofrecer a Sharon una oportunidad para actuar con m¨¢s rudeza, porque, mientras ¨¦l sigue adelante, los ojos del mundo se mantienen fijos en el conflicto del Golfo. Muchos palestinos est¨¢n alarmados ante la posibilidad de que se incrementen las expulsiones durante este periodo. A ello hay que sumar el hecho de que Ham¨¢s y la Yihad isl¨¢mica han convocado manifestaciones a favor de Sadam. Podr¨ªan estar ofreciendo a Sharon la excusa que necesita para ir m¨¢s lejos en su pol¨ªtica hacia los territorios ocupados.
P. Otro lugar al que tal vez tampoco se presta la atenci¨®n que merece es el problema de Cachemira.
R. Sin duda. Es ah¨ª donde los efectos de esta guerra podr¨ªan ser peores. No habr¨ªa que descartar un incremento de la tensi¨®n entre la India y Pakist¨¢n. Tampoco un incremento del extremismo islamista en Indonesia y Filipinas.
P. Con el agravante de que, en algunos casos, se trata de pa¨ªses nuclearizados.
R. Recuerde que Wolfowitz ha llegado a hablar en alguna ocasi¨®n del uso de armas nucleares. Rumsfeld, por su parte, asegur¨® que si Sadam usaba armas de destrucci¨®n masiva, Estados Unidos se sentir¨ªa autorizado a responder. Uno de los efectos m¨¢s alarmantes de esta guerra est¨¢ siendo, precisamente, la proliferaci¨®n. El hecho de que Washington haya decidido no atacar a Corea significa algo muy sencillo dentro de la l¨®gica militar: la disuasi¨®n todav¨ªa funciona. Si un pa¨ªs se sabe parte del eje del mal establecido por Estados Unidos, su pretensi¨®n, visto el desarrollo de los actuales acontecimientos, ser¨¢ la de conseguir armas nucleares. Desde los a?os sesenta milit¨¦ contra ellas, y siempre he pensado que el punto d¨¦bil de la no proliferaci¨®n resid¨ªa en que, cuando se lanz¨® esta estrategia, los pa¨ªses m¨¢s fuertes ya estaban nuclearizados. Como vencedor de la guerra fr¨ªa, Occidente tuvo la ocasi¨®n de hacer que Rusia y China caminasen hacia la desnuclearizaci¨®n; pero el hecho de que, incluso el Reino Unido, decidiese conservar sus ogivas, fue sin duda un aliciente para otros pa¨ªses. Fue un momento decisivo que se perdi¨®. La contra-proliferaci¨®n es, en cualquier caso, una estrategia a¨²n m¨¢s peligrosa.
P. Y puesto que, pese a todos estos riesgos, incluso en escenarios en apariencia alejados, la reorganizaci¨®n de Oriente Pr¨®ximo ha comenzado, seg¨²n se dice, por Irak, ?qu¨¦ cabe esperar al final de esta guerra?
R. Estados Unidos confiaba en que se producir¨ªa una revuelta cuando la invasi¨®n comenzara, y la revuelta no ha tenido lugar. Por otra parte, es dif¨ªcil saber si en un Irak derrotado nos encontraremos con las ruinas de un ¨²nico aparato estatal o con un ej¨¦rcito fragmentado -la Guardia Republicana, las tropas de reemplazo, los fedayin, los paramilitares-, configurando una situaci¨®n similar a las que sirven de caldo de cultivo para las nuevas guerras. Si este ¨²ltimo fuera el caso, resultar¨ªa dif¨ªcil reconducir el pa¨ªs a una situaci¨®n estable. Insisto: no estoy segura de cu¨¢l ser¨¢, en estos t¨¦rminos, el resultado de la guerra. Pero me parece dif¨ªcil que Estados Unidos logre ofrecer al mundo un Estado de derecho en Irak, tal y como aseguran que pretenden hacer. Ganar la guerra es la parte m¨¢s f¨¢cil; incluso se pens¨® que iba a ser m¨¢s f¨¢cil de lo que est¨¢ siendo.
