El Ejido, un laboratorio de inmigraci¨®n
El recuerdo de los incidentes racistas de 2000 pesa sobre la imagen de la localidad, donde hoy apenas se ven inmigrantes
A los habitantes de El Ejido (Almer¨ªa) no les gusta hablar de xenofobia. El recuerdo de los incidentes ocurridos hace tres a?os sigue pesando como una losa sobre la imagen de esta localidad, hasta hace poco semides¨¦rtica y en la que hoy florece la agricultura de invernadero. A pesar de eso, el ¨²ltimo incidente -el secuestro y los reiterados abusos sexuales sufridos por una muchacha de El Ejido a manos de varios inmigrantes- apenas han suscitado comentarios. La polic¨ªa hab¨ªa detenido a ocho hombres de origen magreb¨ª, con edades entre los 19 y los 36 a?os. La mujer es espa?ola.
A muchos se les vinieron a la cabeza las im¨¢genes de los incidentes de febrero de 2000 en este pueblo del poniente almeriense. Entonces, tras los sucesivos asesinatos de tres personas a manos de inmigrantes magreb¨ªes, parte del pueblo se tom¨® la justicia por su mano y sali¨® a las calles para lincharlos. Las im¨¢genes de las persecuciones, las palizas y los incendios de chabolas dieron la vuelta al mundo bajo el titular de Ataques racistas en El Ejido. Muchos pensaron que ocurrir¨ªa lo mismo esta vez, pero no.
"Ha habido una reflexi¨®n social. La gente se sinti¨® y se siente avergonzada"
Pocos hab¨ªan o¨ªdo hablar de El Ejido hasta entonces. Una poblaci¨®n que hoy cuenta con unos 57.000 habitantes, aunque hasta bien entrados los a?os ochenta no fue un municipio independiente. Un lugar semides¨¦rtico en el que los agricultores y sus familias empezaron a sacarle partido a la tierra a base de invernaderos. Tantos, que hoy, paralelo al mar Mediterr¨¢neo, discurre un mar de pl¨¢stico. Hab¨ªa trabajo para dar y tomar, y miles de inmigrantes -se hablaba de 15.000 o 20.000-, con documentaci¨®n en regla o sin ella. se concentraron all¨ª como pudieron. En 10 a?os, El Ejido se ha convertido en "la huerta de Europa". Pero, ante todo, es un laboratorio de inmigraci¨®n.
?Y qu¨¦ ha pasado desde los incidentes de 2000? ?C¨®mo es este pueblo hoy? ?Por qu¨¦ no ha habido reacci¨®n ahora? No ha habido reacci¨®n porque la v¨ªctima era una toxic¨®mana, de unos 30 a?os, con una salud muy deteriorada, que frecuentaba oscuros lugares de alterne y se prostitu¨ªa de vez en cuando para pagar la droga. Y no s¨®lo no ha habido reacci¨®n popular, es que muchos ni se han enterado. Da lo mismo que fuera espa?ola porque "iba con ellos". Los niveles de marginalidad de la agredida y sus agresores eran los mismos, por eso no pas¨® nada.
Pero son muchos los que piensan que, aunque se hubieran dado unas circunstancias distintas, en El Ejido hoy "jam¨¢s se llegar¨ªa a lo que ocurri¨® en 2000". "Ha habido una reflexi¨®n social. La gente se siente y se sinti¨® avergonzada en su momento", dice Carmen Caparr¨®s, maestra y ex concejal socialista. "Hay muchas empresas extranjeras que nos exigen garant¨ªas de que las hortalizas se obtienen en condiciones laborales dignas", explica Antonio Oliver, secretario del sindicato agr¨ªcola COAG.
El Ejido, en cierto modo, es un pueblo acomplejado desde aquellos sucesos de 2000. Pesan sobre los vecinos como una losa. Surge el tema y enseguida hay tres o cuatro que advierten: "Lo que se dijo entonces no era todo cierto" o "no somos racistas, los agricultores trabajamos con los inmigrantes codo con codo en nuestros invernaderos".
Sin embargo, todav¨ªa no se puede hablar de convivencia entre culturas en El Ejido, salvo en los colegios. "Los ni?os s¨ª se entienden perfectamente", dice Caparr¨®s. "En El Ejido hay coexistencia de culturas, pero no convivencia. Han aprendido a tolerarse, ha cambiado el tipo de poblaci¨®n inmigrante: ya no son todos j¨®venes solos, que adem¨¢s de venir busc¨¢ndose la vida tra¨ªan una enorme sensaci¨®n de libertad que les hac¨ªa atrevidos e incluso osados. Ya no. El incremento de poblaci¨®n es m¨¢s heterog¨¦neo, ya no vienen s¨®lo magreb¨ªes, aunque sigan siendo la mayor¨ªa. Hay ciudadanos del Este, subsaharianos, latinoamericanos... y, sobre todo, ha habido una reagrupaci¨®n familiar de los que entonces no se fueron. Hay m¨¢s familias inmigrantes", dice el soci¨®logo Pepe Fern¨¢ndez, presidente de Apocon (Asociaci¨®n por la Convivencia) y antiguo residente del municipio. "El 75% de los inmigrantes de entonces ya no est¨¢. No pudieron aguantar que no les dieran trabajo, que no les alquilaran casas, que no les miraran a la cara", dice Hamafi Hamza, presidente de la Asociaci¨®n de Trabajadores e Inmigrantes Marroqu¨ªes en Espa?a (ATIME) .
