Guerra y t¨¦cnica
R¨ªos de tinta se han vertido sobre la causa o causas de esta guerra. El petr¨®leo acude en primer lugar a todas las mentes, de ah¨ª se pasa a la reorganizaci¨®n estrat¨¦gica de la zona y al nuevo orden mundial.
En la danza de las causas intervienen actores menos citados. Uno es el choque entre civilizaciones, con la religi¨®n como m¨¦dula espinal. Al parecer, el para¨ªso musulm¨¢n ofende profundamente a los cristianos porque los para¨ªsos del m¨¢s all¨¢ empiezan en el m¨¢s aqu¨ª. El m¨¢s all¨¢ de cada quisque con su pan se lo coma, pero el aqu¨ª de unos terminar¨¢ devorando el aqu¨ª de los otros si estos otros no barren sin dejar mota ahora que todav¨ªa pueden.
Hemos visto citada una ¨²ltima causa relevante. La civilizaci¨®n occidental ha producido dos grandes corrientes, la anglosajona y la otra, que algunos llaman "renana". Como la oposici¨®n no es tajante, sino suavemente her¨¦tica, no podemos personalizarla: Shakespeare versus Moli¨¨re, Adam Smith versus Marx. Tal juego de contrastes ser¨ªa un disparate. El bando anglosaj¨®n, m¨¢s fuerte, quiere ser hegem¨®nico en el mundo y para ello necesita el concurso del resto de la bandada, concretamente, Europa. S¨®lo soldando la grieta la hegemon¨ªa mundial de la Western Civilization quedar¨¢ consolidada por los siglos de los siglos, con am¨¦n o sin am¨¦n. Esta teor¨ªa se atisba aqu¨ª y all¨¢, pero no ocupa el primer plano, no es objeto prioritario de an¨¢lisis.
An¨¢lisis que son todos fr¨¢giles y que nos retrotraen a las versiones m¨¢s simples del devenir de la historia. Recordemos la teor¨ªa del gran hombre, que ya fue esbozada en Grecia (como la teor¨ªa de la ¨¦lite) por los enemigos o adversarios o simplemente descontentos con la democracia. (Arist¨®fanes, el seudo Jenofonte, Plat¨®n, entre otros). Recordemos a Voltaire, seg¨²n el cual, el atrac¨®n que mat¨® a Enrique IV cambi¨® la historia. Cuando una situaci¨®n pide a gritos el cambio, el detonante puede saltar de cualquier parte, sin ser por ello m¨¢s que un detonante. La cerilla incendia el bosque si el bosque est¨¢ preparado para recibir tan d¨¦bil llama. Uno no se suicida porque ese d¨ªa no le salud¨® un amigo (el ejemplo es de Camus). Se suicida ante ese o cualquier otro est¨ªmulo menor porque la mente ya se lo exig¨ªa con urgencia.
La Technique ou l¨¦njeu du si¨¦cle se public¨® en Francia en 1954. No pas¨® inadvertido este libro de Jacques Elull, pero donde hizo furor a?os despu¨¦s, ya en la d¨¦cada de los sesenta, fue en los c¨ªrculos universitarios de Alemania y de Estados Unidos. En las bibliotecas de las universidades norteamericanas hab¨ªa siempre varios ejemplares de The Technological Society, t¨ªtulo de la versi¨®n inglesa de la obra. No es sorprendente, por otra parte, que la tecnolog¨ªa inquiete m¨¢s all¨ª donde est¨¢ m¨¢s implantada. Pero la tecnolog¨ªa y la ciencia son a su vez producto de una entidad anterior, la t¨¦cnica. Esta es el conjunto de pr¨¢cticas de las que el hombre siempre ha echado mano para obtener ciertos fines; pero por acumulaci¨®n, estos m¨¦todos se han convertido ya en un fin que nada tiene que ver con la persona humana. Tesis de la que hizo desde?osa rechifla, entre otros, Raymond Williams, entendi¨¦ndola como un alegato -uno m¨¢s- contra la m¨¢quina; lo cual no es cierto, pues ya de entrada toma el efecto por la causa.
Ellul no es un profeta de para¨ªsos concretos o de infiernos concretos. Aunque su obra, monumental y dif¨ªcil, admite muchas interpretaciones, parece adivinarse que se habla de una tendencia. En el prehom¨ªnido, hoy podemos vislumbrar al ser humano actual. Y si en el interregno nuestra especie ha ido sustituyendo a la naturaleza, ahora es la t¨¦cnica la que nos sustituye a nosotros. Es el nuevo milieu, "que tiene sus propias leyes espec¨ªficas y que no son las leyes de la materia org¨¢nica ni las de la inorg¨¢nica". No estando los seres humanos conscientes de esas leyes, cuando median para corregir su entorno t¨¦cnico, refuerzan ¨¦ste con t¨¦cnicas de nueva generaci¨®n.
Ninguna actividad humana escapa al imperativo de la t¨¦cnica, pues ninguna criatura puede eludir su milieu si no es para, inconscientemente, reforzarlo; esto ¨²ltimo ser¨ªa la ciencia de los medios, de la progresiva elaboraci¨®n de la t¨¦cnica. El agregado del mejor m¨¦todo para cada cosa es lo que, en definitiva, ha producido el nuevo entorno en el que nuestra especie est¨¢ atrapada. La guerra a la escala de la actual, no s¨®lo es resultado de "lo que puede ser hecho ser¨¢ hecho" (ley de Newmann), sino que lo hecho tendr¨¢ que ser puesto a prueba para asegurarse de que es el mejor de los m¨¦todos posibles y mejorarlo. De no ser por la interferencia humana, las criaturas del mar mejorar¨ªan su entorno, sin que en este caso sean pertinentes juicios de valor. Asimismo, la t¨¦cnica es una entidad abstracta, no pensante, pero a la que los humanos le hemos transferido tal impulso que a beneficio de esa cosa hemos vaciado el alma. As¨ª, la t¨¦cnica carece de pensamiento, pero posee unas leyes intr¨ªnsecas que la hacen aut¨®noma. Nosotros pensamos, pero somos incapaces de hacerlo con independencia de esas leyes, estando tan conscientes de las mismas como el pez del agua.
?Cabr¨ªa decir entonces que la guerra la hacen quienes m¨¢s inmersos est¨¢n en el universo t¨¦cnico, pues son ellos los que, obviamente, han perdido m¨¢s de vista el trasvase de los medios a los fines? Lo importante es reconocer que el nuevo milieu no est¨¢ tan consolidado que todos lo respiremos por todos los poros. M¨¢s que en una nueva naturaleza el ser humano se mueve en c¨ªrculos conc¨¦ntricos desde un centro a la m¨¢s lejana periferia. Cuanto m¨¢s perif¨¦ricos menos condicionados y por lo tanto m¨¢s libres para rescatarnos a nosotros mismos y la misma t¨¦cnica. Salir de una esclavitud para caer en otra es la mayor amenaza que siempre ha gravitado sobre la especie. Ante la m¨¢s terrible, la guerra, la libertad empieza por desentra?ar el ethos de la t¨¦cnica, pero cuidando de no decir con Hume que la certeza de que el sol saldr¨¢ ma?ana nos la da la costumbre; pues as¨ª es como un d¨ªa el sol no saldr¨¢ para nadie. No evitaremos ir con la t¨¦cnica al infierno al grito de al infierno con la t¨¦cnica. Aunque la guerra actual induce al pesimismo.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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