Los miserables
Ojal¨¢ el angustioso conflicto con Irak sirviera para algo. Me gustar¨ªa creer que la visi¨®n abrumadora que los medios nos muestran en primer plano, todas esas im¨¢genes terror¨ªficas de ni?os desmembrados y civiles enloquecidos por la pena, educar¨¢ la sensibilidad occidental, ense?¨¢ndonos los verdaderos horrores de la guerra, de todas las guerras; y que esto nos har¨¢ a todos m¨¢s reacios ante las aventuras belicistas, m¨¢s beligerantes para luchar contra las atrocidades, en vez de cerrar o¨ªdos y ojos como hicimos, por ejemplo, con los 200.000 muertos que los rusos causaron en Chechenia. Pero, la verdad, tampoco me f¨ªo mucho de que suceda algo as¨ª. Porque los humanos somos seres desmemoriados y acomodaticios; y, una vez pasado el primer paroxismo de miedo y de furia, todo se nos borrar¨¢ pl¨¢cidamente de la memoria.
De eso se aprovechan los miserables. De nuestra falta de consecuencia y de perseverancia. Por ejemplo, pensemos en los fabricantes y vendedores de bombas racimo. Resulta inconcebible que haya gente dise?ando esta clase de armas (cient¨ªficos que estudian sesudamente las trayectorias m¨¢s da?inas y descuartizantes); y que algunos individuos se est¨¦n haciendo ahora mismo de oro por romper los cuerpos de los iraqu¨ªes con esas bombas; y que esos tipos vistan trajes cruzados, tengan abonos de ¨®pera y pertenezcan a lo mejorcito de la sociedad occidental. Qu¨¦ blando olvido el nuestro, qu¨¦ flacidez moral al aceptarlo.
Por no hablar de los oportunistas que usan la crisis de Irak para cometer de tapadillo sus fechor¨ªas. Como Fidel Castro, que ha detenido a 78 opositores por el simple hecho de opinar distinto y les ha sometido a una pamema de juicio en el que se les pide 20 a?os de c¨¢rcel o cadena perpetua. O como los rusos, que han celebrado un refer¨¦ndum en Chechenia que, seg¨²n todos los indicios, ha sido una farsa. O como Marruecos, que sigue hostigando a los saharauis (el 28 de marzo impidi¨® salir del pa¨ªs a un grupo de familiares de desaparecidos que iban a un encuentro en Ginebra). Los miserables nunca duermen, mientras que la perezosa opini¨®n internacional parece que s¨®lo puede tener un asunto grave a la vez en la cabeza. Y ni siquiera, me temo, por mucho tiempo.
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