Han cambiado algunas cosas, aunque pocas. Pocas porque el alcalde, Juan Enciso (PP), es el mismo desde hace 12 a?os, con altos ¨ªndices de popularidad. "No se habla de temas de inmigraci¨®n", dice un portavoz de su grupo. "Es la l¨ªnea que se sigue desde entonces". Han convertido en tab¨² el principal problema del municipio, el fen¨®meno que ha propiciado su transformaci¨®n. Tampoco la oposici¨®n es muy prolija y toma toda clase de cautelas.
La inmigraci¨®n no da votos, m¨¢s bien al contrario, y el discurso ha de ser muy comedido. "No se ha hecho casi nada de lo que se estableci¨® como urgente despu¨¦s de los incidentes. Lo ¨²nico que se ha mantenido es la dotaci¨®n policial. Pero de promoci¨®n de viviendas, nada", dice una candidata socialista a las pr¨®ximas elecciones. "Nosotros pedimos algunas cosas en los plenos, pero...".
Este ocultamiento verbal es tambi¨¦n, y paralelamente, visual y social. En El Ejido ya no se ven tantos inmigrantes por las calles como hace tres a?os. En parte por los desalojos que la polic¨ªa hizo en el centro del pueblo por orden de la alcald¨ªa. La polic¨ªa tiene hoy el doble de efectivos (120) que antes de los incidentes. El comisario, ?ngel Fern¨¢ndez, se enorgullece de haber bajado los ¨ªndices de delincuencia un 60%.
Pero tambi¨¦n porque la destrucci¨®n de las chabolas y la instalaci¨®n de los barracones prefabricados entre los laberintos de calles que forman los invernaderos, han conseguido hacer pr¨¢cticamente invisibles a los casi 12.000 inmigrantes que hay empadronados. Aunque todo el mundo coincide en que esa cifra "no es real, hay muchos m¨¢s".
Para verlos hay que hacer varios kil¨®metros entre los invernaderos, buscar lo que aqu¨ª llaman cortijos (construcciones en las que antiguamente se guardaban los utensilios de labranza), o irse a peque?as poblaciones lim¨ªtrofes, dispersas y casi invisibles entre la inmensidad de los pl¨¢sticos, como San Agust¨ªn o Las Norias, donde los inmigrantes han conseguido que les alquilen viviendas y ya son m¨¢s de un 20% de la poblaci¨®n.
As¨ª que, fundamentalmente, ha habido un desplazamiento. Los famosos guetos de los que hablaba el alcalde Enciso y que quer¨ªa evitar a toda costa han surgido en las peque?as barriadas de alrededor y, de momento, la situaci¨®n se mantiene bajo cuerda. Incluso se han producido desplazamientos hacia zonas del levante almeriense, como los campos de N¨ªjar, donde cada vez m¨¢s agricultores compran tierras -m¨¢s baratas- y donde cada vez se concentran m¨¢s inmigrantes en situaci¨®n de absoluta precariedad.
En un invernadero abandonado en N¨ªjar viven hacinados, sin luz ni agua, 120 hombres. En Almer¨ªa, con 44.000 inmigrantes empadronados y 16.000 explotaciones agrarias -30.000 hect¨¢reas- hay muchos ejidos en potencia, que en cualquier momento pueden estallar.
Alojamientos COAG
Una de las principales reivindicaciones que se plantearon tras los incidentes de 2000 en El Ejido (Almer¨ªa) fue, junto con la regularizaci¨®n de los inmigrantes y las indemnizaciones y reparaciones a los afectados, la de facilitar una vivienda digna a los trabajadores extranjeros.
Como medida urgente se instalaron unos barracones prefabricados, de los que hoy ya s¨®lo quedan las bases. Y nada m¨¢s. "Hay una falta total de inter¨¦s pol¨ªtico. Siguen mirando el tema desde un punto de vista electoral", dice Emilio Asensio, responsable del sindicato Comisiones Obreras. "Hubo un decreto de alojamiento y casi ning¨²n municipio se ha acogido a ¨¦l".
Ante esta situaci¨®n y ante la exigencia sindical de que los trabajadores pudieran vivir en unas condiciones dignas, los agricultores de la Coordinadora de Asociaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) decidieron actuar por su cuenta, por "la incompetencia de las Administraciones", seg¨²n explica Antonio Oliver, secretario de la organizaci¨®n en Almer¨ªa.
De este modo, han creado dos bolsas paralelas: una, de posibles trabajadores (1.300 inscritos hasta el momento) y, otra, de empleadores (4.000 afiliados) y se dedican a hacer casar la oferta y la demanda, de tal manera que incluso ofrecen trabajo en campa?as de fuera de la zona.
Adem¨¢s, y dado que uno de los problemas mayores era el alojamiento -"nadie quiere alquilar viviendas a los inmigrantes", asegura Oliver-, se han convertido en una garant¨ªa para el arrendador. Ellos alquilan pisos y los trabajadores inmigrantes viven durante el tiempo que dure la campa?a. Los ocupantes pagan 2,5 euros diarios, que incluyen agua y luz. En caso de que haya alg¨²n problema con el due?o del piso, siempre es COAG la que responde.
Un representante hace una ruta semanal por los pisos para interesarse por los trabajadores, la convivencia y los posibles problemas o necesidades. "Hemos demostrado que, si se quiere, se puede hacer. Nosotros tenemos la posibilidad de alojar a 120 personas ahora mismo, si es que no les da alojamiento el agricultor que los contrata. No es mucho, pero algo es algo. Y, sobre todo, es una lecci¨®n a la Administraci¨®n", a?ade Oliver.
Son los agricultores, de este modo, los que m¨¢s han hecho por resolver el principal problema de los inmigrantes de la zona.
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