P. Y luego no habr¨ªa que olvidar que, desde la perspectiva de la estrategia global formulada por EE UU, esta guerra no ser¨ªa, en realidad, m¨¢s que una primera batalla.
R. Cuando me entrevist¨¦ con el entorno de Bush, dijeron algo que ya le he se?alado: que lo que trataban de establecer en Irak era un modelo. Y entonces respond¨ª: pero eso supondr¨ªa nuevas guerras preventivas. Su respuesta, entonces, fue que depender¨ªa de lo que sucediera, pero que, en t¨¦rminos generales, no cab¨ªa descartarlo. Tengo la esperanza de que ahora, al advertir que la guerra de Irak est¨¢ resultando m¨¢s compleja de lo que en principio hab¨ªan pensado, la reflexi¨®n ser¨¢ m¨¢s profunda a la hora de emprender una acci¨®n militar parecida. Por otra parte, Tony Blair, e imagino que tambi¨¦n Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, encontrar¨¢n dificultades para apoyar otra guerra de caracter¨ªsticas similares. Por lo que respecta al primer ministro brit¨¢nico, creo que se ha visto sorprendido por la fuerza con la que la opini¨®n p¨²blica se ha opuesto a su decisi¨®n. Y, aunque no haya logrado detener la maquinaria militar, esta fuerza de la opini¨®n p¨²blica, unida a la posici¨®n de una buena parte de los pa¨ªses miembros del Consejo de Seguridad, han logrado tal vez un triunfo nada desde?able: hacer que una eventual guerra preventiva sea m¨¢s dif¨ªcil en el futuro.
Luces y sombras de una crisis
BRIT?NICA, PROFESORA de relaciones internacionales, directora del Programa para la Sociedad Global Internacional de la London School of Economics; autora de libros como El arsenal barroco (1981), La guerra imaginaria (1990), Entender el conflicto Este-Oeste (1990), o su m¨¢s reciente y conocido Las nuevas guerras, Mary Kaldor est¨¢ asistiendo con motivo del ataque contra Irak a un dudoso privilegio para un acad¨¦mico: contemplar que su objeto de estudio est¨¢ adquiriendo tintes de historia, que es tanto como decir que se ha convertido en una fuente de miedo y sufrimiento.
De su conversaci¨®n, lo mismo que de sus trabajos y sus ocupaciones, se extrae la consecuencia de que concede un protagonismo decisivo a la sociedad civil en la soluci¨®n de los problemas a los que se enfrenta la comunidad internacional. Es la sociedad civil la que, de acuerdo con el an¨¢lisis de Kaldor, deber¨ªa haber recibido mucho m¨¢s apoyo en los pa¨ªses a los que ahora, convertidos o no en parte del Eje del Mal, la Administraci¨®n de Bush se propone democratizar por medio de la fuerza. Por lo que respecta al proyecto europeo, da?ado a ra¨ªz de la guerra contra Irak, Kaldor tambi¨¦n considera que la sociedad civil podr¨ªa tener un papel destacado en la cicatrizaci¨®n de las heridas y en la identificaci¨®n de proyectos que vuelvan a unificar la voluntad de los miembros.
Pese a que se?ala algunas luces en su an¨¢lisis sobre la crisis actual -la arquitectura internacional ha resistido-, observa, sin embargo, una sombra a la que no se le estar¨ªa prestando la atenci¨®n requerida: la posibilidad de una grave recesi¨®n econ¨®mica relacionada con el esfuerzo militar norteamericano. Los equilibrios sociales se han debilitado de tal manera, desde el hundimiento de los reg¨ªmenes comunistas, que un severo deterioro del contexto econ¨®mico vivido hasta ahora podr¨ªa tener, quiz¨¢, consecuencias impredecibles.
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