Peter Sloterdijk: ¡°Estados Unidos apunta hacia una autoabolici¨®n de la democracia¡±
Conversaci¨®n con un estudiante alem¨¢n de publicidad y mercadotecnia, de 23 a?os. "Voy a entrevistar a un fil¨®sofo". "?A cu¨¢l?". "A Peter Sloterdijk". "No a un fil¨®sofo, entonces. Sino a El fil¨®sofo". La an¨¦cdota, que arranca una sonrisa del pensador, es elocuente: el autor de la Cr¨ªtica de la raz¨®n c¨ªnica, que estos d¨ªas se reedita en Espa?a a la vez que se publica el primer tomo de la trilog¨ªa Esferas (ambos en Siruela), ha alcanzado el estatus de estrella medi¨¢tica, al menos en Alemania. Tiene su propio programa de televisi¨®n (El cuarteto filos¨®fico) y es rector de una universidad especializada en nuevos medios y dise?o (la Hochschule f¨¹r Gestaltung, en Karlsruhe).
Todo ello contrasta con su marginaci¨®n en el ambiente de la filosof¨ªa acad¨¦mica, donde muy pocos lo consideran digno de ser citado. En 1999 sostuvo un agudo enfrentamiento con J¨¹rgen Habermas y muchos otros intelectuales a ra¨ªz de un discurso en el que Sloterdijk postul¨® la inevitabilidad de la mejora gen¨¦tica del ser humano (Normas para el parque humano). Sus detractores lo tachan de poco m¨¢s que de charlat¨¢n. Pero ¨¦l se defiende en esta entrevista realizada en su casa en Karlsruhe, una ciudad al suroeste de Alemania, donde naci¨® hace 55 a?os.
PREGUNTA. ?Qu¨¦ es lo que lo separa del mundo acad¨¦mico?
RESPUESTA. Desde el siglo XIX (pi¨¦nsese en Kierkegaard, Schopenhauer o Nietzsche) el mundo de los fil¨®sofos se escinde entre aquellos que, como yo, buscan una alianza con los medios de comunicaci¨®n de su tiempo (en aquella ¨¦poca, la literatura; hoy, la prensa, la radio y la televisi¨®n) y aquellos que no lo hacen y m¨¢s bien conf¨ªan en la cl¨¢sica vinculaci¨®n entre universidad e imprenta de libros como su ¨²nico biotopo cognitivo.
P. ?No ser¨¢ que su m¨¦todo es tambi¨¦n mucho m¨¢s asociativo?
R. No, no es eso. Soy un fenomen¨®logo y un narrador. Los fil¨®sofos acad¨¦micos a veces me acusan de que mis textos no est¨¢n argumentados. Pero no es verdad. En mis textos se argumenta, pero de una manera distinta. Por lo dem¨¢s, los autores acad¨¦micos deber¨ªan alegrarse de que su disciplina se est¨¦ revitalizando con una terapia de c¨¦lulas literarias frescas. El resentimiento nunca es un buen consejero.
"Creo que en el siglo XXI se escenificar¨¢ algo as¨ª como la ¨²ltima lucha moral universalista"
P. Con frecuencia, usted modifica la acepci¨®n com¨²n e incluso acad¨¦mica de los t¨¦rminos y crea palabras nuevas.
R. Todo el arte se basa en estos efectos. Uno trabaja con lo que hay -el pintor, con colores y formas; el escritor, con conceptos y palabras- y el trabajo radica en inscribir nuevas distinciones en este material. No utilizo un lenguaje al uso. La mayor parte de la prosa acad¨¦mica se basa en componentes prefabricados, en estanter¨ªas discursivas de Ikea que uno mismo ensambla. Yo he hecho el intento de volver a desarrollar una sintaxis m¨¢s compleja, con un estilo m¨¢s verbal que aquel nominal que predomina en la ciencia.
P. Esferas, en la que usted indaga sobre los espacios circulares habitados por el ser humano, es una obra muy herm¨¦tica.
R. Soy un inmun¨®logo te¨®rico. ?sta es la filosof¨ªa contempor¨¢nea. Estamos pensando en c¨®mo el ser humano dise?a la arquitectura de la seguridad de su existencia. ?C¨®mo habita? ?C¨®mo previene futuras casualidades y cat¨¢strofes? ?C¨®mo se defiende? ?C¨®mo se integra en sus culturas, entendidas como comunidades de lucha? Es un cambio de paradigmas: de la filosof¨ªa a una inmunolog¨ªa general.
