Buenas maneras
Estoy convencido de que el Parlamento andaluz, recientemente ampliado, debe de ser el patio de colegio m¨¢s caro del mundo. El juego m¨¢s apreciado es el de meter el dedo en el ojo del adversario, buscando siempre la diferencia y el enfrentamiento, incluso en asuntos que ser¨ªan muy f¨¢ciles de pactar. La semana pasada, por ejemplo, no se obtuvo unanimidad para apoyar la iniciativa de la Junta y de la Federaci¨®n de Municipios que hab¨ªan decidido proporcionar ayuda a las v¨ªctimas de la guerra en Irak. La realidad es que m¨¢s que prestar el apoyo del Parlamento, lo que se pretend¨ªa era dejar solo al PP, que, como era de prever, no acept¨® la innecesaria coletilla, impuesta por el PSOE, que calificaba a esa guerra de "ilegal e injusta". Por no ser menos, el PP ped¨ªa la adhesi¨®n incondicional a un documento condenando a Fidel Castro que no acept¨® ninguno de los otros grupos. Se lo deben de pasar muy bien con estos juegos. No resulta extra?o que la elaboraci¨®n de las leyes se eternice.
La sensatez y las buenas maneras pueden resultar aburridas, pero quiz¨¢ den m¨¢s r¨¦ditos pol¨ªticos: f¨ªjense, si no, lo bien que le van las encuestas a Zapatero. Aqu¨ª, las maneras chulescas de la pol¨ªtica no se dan s¨®lo en el Parlamento: el contagio ha llegado hasta las delegaciones de la Junta en algunas provincias. Las alusiones personales, los procesos de intenciones o las simples insidias cortan cualquier debate, pero no arrojan ninguna luz a los problemas y genera crispaci¨®n. Hace un a?o, un delegado en C¨¢diz trataba de desacreditar a una persona que hab¨ªa denunciado un caso de corrupci¨®n porque era "catal¨¢n". La semana pasada, el Colegio de M¨¦dicos de C¨®rdoba criticaba la "deficiente organizaci¨®n" del SAS y se quejaba de que era imposible, en s¨®lo cuatro o cinco minutos, revisar el historial de un paciente, explorarle, hacer un diagn¨®stico y prescribirle la medicaci¨®n o las pruebas pertinentes. La cr¨ªtica parec¨ªa razonable. Pues bien, el delegado del SAS en C¨®rdoba se refiri¨® a unas encuestas que mostraban la un¨¢nime satisfacci¨®n de los pacientes -cosa que nadie discut¨ªa: no eran los pacientes los que se quejaban, sino los m¨¦dicos- y, de paso, le daba una colleja al presidente del Colegio, ech¨¢ndole en cara, no s¨¦ por qu¨¦, su pasado como sindicalista.
La misma actitud tiene el ufano director general de la RTVA, para quien todas las cr¨ªticas que recibe quedan invalidadas por provenir del PP o de los "que escriben al impulso de sus leg¨ªtimas aspiraciones no satisfechas". En un art¨ªculo publicado el s¨¢bado pasado en estas p¨¢ginas, Rafael Camacho no explicaba por qu¨¦ no le cuadran las cuentas y necesita nuevas aportaciones de la Junta. Pero, en cambio, disparaba contra los profesores de Ciencias de la Informaci¨®n, considerando "deprimente" los resultados de estas facultades y recomend¨¢ndoles que se dediquen a lo suyo y no a criticar a la RTVA.
?ste es el nivel del debate pol¨ªtico que alcanzamos en Andaluc¨ªa. Defenderse con insidias y negarse a debatir lo esencial -t¨¦cnica en la que, por cierto, Aznar es un experto- resulta peligroso: el debate casi est¨¢ ya a la altura de la tertulia nocturna de Javier Sard¨¢. En este plan, dentro de poco acabaremos intercambiando chascarrillos de tem¨¢tica sexual.
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