El sonido del silencio
Las batallas por Bagdad o por Basora se libran con un nivel de violencia que augura a¨²n m¨¢s sufrimiento para sus habitantes. Las renovadas incursiones de fuerzas de EE UU en la ya pr¨¢cticamente cercada, que no sitiada, capital tienen el triple objetivo de probar la resistencia iraqu¨ª, seguir avanzando en su estrategia agresiva y mandar un claro mensaje a los bagdad¨ªes y a las tropas de Sadam Husein ahora que no funcionan otros medios de comunicaci¨®n: las fuerzas invasoras ya est¨¢n all¨ª.
Tarde horas, d¨ªas o semanas, pese a los desmentidos del ministro de Informaci¨®n iraqu¨ª, la victoria militar de EE UU y su aliado brit¨¢nico est¨¢ asegurada. No as¨ª que el ocupante gane lo que necesita para asegurar la posguerra: el coraz¨®n y las mentes no s¨®lo de los iraqu¨ªes, sino de todo el mundo ¨¢rabe, pues las reverberaciones de esta guerra llegar¨¢n muy lejos, y cuanto m¨¢s dure y cruenta resulte, peor. En ese coraz¨®n se hace patente la falta de democracia por el contraste entre la opini¨®n p¨²blica y la actitud de los reg¨ªmenes. Mientras las masas protestan en las calles, sus gobernantes miran para otro lado, sirven de base a los atacantes, hacen declaraciones que revelan su resignada impotencia ante Washington o, en secreto, hacen votos para que desaparezca Sadam Husein, ahorr¨¢ndoles el problema que les plantea ante gran parte de su calle, que ve al l¨ªder iraqu¨ª como un h¨¦roe, abocado a la derrota, pero orgulloso y desafiante.
Kuwait y Qatar hacen todo lo que se les pide; Arabia Saud¨ª dice que no sirve de base a la coalici¨®n, pero es falso; por Jordania transita lo que EE UU quiera, pero el rey no olvida condenar la muerte de civiles bajo las bombas aliadas; Egipto se permite advertir que esta guerra la van a pagar todos con el recrudecimiento del terrorismo internacional, lo que no por posiblemente cierto deja de subrayar su resignaci¨®n ante el problema. Y Siria pasa, o consiente que pasen, armas a Irak.
?Qu¨¦ pasar¨ªa si el mundo ¨¢rabe fuera plenamente democr¨¢tico, seg¨²n los buenos deseos de Washington? Un resultado de la democratizaci¨®n puede ser, aunque no plazca a Occidente, que ganen los islamistas. Los horrores de Argelia en los ¨²ltimos 12 a?os, despu¨¦s de que un golpe militar impidiera la victoria de los islamistas en las urnas, deben haber servido de lecci¨®n. Lo que s¨ª subraya la crisis iraqu¨ª es lo necesario de esa democratizaci¨®n, en la medida en que el sonido del silencio de estos reg¨ªmenes no democr¨¢ticos, junto a la ronquera de sus opiniones p¨²blicas, es hoy la peor receta de futuro.
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