Las chicas de las perlas
Perm¨ªtanme que les hable del que sin duda alguna es el cuadro m¨¢s ins¨®lito de cuantos se exhiben ahora mismo en Barcelona. No se trata de que el cuadro sea bello. Algunos lo consideran incluso horroroso pero interesant¨ªsimo a la vez; otros lo encuentran brutal, rar¨ªsimo, desde luego fascinante, profundamente perturbador y de una asombrosa osad¨ªa. Lo que est¨¢ claro es que la obra se las trae y a nadie deja indiferente. Y que quienes lo hemos contemplado nos precipitamos a proclamar su existencia, poniendo as¨ª en marcha lo que com¨²nmente se llama el fen¨®meno de boca a oreja. A m¨ª me arrastr¨® a verlo mi amiga Flavia Company, quien a su vez sab¨ªa de ¨¦l por Cristina Fern¨¢ndez Cubas, quien hab¨ªa ido a verlo con la pintora Rosa Agenjo. Yo misma, al llegar a casa, sumida a¨²n en el poderoso influjo del cuadro, cog¨ª la agenda y llam¨¦ compulsivamente a varias amigas, entre ellas a una traductora, que me ayud¨® a recabar datos, y a una amiga historiadora, que casualmente ya hab¨ªa visto el cuadro y tambi¨¦n estaba impresionada. Otro amigo confes¨® haberse quedado alucinado cuando lo descubri¨® hace muchos a?os en Par¨ªs, en el Petit Palais, donde la tela tiene su residencia permanente. O sea, que el cuadro de marras va sembrando el mundo de subyugados.
'El sue?o' de Courbet ha recalado en Barcelona. Fue encargado por un erot¨®mano turco, que se daba la gran vida en Par¨ªs
No es mi intenci¨®n confundir a nadie: aunque su autor, Gustave Courbet, lo pint¨® en 1866, el cuadro es una guarrada como la copa de un pino, o sea que ser¨ªa mejor que el ala fundamentalista del p¨²blico del Liceo (los que siempre pitan y exclaman en los montajes de Calixto Bieito, para entendernos) y sensibilidades afines se abstuvieran de realizar esta sorprendente y excitante visita cultural.
Aunque ostenta el t¨ªtulo oficial de El sue?o, a lo largo de la historia le han puesto t¨ªtulos alternativos como La pereza, La lujuria o Las dos amigas. Con un realismo abrumador, muestra a dos mujeres desnudas en la cama, una de cabellera rubia y otra de larga melena pelirroja, ambas de carnes abundantes. Efectivamente, tal y como lo apunta el t¨ªtulo, las dos chicas duermen. Pero es obvio e inequ¨ªvoco que acaban de pegarse un revolc¨®n hist¨®rico y que a¨²n les tiemblan las piernas. Es obvio porque, para empezar, duermen en actitud de abismal voluptuosidad con las piernas amorosamente enlazadas. Es obvio, adem¨¢s, porque la mujer de los cabellos m¨¢s oscuros -el detalle llama poderosamente la atenci¨®n y resulta de lo m¨¢s chocante- tiene las mejillas intensamente arreboladas. Pero tambi¨¦n es obvio porque sobre la cama vemos, en primer plano, un collar de cuentas roto y, un poco m¨¢s lejos, dos cuentas m¨¢s del collar y una peineta, detalles ¨¦stos que resultan de lo m¨¢s elocuentes y expl¨ªcitos. Las dos bellas durmientes no s¨®lo se han pegado un revolc¨®n, sino que el fornicio ha sido lo bastante vehemente y apasionando como para que el collar de perlas se rompiera y los mo?os se desmocharan. Porque, cr¨¦anme, en estos casos lo primero que a una se le cae es el mo?o. Como lo dijo Cristina Fern¨¢ndez Cubas: la historia y la verdad del cuadro se hallan en el collar y la peineta, dos peque?os detalles que resultan tan perturbadores como reveladores.
?Y c¨®mo pudo el se?or Courbet, ilustre padre de la escuela realista francesa, pintar en aquella ¨¦poca, en el pacato siglo XIX que vio la irresistible ascensi¨®n de la pacata burgues¨ªa, este cuadro directamente pornogr¨¢fico y quedarse tan ancho? ?Qu¨¦ extra?a historia encierra este extra?o lienzo?, se preguntar¨¢n ustedes. Y yo, tras mucho navegar por Internet, estoy en condiciones de decirles que el cuadro fue encargado por un diplom¨¢tico y coleccionista turco llamado Khalil-Bey, que tras haber ejercido como embajador del imperio Otomano en Atenas y en San Petersburgo, se instal¨® en Par¨ªs y se dispuso -fascinante ocupaci¨®n- a gastarse una cuantiosa herencia. El tipo, que ten¨ªa fama de juerguista y de erot¨®mano, fue el primer comprador de El ba?o turco, de Ingres, para que se hagan una idea de con qui¨¦n nos las tenemos. No contento con ser el propietario del sensual lienzo de Ingres, Khalil-Bey le encarg¨® a Courbet El origen del mundo (una mujer de cuyo cuerpo desnudo s¨®lo se nos muestra la parte central, es decir, de los pechos a los muslos, y que est¨¢ abierta de piernas y con el sexo en primer¨ªsimo plano) y luego quiso redondear la colecci¨®n con la compra de una copia de Venus y Psych¨¦, un cuadro rechazado en el Sal¨®n de 1864 por indecencia. Pero Courbet se neg¨® a copiarse a s¨ª mismo y prefiri¨® pintar el cuadro objeto de nuestros asombros y que sin duda alguna podemos considerar la pornograf¨ªa de una ¨¦poca que si era la m¨¢s mojigata tambi¨¦n pod¨ªa ser, voto a br¨ªos, la m¨¢s disoluta y libertina.
Otro dato curioso y lleno de morbo: la modelo pelirroja utilizada por Courbet para El sue?o es tambi¨¦n la mujer desnuda de El origen del mundo. Se llamaba Johanna Hifferman y era amante de Whistler, disc¨ªpulo de Courbet que romper¨ªa violentamente con su maestro por una mezcla de discrepancias est¨¦ticas y de... ?celos galopantes!
En cualquier caso, el otro d¨ªa, mientras contemplaba subyugada el cuadro de las chicas de las perlas, que naci¨® para la fruici¨®n privada y secreta de un pudiente erot¨®mano turco y que ahora puede verse en la sala de exposiciones de La Fundaci¨® Caixa Catalunya en La Pedrera hasta el 11 de mayo, me dije que la simple presencia all¨ª de este cuadro, del que nadie duda que sea una obra de arte, constitu¨ªa una buena respuesta a la pregunta, mil veces formulada, de cu¨¢les son los l¨ªmites entre arte y pornograf¨ªa. El tiempo, amigos, el tiempo es la respuesta. El tiempo mueve fronteras y desplaza l¨ªmites. Lo que hoy es considerado obsceno e indecente cuelga 140 a?os despu¨¦s en respetabil¨ªsimas salas de arte.
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