P. ?Se considera un polemista?
R. No soy un polemista, y creo que la mayor¨ªa de las pol¨¦micas son mediocres. Los alemanes polemizan casi siempre con armas sin filo, con el mazo, y no con el florete. Yo dir¨ªa que en el campo del debate intelectual no hay malentendidos, sino s¨®lo estrat¨¦gicas lecturas err¨®neas y sistem¨¢ticas malinterpretaciones. Muchos no indagan en el significado de los textos sino en su potencial de esc¨¢ndalo. Piense en todos aquellos que en los ¨²ltimos 24 meses han sido acusados de antiamericanismo en Occidente. Es un clich¨¦ pol¨¦mico con el que trabaja una serie de autores en los medios de comunicaci¨®n. Se dedican a examinar las expresiones de los dem¨¢s en busca de huellas de antiamericanismo y se preguntan: ?podemos golpear ya, o todav¨ªa no? Esto tiene un formidable efecto homogeneizador.
"La mayor parte de la prosa acad¨¦mica se basa en componentes prefabricados, en estanter¨ªas discursivas de Ikea que uno mismo ensambla"
La conversaci¨®n, entonces, comienza a derivar hacia lo que tiene a Sloterdijk m¨¢s ocupado en estos momentos: la discusi¨®n transatl¨¢ntica y la guerra en Irak. Y no tiene pelos en la lengua a la hora de hablar de lo que est¨¢ sucediendo en Estados Unidos.
"Es dif¨ªcil creer que en un pa¨ªs que se describe a s¨ª mismo como el origen de la democracia se pueda llegar a semejante extremo de uniformizaci¨®n voluntaria de la prensa", arremete. "El verdadero nombre de este mecanismo es epidemia sem¨¢ntica. Es una forma de guerra biol¨®gica contra la propia poblaci¨®n. Estas epidemias existen tambi¨¦n en otros pa¨ªses: una democracia sana, de hecho, es una sociedad que padece varias epidemias tem¨¢ticas a la vez, la multimorbilidad. Lo temible y fascistoide es el monotematismo. Desde este punto de vista, hay que vigilar atentamente a Estados Unidos. De los norteamericanos cabe esperar una reincidencia en la democracia, pero en este momento est¨¢n en una peligros¨ªsima crisis monotem¨¢tica que apunta hacia la autoabolici¨®n de la democracia".
P. ?Est¨¢ diciendo que hay riesgo de fascismo medi¨¢tico en Estados Unidos?
R. No es un riesgo. Ya est¨¢ ah¨ª. Desde el punto de vista de la teor¨ªa medi¨¢tica, el fascismo es el monotematismo en el poder. Si una opini¨®n p¨²blica se estructura de tal forma que la uniformizaci¨®n aumenta demasiado, tenemos un s¨ªntoma prefascista. Claro que es necesario matizar que esta unidireccionalidad es un efecto medi¨¢tico y no presupone una central de mando. No necesariamente tiene que ser un fascismo al estilo del F¨¹hrer. Es el fascismo de la homogeneizaci¨®n.
P. ?Pero no cree que incluso en Estados Unidos la uniformidad de la ¨¦lite pol¨ªtica y medi¨¢tica es mucho menor de lo que parece?
"Tenemos dos cat¨¢strofes clim¨¢ticas que planean sobre la Tierra: la de la atm¨®sfera planetaria y la de la atm¨®sfera moral"
R. S¨ª, pero tampoco los fascismos hist¨®ricos fueron tan homog¨¦neos. El que dentro de un movimiento autoritario haya diversidad de opiniones y cierta variedad estrat¨¦gica no quita el car¨¢cter autoritario del movimiento.
