La fragilidad como fuerza
La novela a la que se otorg¨® el a?o pasado el Premio Nacional de Literatura discurre sobre un andamiaje argumental de elogiable fragilidad. En esta fragilidad estriba su fuerza comunicativa. Este m¨¦todo no siempre resulta. Sucede a veces que quienes lo emplean acusan en su detrimento la premeditaci¨®n. No as¨ª el escritor vasco Unai Elorriaga con su primera novela, Un tranv¨ªa en SP, que lo pone en funcionamiento sin apenas fisuras, por lo menos ninguna que lo ponga en peligro. La fragilidad aludida hace referencia a sus pocos y casi huidizos personajes. Y, sobre todo, a su naturaleza fragmentaria. En esto la novela tiene antecedentes. Y porque los tiene se ve enseguida que su autor ha trabajado con absoluto conocimiento de los elementos narrativos que manej¨®. La historia que cuenta se pudo haber contado de otra manera. Y posiblemente de una manera que hubiera agradado a algunos colegas. Pero de lo que se trata es, una vez elegida una forma (inclusive un esp¨ªritu) de narrarla, de saber si esa forma, que ya se ha dicho que tiene tradici¨®n, es coherente consigo misma y si con ella se obtienen los resultados perseguidos por el autor.
UN TRANV?A EN SP
Unai Elorriaga
Traducci¨®n del vasco a cargo del propio autor
Alfaguara. Madrid, 2003
173 p¨¢ginas. 13 euros
Podr¨ªamos decir que Un tranv¨ªa en SP tiene cuatro personajes. Lucas, un carpintero en la recta final de su vida; Mar¨ªa, su hermana y antigua maestra; Rosa, la mujer de Lucas que ya hace a?os que muri¨®, y Marco, un misterioso m¨²sico que m¨¢s por arte de magia se introduce en la vida de los anteriores y por parecido mecanismo se enamora de una pintora. El peso del relato se apoya en el deseo incumplido de Lucas, ese hombre que siempre so?¨® escalar una monta?a mayor de ocho mil metros de altura, en su nostalgia de Rosa y en esa maravillosa circunstancia que lo hace bascular entre el presente y su pasado, entre la esperanza y la sabia resignaci¨®n, entre la vida y la muerte. A partir de aqu¨ª, la responsabilidad de lo que ocurre y transmite la novela de Elorriaga pasa a depender absolutamente de su proceso de composici¨®n. Consecuencia directa del proceso que maneja su autor es que una escena de amor, por ejemplo, que en otro autor hubiera supuesto la en¨¦sima secuencia er¨®tica, en Elorriaga se reduce agradecidamente a esto: "Marcos empez¨® en la nuca y, bajando por la columna, hizo que su dedo llegase a la cintura. Roma estaba desnuda". Es lo que yo llamar¨ªa la sobriedad de la luz. El lector encontrar¨¢ en esta novela se?as de Juan Rulfo y Julio Cort¨¢zar, juegos verbales ingeniosos (sin llegar al empalago), alg¨²n que otro rescate de la operaci¨®n de las greguer¨ªas. Y, sobre todo, un uso sincero y l¨²cido de esa tradici¨®n novel¨ªstica que hace de partes y g¨¦neros aparentemente irreconciliables una unidad de sentido y emociones absolutamente gratificante. Como primera novela, no se pod¨ªa pedir nada mejor.
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