Poco nuevo sobre el Rey
Resulta por completo innecesario presentar a Paul Preston, cuya obra sobre el siglo XX es sobradamente conocida y ha obtenido un reconocido ¨¦xito internacional. Su trayectoria como historiador le ha conducido desde el tratamiento de los temas de car¨¢cter general, en especial los relativos a la crisis de los a?os treinta, hasta la biograf¨ªa, individual o colectiva, a la que ha dedicado sus cuatro ¨²ltimos libros, entre ellos el de Franco.
Hubo un momento en que la historia espa?ola escrita por anglosajones tuvo un efecto muy positivo sobre nuestros historiadores del siglo XX pues la convirti¨® a los patrones del liberalismo. A partir de un determinado momento, sin embargo, el alejamiento de las fuentes de unos y la abundancia o variedad de publicaciones espa?olas ha determinado que esa influencia resulte menor. Siempre se agradecer¨¢, no obstante, esa especial sabidur¨ªa para el g¨¦nero que tienen los brit¨¢nicos al narrar una experiencia vital.
JUAN CARLOS. EL REY DE UN PUEBLO
Paul Preston
Traducci¨®n de Eva Rodr¨ªguez Halffter y Gabriel V¨¢zquez
Plaza & Jan¨¦s Barcelona, 2003
755 p¨¢ginas. 25 euros
La biograf¨ªa de don Juan Carlos escrita por Preston es propia de un profesional con experiencia. Ha utililizado toda la bibliograf¨ªa aparecida en castellano, algunos peri¨®dicos e incluso alguna fuente de archivo brit¨¢nica. En sus primeros cap¨ªtulos ofrece un atinado resumen de la vida del personaje, a veces con citas oportunas.
Lo que cabe preguntarse, en primer lugar, es si esta biograf¨ªa aporta una nueva informaci¨®n. La respuesta es negativa y ello cab¨ªa esperarlo como resultado de las fuentes utilizadas. Los historiadores que nos dedicamos al tiempo muy reciente tenemos el evidente peligro de repetirnos en vez de profundizar a trav¨¦s de los archivos y los testimonios orales. Creo que ser¨ªa bueno que todos nos exigi¨¦ramos m¨¢s. Preston ordena bien nuestros conocimientos de la causa mon¨¢rquica y de la vida del Rey hasta 1975, pero no a?ade nada realmente nuevo a lo ya conocido, aunque constituya una respetable labor de s¨ªntesis. Tampoco es propiamente una biograf¨ªa porque, en realidad, se refiere m¨¢s al conjunto de la historia pol¨ªtica espa?ola que a don Juan Carlos. Cabr¨ªa esperar de ella, cuando menos, alg¨²n intento de utilizaci¨®n de archivos pero nada de esto ha sido intentado.
Desde la etapa final del fi-
nal del franquismo a Preston cabe achacarle, como por otro lado no podr¨ªa menos de suceder, guiarse por una informaci¨®n por lo menos discutible y sometible al exigente criterio de un historiador. Algo as¨ª le suced¨ªa en la biograf¨ªa de Franco, de la que cabe decir que ha envejecido mal. En parte se trata, otra vez, de las fuentes. Los libros period¨ªsticos, su punto de partida esencial, son, en ocasiones, excelentes: recu¨¦rdese los que publicaron desde esos a?os Oneto o Prego, por citar tan s¨®lo dos casos. Pero pueden resultar tambi¨¦n sesgados, poco documentados o proporcionar noticias simplemente incre¨ªbles. Por citar un ejemplo hay que discernir de forma cuidadosa lo que de verdad puede haber en un libro de evocaci¨®n, escrito a?os despu¨¦s, por un periodista hijo de un ministro de Franco.
Esta informaci¨®n y un criterio menos exigente de lo deseable hace que, en ocasiones, el libro de Preston quede afeado por errores o interpretaciones muy discutibles. Tomemos, por ejemplo, el cap¨ªtulo VII (1974- 1976). El ascenso de Su¨¢rez se explica por su vinculaci¨®n con Herrero Tejedor y no con el pr¨ªncipe; Franco no le deb¨ªa considerar "un traidor ambicioso" cuando le hizo vicesecretario general del Movimiento. Parece confundirse a dos miembros de la familia D¨ªez Alegr¨ªa y a Nicol¨¢s Franco con el marqu¨¦s de Mond¨¦jar. Resulta desmesurada la influencia pol¨ªtica atribuida al marqu¨¦s de Villaverde y no es cre¨ªble que don Juan Carlos utilizara al ministro de relaciones sindicales para ponerse en contacto con los sindicatos clandestinos. A menudo a un simple observador del escenario pol¨ªtico espa?ol de aquellos a?os le sorprender¨¢n los juicios de Preston como, por ejemplo, que Ossorio abandon¨® el poder por repudio a las minucias pol¨ªticas o que el Rey consult¨® a la UMD con ocasi¨®n de recibir la segunda propuesta de asumir la jefatura interina del Estado.
En cuanto a la interpretaci¨®n del bi¨®grafo acerca de la trayectoria pol¨ªtica de don Juan Carlos es claramente laudatoria (y eso est¨¢ bien porque sin duda el biografiado lo merece). Le describe como inteligente, decidido y movido por un profundo patriotismo. Quiz¨¢ se podr¨ªan emplear otros t¨¦rminos: siempre ha sido muy consciente de un sentido de visi¨®n derivado de su condici¨®n de heredero de la l¨ªnea din¨¢stica y, con el claro objetivo de conseguir la reconciliaci¨®n entre los espa?oles, se ha comportado con habilidad y olfato pol¨ªticos. Pero los t¨¦rminos a emplear pueden diferir tanto como los historiadores que aborden al personaje. Aun as¨ª, creo que Preston da demasiado relieve a la ruptura de don Juan Carlos con su padre cuando hubo una esencial continuidad y un permanente acuerdo de fondo; no creo tampoco que la interpretaci¨®n de la relaci¨®n con Franco resulte completamente acertada. Y en los a?os finales, se pierde en el confuso mundo de las informaciones period¨ªsticas improbables surgidas en torno a los esc¨¢ndalos de la decadencia del PSOE.
Para un lector extrajero, este libro resultar¨¢ m¨¢s interesante que para uno espa?ol. Puede serlo tambi¨¦n para quien no est¨¦ muy al d¨ªa acerca de la historia inmediata, pero no para el que haya frecuentado lecturas anteriores acerca del periodo.
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