P. En Europa la situaci¨®n es distinta.
R. Europa en este asunto se ha forjado una sorprendente independencia. En lo que se ha llamado la pol¨ªtica interna mundial, la oposici¨®n hoy d¨ªa tiene lugar en el conflicto transatl¨¢ntico. Tenemos muy poca democracia interna en Estados Unidos, pero tenemos una democracia transatl¨¢ntica, porque una parte importante de los europeos, incluida la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n espa?ola, se ha unido en la coalici¨®n del no. No cuentan con el poder, pero, a diferencia de los norteamericanos (muchos de los cuales tambi¨¦n pertenecen a esta alianza, pero ya no pueden expresarlo), poseen medios de comunicaci¨®n para decir lo que piensan. Probablemente ¨¦ste sea un hist¨®rico punto de inflexi¨®n. Es posible que esta divisi¨®n entre Estados Unidos y Europa sea el n¨²cleo cristalizador de una Declaraci¨®n de Independencia Europea y que, a largo plazo, todo ser¨¢ mucho m¨¢s inc¨®modo para Estados Unidos.
P. ?Un Estados Unidos hobbesiano frente a una Europa kantiana, por tanto?
R. Es posible tambi¨¦n utilizar dos met¨¢foras bot¨¢nicas. El hobbesianismo con frecuencia se relaciona con la idea de poner orden en la jungla, mientras que el modo kantiano de la pol¨ªtica podr¨ªa describirse con la met¨¢fora de un invernadero, en el que ya se ha construido una cubierta de cristal en torno a la naturaleza y se ha determinado un clima com¨²n para las comunidades de las plantas: el del espacio normativo, el de los buenos modales. Los norteamericanos incurren con frecuencia en la ilusi¨®n de que pueden hacer pol¨ªtica por fuera del invernadero y marcharse directamente a la jungla para labrar las materias primas no reguladas de la violencia y del desorden. Claro que yo tiendo a la opini¨®n de que, en ¨²ltima instancia, no existe tal contradicci¨®n entre el hobbesianismo y el kantianismo. Es decir: s¨®lo existe un ¨²nico invernadero com¨²n, en el que los unos afirman que hay que comportarse como en la jungla y los dem¨¢s abogan por el papel de jardinero que est¨¢ dispuesto a asumir la responsabilidad de todo lo que sucede en el espacio com¨²n.
P. Tambi¨¦n est¨¢ el islam. ?Qu¨¦ opina del choque de civilizaciones postulado por Samuel Huntington?
R. Creo que es una ficci¨®n, por la sencilla raz¨®n de que las tecnolog¨ªas b¨¢sicas en las que se erigen las formas de afrontar la vida son las mismas en ambas culturas. Estoy convencido de que civilizaci¨®n y t¨¦cnica son t¨¦rminos casi sin¨®nimos. El gran conflicto, m¨¢s bien, radica en que Occidente no cuenta con ofertas morales y pol¨ªticas razonables para Oriente Pr¨®ximo, ?frica y gran parte de Asia. La exportaci¨®n del Estado naci¨®n ha resultado una quimera. En muchas culturas no europeas, la gente tiene que buscar nuevas fuentes de sentido y nuevas fuentes de orden social, y la ret¨®rica occidental de derechos humanos y Estados nacionales se queda corta a la hora de bregar con sus problemas diarios. Este vac¨ªo es una de las razones por las cuales el islam o las religiones dom¨¦sticas, como el hinduismo y el animismo, logran una afluencia cada vez mayor. Son energ¨ªas comunitarias que interpretan mentalmente necesidades vitales inmediatas. La vida siempre se nutre de dos fuentes: de la t¨¦cnica de la vida y de la inspiraci¨®n moral. En este ¨²ltimo nivel, el islam es irremplazable para muchas personas. Se podr¨ªa sustituir con un cristianismo que est¨¦ a la altura de su cometido moral, pero los cristianos son muy c¨®modos, igual de c¨®modos que los soldados norteamericanos en la guerra. No quieren ser m¨¢rtires, como tampoco quieren caer en combate los soldados. Occidente carece adem¨¢s de un sentido del martirio: el cristianismo moderno es una religi¨®n posher¨®ica mientras que el islam a¨²n es heroico.
