Libros para volverse loco
Los libros de caballer¨ªas castellanos constituyeron un g¨¦nero de ficciones de inmenso ¨¦xito durante algo m¨¢s de un siglo y atraparon con sus fantas¨ªas y quimeras no s¨®lo a ociosos hidalgos de aldea, como Alonso Quijano, sino que hicieron so?ar tambi¨¦n a otros lectores m¨¢s famosos y no menos ¨¢vidos de aventuras: el emperador Carlos V, Teresa de Cepeda, Juan de Vald¨¦s, Bernal D¨ªaz del Castillo, Ignacio de Loyola, por ejemplo, y tantos y tantos m¨¢s. Varias generaciones de lectores y lectoras devoraron con fervor estos textos falaces. M¨¢s de setenta t¨ªtulos originales y cientos de ediciones avalan, a lo largo del siglo XVI, la boga desbocada de esas novelas fant¨¢sticas. La censura de los moralistas intent¨® en vano refrenar la difusi¨®n de tales ficciones. Y no menos vana fue la prohibici¨®n de exportarlos a las Indias. Desde el Amad¨ªs de Gaula, refundido por Garci Rodr¨ªguez de Montalvo a fines del XV hasta la Tercera y Cuarta parte de Espejo de Pr¨ªncipes y Caballeros, impreso en Zaragoza en 1623, toda una balumba de paladines fabulosos y de relatos caballerescos se despliega y derrama en una torrentera literaria de incesante consumo, con su t¨®pica fantasmagor¨ªa y sus fantas¨ªas desaforadas.
ANTOLOG?A DE LIBROS DE CABALLER?AS CASTELLANOS
Jos¨¦ Manuel Luc¨ªa Meg¨ªas
Centro de Estudios Cervantinos.
Alcal¨¢ de Henares (Madrid), 2003
510 p¨¢ginas. 24,04 euros
El loco empe?o mim¨¦tico de Don Quijote lo atestigua de modo inolvidable, y la parodia cervantina viene a proclamar, a comienzos del XVII, el final de un g¨¦nero ya envejecido y repetitivo. Pero aunque el Cura quemara un mont¨®n de ellos, en el escrutinio de la biblioteca manchega, y el Can¨®nigo no les ahorre sus doctas censuras, los libros de caballer¨ªas perviven en la historia de nuestra literatura como un admirable y selv¨¢tico territorio fant¨¢stico. Hoy es dif¨ªcil adentrarse en ¨¦l. Como Jos¨¦ Manuel Luc¨ªa advierte, son pocas las ediciones -con excepci¨®n de textos emblem¨¢ticos, como el Amad¨ªs- y es certera la condena cervantina.
Justamente por esa dificultad
de adentrarnos en esta inmensa selva de relatos, me parece tan oportuna y tan bien pensada esta Antolog¨ªa, que con su amplia y atinada selecci¨®n nos da una idea muy cabal del conjunto de los relatos, de sus temas t¨®picos y de su florida ret¨®rica novelesca. Tras haber le¨ªdo el Amad¨ªs y Tirante el Blanco podemos estar ya familiarizados con estos ambientes y estos lances fabulosos, pero no viene mal advertir cu¨¢ntos h¨¦roes multiplicaban parecidas haza?as en otros numerosos relatos del g¨¦nero. Esplandianes, Lisuartes, Floriseles, Belianises, Cirongilios, Clarianes, Clarindoros, Clariseles, Felixmartes, Florambeles, Florindos, Floriseos, Olivantes y otros cien paladines de nombres no menos resonantes.
Ya en los romans art¨²ricos del medievo estaban todos los ingredientes t¨®picos que aqu¨ª se multiplican para satisfacer las expectativas de miles de fervientes lectores. "Aqu¨ª se encontrar¨¢n emperadores justos, reyes traicionados, caballeros valientes, damas guerreras, hermosas doncellas, aventuras fant¨¢sticas, monstruos horribles, espadas encantadas, gigantes invencibles, trajes riqu¨ªsimos, ciudades encantadas, pero tambi¨¦n consejos pr¨¢cticos (de c¨®mo las mujeres han de tener los dientes blancos) y normas de conducta cortesana, discursos did¨¢cticos y excursos moralizantes". La fantas¨ªa novelesca alegra el mundo y justifica siempre un final feliz a los esfuerzos y virtudes de los h¨¦roes. Si abundan las escenas de misterio y magia, no faltan las de picante erotismo y fiel amor. Siempre se ensalza la nobleza de los campeones principescos, y es ejemplar su triunfo sobre las fuerzas del Mal. Pero el repertorio que muestra una antolog¨ªa tan tan completa, pues recoge incluso algunos textos manuscritos, que no se imprimieron, es variado y rico en matices.
Estos textos de tanta difusi¨®n movieron toda una industria editorial, y la excelente introducci¨®n de Jos¨¦ Manuel Luc¨ªa nos lo recuerda muy bien. En su conjunto, esta Antolog¨ªa de los libros de caballer¨ªas me parece un trabajo ejemplar, muy ¨²til para recuperar una visi¨®n panor¨¢mica de ese g¨¦nero novelesco, de claros atractivos para cualquiera que guste de la literatura de nuestro Siglo de Oro. Y es, a la par, una magn¨ªfica muestra del trabajo de investigaci¨®n personal y de equipo, realizado en el Centro de Estudios Cervantinos de Alcal¨¢ de Henares. En ese centro -dirigido por los profesores Carlos Alvar y Jos¨¦ Manuel Luc¨ªa- se ha editado una serie de libros de caballer¨ªas (Platir, Flor de caballer¨ªas, Primale¨®n, Felixmarte de Hircania, Trist¨¢n de Leon¨ªs, Tercera Parte de Florisel de Niquea, Arderique y Segunda Parte de Clar¨ªn de Landan¨ªs) que podemos recomendar a quienes se sientan tentados a leer y releer haza?as caballerescas, un elegante deporte de invierno.
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