Arte, s¨ªmbolo y emoci¨®n
Tema de hond¨ªsimo calado existencial y simb¨®lico, se entiende la insistencia con que los mejores pintores occidentales han frecuentado La Piedad, que, en rigor, es la representaci¨®n pat¨¦tica del Cristo muerto en brazos de su madre, Mar¨ªa. Este asunto todav¨ªa se prodig¨® m¨¢s en los "matriarcales" pa¨ªses del Mediterr¨¢neo y, en especial, al socaire de la religiosidad populista impulsada por la Contrarreforma, cuyo efecto sobre la pintura naturalista del barroco nunca ser¨¢ suficientemente ponderado. Como quiera que, adem¨¢s de su emergencia en algunos enclaves lombardos y su espectacular traslado a Roma por Caravaggio, el caldo de cultivo de este naturalismo fueron el reino de N¨¢poles, entonces posesi¨®n espa?ola, y la propia Espa?a, se comprende el sentido de la exposici¨®n que da pie a este comentario, la titulada Ribera. La Piedad, que se exhibe en el Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, formando parte de la interesante serie Contextos de la Colecci¨®n Permanente, que, como es sabido, se organiza a partir de alg¨²n cuadro "emblem¨¢tico" de dicha instituci¨®n, en este caso, la hermos¨ªsima La Piedad (el Entierro de Cristo), que pint¨® en 1633 Jusepe Ribera (1591-1652), acompa?ada por obras del propio autor y otros contempor¨¢neos.
RIBERA. 'LA PIEDAD'
Museo Thyssen-Bornemisza
Paseo del Prado, 8. Madrid
Hasta el 11 de mayo
El comisario de la muestra, Gabriele Finaldi, hasta hace poco conservador de pintura italiana y espa?ola de la National Gallery de Londres y ahora mismo principal responsable cient¨ªfico del Museo del Prado, nos ha brindado un planteamiento de una ambici¨®n a la altura del tema. Gran conocedor de la obra de Ribera y, en general, de la pintura naturalista barroca, Finaldi ha optado por aproximarnos simult¨¢neamente a los aspectos ic¨®nicos, hist¨®ricos y formales de esta gran obra del llamado El Espa?oleto, porque pas¨® tres cuartas partes de su vida en Italia, en cuyo reino de N¨¢poles vivi¨® los ¨²ltimos 36 a?os de su existencia, lo que no aminor¨® su profunda huella en la pintura espa?ola del XVII, ya que, por las razones expuestas, los contactos entre ambos lugares fueron constantes, todo lo cual se refrend¨®, cuando, en los albores de nuestra ¨¦poca, se produjo el internacional descubrimiento entusiasta de la naturalista Escuela Espa?ola, a cuyo frente los cr¨ªticos rom¨¢nticos no dudaron en colocar a Ribera.
Admirado desde entonces, la obra de Ribera sigue siendo hoy objeto de revisiones formales, filol¨®gicas y cr¨ªticas. En este sentido, Finaldi ha seleccionado varios modelos de piedades de Ribera, respectivamente caracter¨ªsticos de sus versiones a comienzos de la d¨¦cada de 1620 y de la siguiente, pero tambi¨¦n nos proporciona ejemplos ¨²tiles para entender sus ra¨ªces y desarrollos iconogr¨¢ficos, sin olvidarse tampoco de centrar nuestra atenci¨®n sobre el peculiar y muy intenso impacto emocional con que el maestro valenciano interpret¨® pict¨®ricamente semejante asunto, ni lo que hizo al respecto su taller.
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