P. ?La cuesti¨®n de fondo no es la desigualdad social?
R. S¨ª. Creo que en nuestro planeta las grandes l¨ªneas de ruptura son las l¨ªneas de las necesidades vitales. Tendr¨ªamos que pintar mapas que ilustren el grado de consentimiento alrededor del mundo. Exceptuando su Sur, creo que Occidente es un ¨²nico invernadero del consentimiento. En ¨¦l se cr¨ªan seres humanos posher¨®icos. Es una forma de vida que se topa con culturas en las que prevalece una vida mucho m¨¢s dura, culturas de la escasez en las que el ¨¢nimo existencial es completamente distinto. Mientras que no se intente al menos un intercambio clim¨¢tico, en las culturas de un clima vital duro se est¨¢n procreando masivamente mentalidades que disfrutan de los atentados en contra del invernadero de los consentidos. Tenemos dos cat¨¢strofes clim¨¢ticas que planean sobre la Tierra: la de la atm¨®sfera planetaria y la de la atm¨®sfera moral. Si no se encuentra alguna nueva t¨¦cnica para paliar la desigualdad entre ricos y pobres -una especie de efecto de monz¨®n moral, que se calienta en un extremo, mientras que en el otro se precipita el bienestar-, el siglo XXI con seguridad ser¨¢ peor que el siglo XX.
Sloterdijk ya es imparable en su argumentaci¨®n. No hay interrupci¨®n que valga.
"Creo que en el siglo XXI se escenificar¨¢ algo as¨ª como la ¨²ltima lucha de la moral universalista", sentencia. "La pregunta es si lograremos o no establecer al menos un principio de invernadero mundial del bienestar o, por el contrario, nos tendremos que acostumbrar, de una manera m¨¢s aguda, a que la desigualdad tenga la ¨²ltima palabra y a que los ricos, tambi¨¦n gracias a los avances de la medicina y la gen¨¦tica, sean los felices propietarios del potencial antropol¨®gico, con el resto de la humanidad excluido. Esta disputa tendr¨¢ lugar en el interior de Occidente, porque es el escenario de la ambici¨®n universalista. Veremos si la pugna entre Estados Unidos y Europa evoluciona en esta direcci¨®n. Es posible que el universalismo regrese a Europa y sea defendido desde aqu¨ª, y es tambi¨¦n posible que los norteamericanos impulsen ofensivamente una pol¨ªtica de la selecci¨®n y se decanten por una postura antiigualitaria y plutocr¨¢tica. No tiene importancia si esto se llamar¨¢ fascismo o no. Todos estos t¨¦rminos hist¨®ricos terminan perdiendo su significado. Lo que es probable es una plutocracia antiigualitaria de selecci¨®n en el sentido de que los ricos son los verdaderos seres humanos".
El pensador se r¨ªe con sarcasmo al evocar una f¨®rmula socialdem¨®crata: "Bienestar para todos". Y tambi¨¦n se r¨ªe, ya sin iron¨ªa, al concluir con lo que podr¨ªa ser una contribuci¨®n espa?ola a este "formidable reto":
"Hay una bella expresi¨®n de un historiador austriaco, Alexander Randa, que ha hablado de una Commonwealth cat¨®lica. Ser¨ªa la aportaci¨®n del hispanismo a una cultura mundial definida de manera europea. Su rasgo caracter¨ªstico no ser¨ªa la plutocracia, sino la idea de que en el gran teatro de Dios todos los papeles tienen que desempe?arse razonablemente, y que, si bien hay ricos y pobres, todos est¨¢n integrados en una gran partitura divina. En esto habr¨ªa un gran potencial pacificador. Todo lo que contribuye a que el ser humano de alguna manera tolere e interprete positivamente la desigualdad ayuda a la pacificaci¨®n. Lo provocador e intolerable es todo aquello relacionado con una arrogante noci¨®n de selecci¨®n".
BIBLIOGRAF?A
Temblores de aire: en las fuentes del terror. Pre-Textos, 2003.
Cr¨ªtica de la raz¨®n c¨ªnica. Taurus, 1989 / Siruela, 2003.
El ¨¢rbol m¨¢gico. Seix Barral, 2002.
El desprecio de las masas: ensayo sobre las
luchas culturales de la sociedad moderna. Pre-Textos, 2002.
Eurotao¨ªsmo: aportaci¨®n a la cr¨ªtica de la cin¨¦tica pol¨ªtica. Seix Barral, 2001.
Normas para el Parque humano. Siruela, 2001.
El pensador en escena: el materialismo de Nietzsche. Pre-Textos, 2000.
Extra?amientos del mundo. Pre-Textos, 1998.
En el mismo barco. Siruela, 1994.
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