Todos en paz
Esta vez no hay esperanza, ni falta que hace, aunque sepamos que nunca m¨¢s volveremos a ver a Michael Jordan jugando en la NBA. Ciertamente, no deja de ser triste la despedida, pero, a diferencia de las dos ocasiones anteriores, ahora todos estamos en paz y conformes con que nuestro h¨¦roe deportivo abandone definitivamente. El primero, el propio Jordan.
Su primera retirada fue personal, sin nada que ver con lo que ocurr¨ªa en el terreno de juego. Estaba en un equipo campe¨®n, el Chicago; llevaba tres anillos consecutivos y acababa de cumplir los 30 a?os de edad. ?El b¨¦isbol? Una tapadera para justificar lo dif¨ªcilmente justificable sin tener que meterse en terrenos escabrosos. Aquel d¨ªa los aficionados entramos en un estado de shock que nos dur¨® dos a?os. Hasta que volvi¨®.
Su segunda salida falsa tuvo su origen en una situaci¨®n colectiva. Las relaciones del n¨²cleo duro de los maravillosos Bulls (Jordan, Pippen, Jackson) con la gerencia determinaron la desaparici¨®n de un colectivo imparable y al que le quedaba alg¨²n anillo m¨¢s en el horizonte. ?Retirada a pleno convencimiento? S¨®lo Jordan lo sabe. Pero se podr¨ªa apostar a que en otras condiciones habr¨ªa seguido jugando. Su vuelta confirm¨® esa teor¨ªa. Queda muy bonito decir eso de retirarse en la cumbre y cosas as¨ª, pero, cuando amas un deporte, te encuentras en plenitud de facultades, eres el mejor y, encima, ganas, el bajarte en marcha resulta harto complicado. Para los aficionados, este adi¨®s fue tambi¨¦n de dif¨ªcil digesti¨®n, ya que Jordan jugando al baloncesto era adictivo y nunca te cansabas de verle, aunque hubo algunos que se convencieron de que la canasta en Utah era un final adecuado.
Pero, cuando eres deportista, resulta b¨¢sico poder elegir el momento de colgar las zapatillas. Cuanto m¨¢s personal sea la elecci¨®n, cuanto menos condicionantes externos haya, menos efectos secundarios tendr¨¢. Jordan fue empujado por las circunstancias en dos ocasiones. No es de extra?ar que buscase una tercera, donde alcanzase el pleno convencimiento, y con ¨¦l sus millones de seguidores, de que la fiesta se hab¨ªa terminado; de que era la hora de cerrar la puerta y olvidarse de ella, ese duro y a la vez reconfortante momento en el que est¨¢s plenamente convencido de lo que est¨¢s haciendo.
Adem¨¢s, a todos aqu¨¦llos que nos quedamos cortos en 1998 tambi¨¦n nos ha venido bien para apaciguar nuestros esp¨ªritus y tener tiempo para darnos cuenta de que Superman, Spiderman o La Masa son h¨¦roes de ficci¨®n; que los de verdad cumplen a?os cada 365 d¨ªas y se hacen m¨¢s lentos, saltan menos y no llegan a las fases finales de los torneos.
Todos, tranquilos y contentos. S¨®lo nos queda felicitarnos por haber vivido y disfrutado en toda su intensidad de la carrera del mejor jugador de baloncesto de la historia.
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