Sin miedo a la libertad
La libertad es uno de los valores b¨¢sicos de nuestra convivencia democr¨¢tica. Veinticinco a?os despu¨¦s de haber recuperado la democracia y nuestras instituciones de autogobierno, Catalu?a disfruta de los niveles de bienestar, de progreso y de libertad m¨¢s altos de nuestra historia. Los catalanes no siempre hemos disfrutado de un r¨¦gimen democr¨¢tico de libertad. Han sido muchos los catalanes que han muerto por defender sus ideas, que han sufrido torturas y que han sido encarcelados por oponerse a la tiran¨ªa del terror, de la coacci¨®n, del miedo. En la Catalu?a de hoy todo el mundo tiene el derecho a expresarse libremente y a defender sus ideas sin que nadie sea coaccionado ni amenazado. Somos un pa¨ªs pac¨ªfico que ha hecho de la convivencia uno de los elementos fundamentales de nuestra identidad como pueblo.
Los actos vand¨¢licos contra sedes del PP ponen en peligro una convivencia que ha costado construir
Si no queremos perder la libertad, es necesario que todos juntos trabajemos por mantener su significado: la tolerancia, el respeto a la diferencia, la capacidad de los ciudadanos libres de opinar libremente. Cuando los pol¨ªticos abandonan la cr¨ªtica para abrazarse al insulto y cuando los diputados dejan sus esca?os y cambian el Parlamento por una pancarta, reconocen que no se sienten satisfechos, que la v¨ªa parlamentaria se ha agotado y que es necesario dar un paso m¨¢s.
Ahora es la guerra en Irak, pero tambi¨¦n ha sido el hundimiento del Prestige, el Plan Hidrol¨®gico Nacional, la llamada y nunca demostrada involuci¨®n auton¨®mica, la supuesta agresi¨®n al catal¨¢n por el simple hecho de oponerse a una determinada pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica, el expolio fiscal, la Ley de Extranjer¨ªa, el acuerdo por las libertades y contra del terrorismo o la Ley de Partidos. Cualquier excusa ha sido v¨¢lida para satanizar al PPC. Incluso Pasqual Maragall ha llegado a decir que quien pactaba con el PPC era un mal catal¨¢n. Durante las ¨²ltimas semanas se ha dicho que para parar la guerra de Irak se deb¨ªa parar al PP. Este ha sido el discurso de muchos dirigentes pol¨ªticos de este pa¨ªs.
Cuando diputados repiten, desde la tribuna del Parlament de Catalunya y sin ning¨²n tipo de verg¨¹enza, que el PPC es un partido franquista; cuando Maragall se atreve a comparar a Aznar con el lugarteniente de Hitler y se dice, adem¨¢s, que el PP es el responsable de la muerte de mujeres y ni?os en Irak, ?c¨®mo puede alguien extra?arse de que algunos ciudadanos salgan a la calle para parar al PP de cualquier manera?
Incluso el presidente de la Generalitat ha denunciado que en Catalu?a se est¨¢n haciendo planteamientos de una gran radicalidad y que algunas fuerzas pol¨ªticas utilizan el conflicto en Irak con finalidades partidistas. Jordi Pujol ha reconocido ahora la cobard¨ªa de la clase pol¨ªtica catalana para condenar las agresiones contra los dirigentes del PPC. En 1999, un grupo de estudiantes independentistas agredi¨® al escritor Jon Juaristi y a un dirigente del PPC en la Universidad de Barcelona. La respuesta del presidente de la Generalitat consisti¨® en tildar de "tontos" a los agresores por hacer -seg¨²n ¨¦l- "un favor al PP".
Es muy sano en democracia manifestarse para lograr unos objetivos sociales, reivindicar cambios en la orientaci¨®n pol¨ªtica de los gobiernos o condenar la guerra. A todos y cada uno de los diputados y concejales del PPC les asiste el mismo derecho constitucional para pronunciar con normalidad democr¨¢tica una conferencia en la Universidad central o en la Pompeu Fabra, participar en un acto organizado por cualquier asociaci¨®n de vecinos o presentar, sin amenazas ni agresiones, la candidatura municipal de Reus.
Hace unos d¨ªas, Josep Antoni Duran Lleida dec¨ªa -con una actitud impropia de alguien que representa a una formaci¨®n pol¨ªtica democristiana- que era el PP el que fomentaba el odio aldenunciar que los ataques a sus sedes eran actos nazis. ?Cu¨¢l es la consideraci¨®n que le merece a CiU aquellos que impiden el normal ejercicio de la democracia por medio del insulto, la violencia y la coacci¨®n?
Desde el d¨ªa 10 de febrero, se han producido en Catalu?a m¨¢s de 76 actos vand¨¢licos contra las sedes y los dirigentes del PPC. En los ¨²ltimos siete a?os, s¨®lo en Catalu?a, se han lanzado 372 artefactos explosivos. No se trata de simples pintadas o del lanzamiento de piedras, situaciones ¨¦stas que tambi¨¦n generan miedo y coartan la libertad de las personas que las reciben. No podemos bromear ni decir, como ha dicho Jordi Pujol, que produce reparo condenar estas acciones. No podemos continuar mirando hacia otro lado como si nada de esto sucediera en Catalu?a. No lo podemos hacer y no queremos hacerlo, porque hay muchos catalanes que han sufrido directamente esta violencia en su piel.
Ha llegado la hora de que el Gobierno de la Generalitat, pero tambi¨¦n los partidos que consideran que es una provocaci¨®n que profesores universitarios vascos o dirigentes pol¨ªticos asistan a jornadas, debates y mesas redondas en las universidades catalanas, reflexionen sobre lo que est¨¢ pasando en este pa¨ªs. Catalu?a no es el Pa¨ªs Vasco, pero deber¨ªa ser motivo de reflexi¨®n profunda por parte del Gobierno y de los partidos pol¨ªticos catalanes -tambi¨¦n de aquellos que, como el PSC, se aprovechan pol¨ªticamente de estas agresiones para cargar contra la polic¨ªa y la Delegaci¨®n de Gobierno- que en la Catalu?a de hoy, en el contexto de una sociedad plural, tolerante y abierta, puedan existir peque?os grupos fascistas que, bajo una pretendida reconstrucci¨®n nacional o un falso pacifismo, puedan atentar y limitar la normalidad y la convivencia democr¨¢tica que tanto ha costado alcanzar.
Daniel Sirera es portavoz adjunto del PPC en el Parlament de Catalunya.
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